Revista de Crítica ISSN 2954-4904
Literatura


Santiago Roncagliolo, Y líbranos del mal, Seix-Barral, Ciudad de México, 2021, 395 pp.


“Y quizá la única forma de contar los hechos verdaderos sea salpicarlos de palabras de mentira.” Con estas palabras Santiago Roncagliolo anticipa que la historia que está a punto de narrar tiene más de realidad de lo que a cualquiera le gustaría admitir. Pero también es de esas historias que surgen gracias a la necesidad de unos por contarlas y la curiosidad (y persistencia) de otros por saber la verdad. El personaje principal de esta novela, Jimmy, se encuentra dentro de ambos grupos, y es desde su perspectiva, de actor y de narrador, que el relato de los hechos adquiere la forma de un testimonio de sucesos que sus protagonistas preferirían olvidar.  

Santiago Roncagliolo (Lima, 1975) ha publicado seis novelas, teniendo la mayoría de estas como punto en común temas que se relacionan con el mal, la violencia y el miedo, es decir, el lado oscuro de la vida cotidiana en Latinoamérica. En esta, su última novela, Jimmy es un joven adolescente que vive en Estados Unidos con sus padres de una manera bastante apacible hasta que, en la antesala de su entrada a la universidad, una llamada cambia el curso de su vida. La enfermedad que ha contraído su abuela y la indiferencia con la que su padre actúa ante ella llevan a Jimmy a visitar por primera vez en su vida el país en el que se encuentra su origen: Perú, y con él un cúmulo de secretos que no esperaba encontrar, pues cada respuesta lo conduce a una nueva pregunta y a la certeza de que nunca se llega a conocer a alguien por completo. Y mucho menos a quienes tenemos más cerca. El viaje que efectúa el personaje principal para conocer sus raíces es más que algo simbólico, pues en él se percata de que, en realidad, no sabía nada de su padre y de que la relación que mantienen, alejada del amor y del afecto, es de estricto compromiso. Tal vez esto sea el motivo de las propias dudas existenciales de Jimmy, que continuamente lo acosan durante la historia.   

La figura paterna tiene un rol importante a lo largo de la novela. “¿Qué es un buen padre?”, se pregunta de manera expresa, y, aunque la respuesta mencionada parece ser la correcta, en la práctica todo se remite a las apariencias. El padre ideal como modelo a seguir que se refleja en Y líbranos del mal está basado en las expectativas de la sociedad, pero enfatizando que solo se refiere al sector privilegiado y conservador, por lo que, convenientemente, esta imagen concuerda con la que los portadores de la palabra de dios aprueban. Sin embargo, como cabría esperar de una máscara, esta no es permanente y puede caerse en cualquier momento, lo cual ocurre constantemente con gran parte de los personajes, dejando ver algunos destellos de su personalidad real.    

Esto abre paso a otro punto de reflexión al que necesariamente se llega al finalizar la lectura: el adoctrinamiento y el fanatismo religioso. Estos temas tan polémicos, delicados, y a los que puede ser complicado acercarse, se desarrollan con bastante agilidad en la novela; en ningún momento se hacen juicios de valor con relación a ello, sino que simplemente se van presentando los sucesos conforme avanza la narración y queda en manos del lector decidir su postura al respecto. La fe mueve a actuar; esto es una certeza en toda religión. No obstante, la diferencia entre un acto motivado por la fe y uno de mera obediencia se halla en el raciocinio, en la capacidad de cada quien de pensar de manera crítica, pero después también se debe discernir entre el enseñar a pensar y el enseñar lo que se debe pensar. En la novela, esto cobra materialidad con una comunidad religiosa creada para encaminar a los jóvenes por el camino del “bien”, para asegurarse de que en el difícil paso de la infancia a la adultez no se pierdan en ideologías contrarias a las socialmente aceptadas. Pero, detrás de este propósito inicial, el crecimiento desmesurado que tiene el grupo hace que sufra de continuos desbalances, y finalmente termina dañando a muchas más personas que las que en un punto se propuso ayudar.  

El pasado es una sombra que es imposible de borrar, que puede esconderse pero que deja secuelas. El dolor y la culpa son algunas de ellas. En su novela, Roncagliolo se acerca a las perspectivas tanto de víctimas como de abusadores, y es que en algún punto estos roles podían llegar a difuminarse porque ellos mismos no son capaces de verse como tales. Las nociones de lo bueno y lo malo no se encuentran establecidas de manera absoluta, y la gran mayoría de los personajes de la novela toman esto como una forma de acomodar a su favor solo aquello que les conviene, por lo que la consideración de los demás por parte del padre y de la abuela de Jimmy se basan en ello: “Dijo que la gente en Lima es chismosa. Y mentirosa”. Pero otra manera de actuar con la que intentan aminorar los problemas que inevitablemente los alcanzarán en algún momento es el silencio. Se dice que el tiempo cura toda herida, pero hay algunas que no llegan a hacerlo del todo, pues las cicatrices en las mentes de las víctimas y los remordimientos en las mentes de los agresores permanecen como eterno recordatorio de una verdad que es terrible, pero que por eso mismo no se debe callar. Ignorar temas complicados por todo lo que conllevan despierta la cuestión de la complicidad, algo que se encuentra reflejado en la sociedad privilegiada a la que pertenece la abuela de Jimmy, pues es innegable que todos saben lo que está sucediendo y prefieren mirar hacia otro lado.  

Y líbranos del mal es una novela que posee una narración ágil que facilita la lectura. El personaje principal como narrador proporciona una aproximación a los hechos desde un punto de vista externo, pero que a la vez está estrechamente conectado con ellos gracias al vínculo con su familia. Sin embargo, creo que conocer la perspectiva del padre en algún punto de la historia habría enriquecido la comprensión y permitido ahondar más en algunos temas, como en la relación padre e hijo que brilla por su ausencia. La sociedad que se retrata en el libro intenta por todos los medios mantener el orden que por tanto tiempo le ha convenido, basando su dominio en crímenes ignorados y mentiras que ya nadie cree, por lo que, al final, la frase con la que el protagonista da paso al inicio de su narración se vuelve tremendamente certera: “Aquí cada quien se salva como puede”. 

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