Revista de Crítica ISSN 2954-4904
Literatura


Patricia Gola, Secreta matriz, Alción Editora, Córdoba, 2021, 92 pp.


A casi treinta años de la publicación de Las lenguas del sol (unam, 1993; segunda edición, Alción Editora, 2010), su primer libro de poemas, Patricia Gola reúne treintainueve poemas en Secreta matriz, colección que puede leerse como la prolongación de su trabajo anterior: en ella trata los mismos temas, ensaya en torno a motivos similares, devana meditaciones semejantes e incluso emplea recursos retóricos antes probados. Si bien, todo eso es cierto, una lectura en voz alta —y prestando atención a la forma— revela ritmos y armonías diferentes, en otras palabras, una música nueva.

Como Patricia Gola pertenece a esa reducida estirpe de escritores que están comprometidos con su obra y no con el mercado ni la infamante fama, que no hacen publicidad de sí mismos ni participan en el alpinismo social del mundo literario y que, sin embargo, son el verdadero centro de la literatura de su tiempo, permítaseme una brevísima semblanza. Nacida en Santa Fe, Argentina, vive en México desde 1976. Además de poeta, se ha desempeñado de manera impecable como traductora literaria y ha vertido a nuestra lengua poemas y ensayos de Wallace Stevens, Denise Levertov, Robert Creeley, Louis Zukofsky, Kenneth Rexroth y Paul Celan. Algunas de sus versiones se publicaron en las legendarias revistas Poesía y Poética y El poeta y su trabajo, ambas publicaciones dirigidas por su padre, Hugo Gola. Conjuntamente a su trabajo literario y de traducción, fungió por muchos años como editora y colaboradora de Luna Córnea, revista dedicada al arte fotográfico, y ha acumulado una singular obra fotográfica, reunida en A mis mejores amigos no los he visto nunca (Resonancias 20/21, 2016), El libro de los cambios o los estados del alma (Resonancias 20/21, 2021) y En busca del tiempo perdido (Resonancias 20/21, 2021). Aristóteles y otros atribuyen a Tales de Mileto el haber declarado que “todas las cosas están llenas de dioses” o, dicho de otra manera, que los objetos, al igual que los seres animados, tienen un alma; una creencia afín, quizá desprovista de teísmo, se puede colegir de las imágenes capturadas por Gola. En sus fotos se percibe, entre otras cualidades, un ojo sensible a la belleza oculta de lo ínfimo y lo cotidiano, una simpatía por lo devastado y una atracción por lo mudable. Hay una voluntad de “leer” la realidad inmediata; si no descifrar, al menos distinguir los signos que componen la espesura de nuestro entorno y que develan una dimensión más allá de lo material. De forma análoga, sus poemas son una indagación en la esencia de los objetos que pueblan el mundo y las fuerzas que los transforman, pero también una observación de la sustancia del lenguaje. Como Lord Chandos, la máscara con la que se disfraza Hugo von Hoffmansthal en Una carta, Patricia Gola encuentra que todo posee un significado que, de ponerse de manifiesto, podría establecer una relación mágica con la existencia. No obstante, a diferencia de Lord Chandos, quien a pesar de tener la sensibilidad para descubrir esos signos invisibles y entrar en armonía con el universo, decide que su capacidad de poner en palabras su experiencia no es suficiente (y en consecuencia renuncia a la escritura), Patricia Gola ha decidido no desistir y en cambio construir su obra poética a cuenta gotas.

Tanto en Las lenguas del sol como en Secreta matriz se entrevé el asombro que suscitan los fenómenos físicos, como el tiempo, la luz y la vida de las estrellas, y la maravilla que provocan los paisajes entrañables, la sensualidad de los frutos, la elegancia y el misterio de las criaturas; asimismo, se observa una curiosidad tenaz hacia la naturaleza de la palabra. Los poemas de Las lenguas del sol (tomo como referencia la segunda edición) suelen ser piezas breves cuyo ritmo está cimentado en el empleo de versos cortos y el manejo eficaz de la ruptura versal, así como en la aliteración, la repetición, la paronomasia, la anáfora y la enumeración; por otra parte, su entonación tiende a ser declarativa y regular. En contraste, Patricia Gola incorpora en su nuevo libro composiciones más extensas que se expresan mediante cadencias más agitadas y el aprovechamiento de la distribución taquigráfica, con lo que resulta un cauce discursivo menos contenido y melodías más complejas. Sirva de ejemplo el poema iv:

pico piedra

    la volcánica piedra

                     el granito

hundo el pico filoso

    en la lápida

con el peso de mi cuerpo

                              inerte

araño apenas la laja

     superficial rebaba

         refractaria a todo contacto

y yo provista de pala y pico

trazo los surcos del tiempo

como ríos

dura materia

estratos de sedimento adherido

entre capa y capa

a cal y canto

a canto y piedra

cómo se hunde en la materia de los años

cómo azulea

pasto rugoso de salvaje rebaño

otras praderas

el grano duro de la maleza

piedra

oro molido

gruta secreta

piedra

Otro aspecto en el que se diferencia Secreta matriz de su anterior colección de poemas se advierte en la enunciación de anécdotas íntimas y tramas personales, como las evocaciones de la infancia, los recuerdos de los padres, la mirada afectiva hacia las mascotas, el retrato elegíaco de las amistades, el homenaje a los años compartidos con la pareja y el ajuste de cuentas con la vida propia. La poeta nos comparte y nos hace sentir —porque son universales— las emociones de estos episodios de su vida, pero más allá de comunicarnos estos episodios, hay, por un lado, una voluntad de repaso y de ponerlos en examen y, por  el otro, dotarlos de esa perdurabilidad que solo ofrece la creación artística y poética. En ese sentido, en el sentido que le da Patricia Gola, la poesía es la secreta matriz del lenguaje, el molde donde se funden las sensaciones, las emociones, las experiencias, los rostros, las imágenes que nos conforman y se mezclan para formar un nuevo cuerpo.

El ingente número de individuos que practican la redacción de poemas y la desvergonzada circulación del resultado de estos ejercicios hace evidente una ignorancia mayúscula sobre el quehacer poético (y literario, en general). Entre los equívocos más comunes está el confundir la elaboración de un poema con la mera descripción de un motivo o de un objeto. Nada más distante de los poemas de Patricia Gola en los que me parece ver una actitud frente al lenguaje poético que recuerda a la de William Butler Yeats, quien creía que cada emoción tiene un ritmo y una musicalidad específicos, propiedades que el poeta debe hallar aguzando el oído y los demás sentidos para captar las vibraciones que emite el mundo y sus entidades. Descontando los talentos, esta tarea, no siempre grata, no siempre exitosa, implica un esfuerzo y una paciencia que muy pocos están dispuestos a dedicar; Patricia Gola lo ha hecho con humildad e integridad artísticas. A nosotros, sus lectores, nos queda gozar su persistencia.

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