Revista de Crítica ISSN 2954-4904
Cine


Whit Stillman, Damsels in distress, Estados Unidos, 2011.


Baisers volés de François Truffaut es una de las películas favoritas de Whit Stillman. Es una de las diez en la lista que envió a la revista inglesa Sight & Sound para la encuesta de las mejores películas de todos los tiempos. En Damsels in Distress, su primera obra desde el estreno de The Last Days of Disco hace más de trece años, dos personajes ven Baisers volés en DVD durante una cita. Es curioso que Stillman no haga este tipo de referencias directas al cine de Éric Rohmer, sin duda el director francés (o de cualquier nacionalidad, realmente) cuyo estilo es más afín al suyo. Los personajes de Rohmer, como los de Stillman (y a diferencia de los de Truffaut), son principalmente jóvenes burgueses con líos amorosos. Las películas de ambos están compuestas, generalmente, de una serie de conversaciones con las que estos personajes elocuentes analizan minuciosamente sus experiencias cotidianas o exponen las ideas más generales que han logrado abstraer de sus relaciones con los demás y de sus lecturas. La construcción cuidadosamente estructurada de los diálogos es quizás el aspecto más artificial de estas películas, ya que el estilo visual de ambos cineastas podría ser llamado realista o austero, aunque Rohmer es mucho más riguroso que Stillman en este sentido. Por último, debido a la clase social a la que pertenecen sus personajes y a cierto desdén elitista ante la vulgaridad de la sociedad contemporánea, tanto Stillman como Rohmer han sido considerados cineastas conservadores o hasta reaccionarios. Es una cuestión complicada, pero valdrá la pena retomarla después de hablar acerca de la nueva película de Stillman.

     A primera vista, Damsels in Distress no parece desviarse demasiado de la fórmula que Stillman desarrolló con sus primeras tres películas (Metropolitan, Barcelona y The Last Days of Disco), pero uno de los grandes logros de la nueva obra es que, sin ningún cambio temático o estructural importante, tiene un tono totalmente distinto: más ligero, alegre y jovial. En gran parte esto tiene que ver con la tradición cinematográfica que Stillman tiene en mente: las comedias clásicas de los años treinta y cuarenta. Su lista de Sight & Sound incluye obras de Mark Sandrich, Leo McCarey, Ernst Lubitsch y Preston Sturges. Mientras que la mayoría de los directores estadounidenses contemporáneos aún están asimilando las lecciones de los cineastas europeos de los años sesenta (Godard, Antonioni, Bergman) y de los americanos a quienes éstos inspiraron (Altman, Kubrick, Scorsese), Stillman está redescubriendo un estilo que ha sido prácticamente olvidado y mezclándolo con sus propias preocupaciones: es una síntesis gloriosa.

     En Damsels in Distress nos encontramos en una pequeña universidad privada en el noreste de Estados Unidos llamada Seven Oaks. Durante la bienvenida a los nuevos estudiantes, tres chicas de tercer año con nombres de flores (Violet, Rose y Heather) deciden ayudar a una nueva alumna (Lily: otra flor) a adaptarse a Seven Oaks, en donde, según ellas, “predomina una atmosfera de barbarie masculina” dado que por mucho tiempo fue una universidad de hombres. Violet (Greta Gerwig, quien da una increíble actuación cómica) es la líder y guía del grupo: quiere que Seven Oaks sea un lugar menos vulgar y más feliz. Con la ayuda de sus amigas fundó el Centro de Prevención del Suicidio, en el que utilizan distintos tipos de danza como terapia para estudiantes deprimidos. Desde el comienzo, a Lily (Analeigh Tipton) le parecen algo arrogantes las ideas de Violet –va a fiestas como una forma de “asistencia a la juventud” y sale con tipos a quienes considera inferiores con el fin de ayudarlos a realizar su potencial–, pero se une al grupo y se muda al cuarto de las chicas con la misma cautela con la que Tom (Edward Clements), el protagonista de Metropolitan, comienza a ir a las reuniones de un grupo de chicos de la clase alta de Manhattan durante las vacaciones de navidad.

     Un aspecto en el que Stillman ciertamente se queda muy atrás de Rohmer es en la construcción de sus tramas. Ninguno de los desenlaces de las películas de Stillman se aproxima a la magia y a la complejidad de los finales de Ma nuit chez Maud o La femme de l’aviateur. A Stillman le importan más las escenas individuales, no tanto la construcción simétrica de la obra en general (aunque cabe mencionar que prácticamente ningún cineasta aparte de Hitchcock ha logrado crear estructuras fílmicas tan bellas como las de Rohmer); es una limitación notable, pero Stillman está muy consciente de ella y en Damsels in Distress ha organizado su película de una manera bastante sencilla. Casi todas las escenas se desarrollan dentro del campus de la universidad y en muchas de ellas vemos a las cuatro amigas caminando de un edificio a otro discutiendo algún tema. También las vemos en su cuarto analizando parte por parte algún evento relativamente insignificante que vimos en la escena anterior. Por ejemplo: Lily está en un bar con dos amigos cuando un tipo manda tres bebidas a la mesa. Es un momento que dura unos cuantos segundos en la pantalla, pero que da lugar a una discusión en la que Violet y Rose (Megalyn Echikunwoke) exponen puntos de vista distintos: Rose lo interpreta como una táctica del tipo de seductor a quien Lily tiene que evadir, mientras que Violet lo considera una hazaña necesaria detrás de la cual se esconde una motivación esencial con orígenes bíblicos (“Sed fructíferos y multiplicaos”) cuya finalidad es la supervivencia de nuestra especie.

     Si bien Stillman no ha alterado la estructura básica de sus obras anteriores (ni el papel central que las conversaciones ocupan dentro de ellas), aquí le presta mucha más atención a un aspecto ya presente intermitentemente en sus primeras películas: la importancia del baile como ritual social. En Metropolitan algunas de las conversaciones ocurrían después de bailes formales en hoteles lujosos y a veces los personajes seguían bailando en sus reuniones más casuales (“el chachachá no es más ridículo que la vida misma” es una de las frases inmortales de la película). Las escenas de las discotecas en Barcelona son, a su vez, el punto de partida para el retrato minucioso de la época disco a principios de los años ochenta en The Last Days of Disco. Lo novedoso de Damsels in Distress es que el baile ya no es visto únicamente como una actividad aislada que sólo se puede llevar a cabo en ciertos lugares determinados con el fin de interactuar con alguien del sexo opuesto. Violet no sólo cree que practicar distintas formas de danza puede ayudar a los estudiantes deprimidos de Seven Oaks, sino que una de sus metas en la vida es iniciar una nueva fiebre de baile (como el vals, el charleston o el twist) que logre “intensificar y elevar la experiencia humana al reunir a millones de personas en una jubilosa celebración de nuestras habilidades.” Además, dado que se desarrolla en un espacio ficticio y hasta cierto punto abstracto (Stillman no tiene que preocuparse por capturar la esencia de una ciudad entera, como Nueva York o Barcelona, en un momento histórico específico), la cualidad musical de los diálogos es mucho más evidente. Casi todas las conversaciones entre las cuatro chicas, especialmente cuando van caminando por el campus, parecen estar a punto de dar inicio a una canción. El tema de las pláticas no es necesariamente lo más importante: Stillman está igual de atento al tono de voz y al énfasis en ciertas palabras, a los gestos de las actrices (sus movimientos, sonrisas, miradas) y a las interacciones entre los diálogos y la música (puede subir en intensidad y volumen cuando la tensión de la conversación se resuelve). Este tipo de momentos sutiles son la razón por la que las escenas estrictamente musicales de la película (el baile de música country, el ensayo de la rutina de claqué de Violet y Rose y, principalmente, la última secuencia sublime en la que los personajes interpretan “Things Are Looking Up,” inspirada por un número musical de una película de Fred Astaire de 1937 llamada A Damsel in Distress) no dan la impresión de ser interrupciones o distracciones de la trama principal, sino una parte esencial y orgánica de la misma.

     La definición del cine de Stillman que surge al ver sus primeras obras tiene mucho que ver con un actor en particular (cuya importancia es comparable a la de Jean-Pierre Léaud en las películas de Truffaut): Chris Eigeman. No es el protagonista de ninguna de las tres (no aparece en la última media hora de Metropolitan, en Barcelona está internado en un hospital durante una parte considerable de la película y en The Last Days of Disco sigue siendo un personaje secundario), pero es sin duda la figura más carismática y memorable de todas estas obras, en gran parte debido a la facilidad con la que maneja los diálogos complejos y sarcásticos de Stillman. De hecho, en sus únicos papeles trascendentes fuera de estas tres películas, ha interpretado a personajes muy parecidos a Nick, Fred y Des: Max en Kicking and Screaming, el debut de Noah Baumbach, y Jason en la cuarta temporada de Gilmore Girls. Eigeman no tiene ningún papel en Damsels in Distress (Taylor Nichols, otro veterano del cine de Stillman, aparece en una escena como el profesor de una clase de Violet), lo cual sería mucho más decepcionante sin la actuación de Gerwig: es el núcleo de la película y definitivamente el trabajo más logrado de esta joven actriz. Gerwig aún no cumple treinta años y es de las figuras centrales del movimiento llamado mumblecore, nombre que se le ha dado a las obras independientes de bajo presupuesto de varios cineastas como Andrew Bujalski, Joe Swanberg y los hermanos Duplass. Gerwig ha colaborado en varias películas con Swanberg, no sólo como actriz (escribió Hannah Takes the Stairs con él y también codirigió Nights and Weekends), y tuvo papeles interesantes en dos películas de terror muy distintas (Baghead de los hermanos Duplass y The House of the Devil de Ti West). En Greenberg de Baumbach interpreta a un personaje más complejo, aunque no es más que una variante de sus papeles en las películas mumblecore, y será necesario ver los resultados de esta colaboración en Frances Ha, en la que Gerwig también trabajó en el guión.

     Violet es quizás el mejor personaje que Stillman ha creado. Al ser interpretada por Gerwig, Violet comparte ciertas características con los personajes de Eigeman en las películas anteriores, pero también es una figura mucho más contradictoria. Por un lado es una chica inteligente, arrogante y segura de sí misma, como lo demuestra a través de sus intentos constantes por ayudar a los demás: a los estudiantes que van al Centro de Prevención del Suicidio y a los perdedores con los que sale a propósito para que desarrollen su potencial. Sin embargo, pronto nos damos cuenta que su postura algo engreída oculta sentimientos profundos de inferioridad: cuando los chicos que le gustan muestran un mínimo interés por alguien más, se da por vencida y sólo puede deprimirse y exaltar las cualidades de sus rivales (“Lily tiene esa belleza fina, que surge delicada; ningún hombre se puede resistir”); además, el hecho de que su personalidad sea un acto de creación consciente de su parte (se hace llamar Violet Wister para ocultar su verdadero nombre: Emily Tweeter) es, a la vez, admirable y patético. El gran logro de Stillman es que no busca resolver estas contradicciones de una manera artificial; al final de la película no han desaparecido mágicamente los problemas de Violet (ni siquiera un grandioso número musical podría hacer eso), sino que ella, y por lo tanto también el espectador, tiene una visión más completa de los polos opuestos de su personalidad. El excelente trabajo de Gerwig no sólo depende de cómo recita los diálogos de Stillman (aunque eso ya es bastante complicado): podría escribirse un ensayo entero acerca de cómo utiliza varios tipos de sonrisas para expresar, en distintos momentos, inocencia, satisfacción, incomodidad, felicidad, confusión, enojo, comprensión, atracción, etc.

      Para retomar la cuestión que quedó sin resolver desde la introducción (el significado del conservadurismo en la obra de Stillman), podemos prestarle atención a dos escenas particulares. En The Last Days of Disco, un tipo que trabaja en una editorial le dice a Alice (el personaje de Chloë Sevigny) que tienen muchas cosas en común, que él también piensa ideas reaccionarias de vez en cuando. Cuando Alice responde que su postura no es reaccionaria, él le asegura que sólo está hablando de sus evaluaciones estéticas, no de sus ideas políticas. La diferencia entre un conservadurismo social o político y un conservadurismo estético es importante al analizar tanto la obra de Stillman como la de Rohmer, aunque también hay que mencionar que tal división no es inmutable (una decisión estética puede tener repercusiones políticas y viceversa). Podríamos decir que la nueva obra es menos conservadora que las anteriores, al menos estéticamente. ¿Han cambiado las ideas políticas y sociales en la nueva película? No necesariamente, pero la visión que Stillman tiene de las relaciones sociales no se deriva de una postura filosófica abstracta, sino que es simplemente la perspectiva de un cineasta mucho mayor a sus personajes. A diferencia de alguien como Baumbach (cuyo debut Kicking and Screaming le debe mucho a Metropolitan), Stillman no hace películas acerca de gente de su edad. Damsels in Distress es la obra de un director de sesenta años (Rohmer también siguió haciendo películas sobre jóvenes burgueses enamorados a lo largo de su carrera), lo que le permite trazar los líos amorosos de sus personajes con cierto distanciamiento: el resultado tiene un carácter anticuado y, hasta cierto punto, defiende valores que algunas personas llamarían tradicionales o conservadores. Ni el cine de Stillman ni el de Rohmer tienen su propósito en afirmar dogmáticamente posturas conservadoras (que, como las ideas liberales, fueron creadas por el hombre porque eran útiles y necesarias en circunstancias históricas específicas, por lo que sería absurdo rechazar cualquiera de las dos inequívocamente), sino que sirven de trasfondo para los problemas que cada obra intenta resolver.

      Hacia el final de Damsels in Distress hay una escena que aborda este problema de una manera muy directa. Violet le dice a Rose, quien a lo largo de la película ha hablado con un acento inglés, que extraña a su amiga estadounidense, con lo que le da a entender que quizás sea una buena idea dejar de fingir y ser más honesta consigo misma y con los demás. Es un consejo sensato que implica rechazar una actitud elitista a favor de los ideales democráticos de la gente común. Lo sorprendente es la respuesta de Rose: “Dios nos dio habilidades. Él requiere que las usemos. El bien, lo bueno, lo mejor, lo excelente, lo más alto. Sólo la excelencia glorifica al Señor. La vulgaridad es, en esencia, blasfema.” Esta afirmación ha de parecer bastante extraña en una sociedad que insiste en exaltar la igualdad abstracta entre todos al mismo tiempo que la desigualdad concreta (económica, política y social) incrementa a un ritmo cada vez mayor. El elitismo honesto de Stillman es preferible a la masificación que prácticamente impide la exhibición de sus películas fuera de unas cuantas ciudades grandes de Estados Unidos, pero que logra que la nueva cinta de acción de la semana sea vista en todos los cines del mundo.

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