Revista de Crítica ISSN 2954-4904
Literatura


Karla Cornejo Villavicencio, The Undocumented Americans, Oneworld Random House, Nueva York, 2020, 208 pp.

Valeria Luiselli, Lost Children Archive, Alfred A. Knopf, Nueva York, 2019, 400 pp.


Mi interés por la narrativa sobre la migración surgió en la preparatoria. En ese entonces aún no estaba de moda en el mercado editorial. Mi afinidad nació porque me tocó vivir la experiencia. A los dos años fui diagnosticada con un tumor en el riñón. Al no encontrar un lugar donde se me brindara un tratamiento médico apropiado, mi madre decidió cruzar la frontera conmigo en brazos para intentar conseguirlo. De esta manera arribamos al barrio del Bronx en Nueva York.

La enfermedad, el hospital y la biblioteca pública conformaron mi niñez. Al unir esos tres factores con la historia de migración de mi familia no sorprende, entonces, la afinidad con este tipo de literatura, preocupada por los desplazamientos geográficos de personas venidas a menos y las consecuencias que ello conlleva. De chica no sabía mucho de nuestra situación, pero con el tiempo fui cobrando conciencia de lo que ello implicaba. Mi madre, por ejemplo, durante el transcurso del día desgastaba sus ojos en la máquina de coser de ocho de la mañana a cuatro de la tarde de lunes a sábado, y en la noche se lamentaba por haber dejado a mis hermanos en México. Ellos, por su parte, deseaban estar con nosotras. No fue hasta tres años después que, con ayuda de familiares, se logró recaudar dinero para reunirnos a todos. Eventualmente el estatus migratorio de algunos de nosotros cambió, pero durante toda mi infancia y adolescencia yo fui inmigrante indocumentada. 

Así pues, inmersa en una cultura donde la representación es vital, y en una etapa de la vida donde la construcción de la identidad se va formando, yo quería ver cómo se nos representaba a los inmigrantes. En los libros buscaba personajes similares a mis amistades, a mi familia, a mí. Primero sin mucho éxito. En la mayoría nos retrataban como seres miserables sin futuro, personas carcomidas por el deterioro, hologramas aislados, desterrados nostálgicos y toda isotopía que denote desolación. Por fortuna, hoy en día existen un sin número de obras escritas desde distintos géneros, experiencias y puntos de vista que no nos retratan de manera tan unidimensional. De entre todas esas narrativas sobre el tema, hay dos aproximaciones recientes que me parecen sugestivas. La primera es Lost Children archive de Valeria Luiselli (1983) y la segunda es The Undocumented Americans de Karla Cornejo Villavicencio (1988). Ambas tienen sus cualidades e incluso Luiselli invitó a Cornejo Villavicencio a colaborar en el número especial“Plundered” de la revista McSweeney’s Quarterly,editado por ella misma en el 2021. En sus páginas, Cornejo Villavicencio compartió una carta donde desaprueba la representación ultra sexualizada de la mujer latinoamericana en la cultura estadounidense. Las dos autoras, pues, escriben desde sus vivencias sobre temas afines; no obstante, la mirada y el estilo de cada una difiere mucho. Veamos de dónde nace su interés por esta literatura y cómo ilustraron sus ideas en sus libros.

En algunas entrevistas, Luiselli menciona sus estudios de doctorado en literatura comparada en la universidad de Columbia en Nueva York y su traslado a esa ciudad. Durante esa etapa, solicitó su residencia para radicar de manera permanente en el país. En algún momento fungió como traductora e intérprete en la corte federal de migración en la ciudad de Nueva York donde se dedicó a traducir los formularios de solicitud para asilo político de los niños migrantes. Fue entonces que su preocupación y enojo surgieron. Enojo en torno a las leyes migratorias, al trato hacia los niños, a la discriminación innata en el sistema judicial contra las comunidades latinoamericanas. En ese momento decidió escribir sobre la migración, pero sin dejar de lado la literatura. De ahí nació Lost Children, una novela donde la multiplicidad de voces y ecos de pasadas migraciones de niños son el tema central. En algún punto, Luiselli interrumpió su novela para escribir el ensayo Tell me how it ends, donde se enfocó en los niños migrantes que arribaron a su destino, mientras que en Lost Children ficcionaliza a los niños perdidos que nunca arribaron con sus familias.

 En ella, a lo largo de sus 400 páginas, conocemos a una familia a punto de dejar de serlo. La esposa, la primera narradora, en sus treintas, su hija de cinco años, el esposo y su hijo, el segundo narrador, de diez años. Ninguno de los personajes principales tiene nombre en ese momento, quizá con la intención de volverlos arquetipos. La pareja se conoció en la ciudad de Nueva York donde trabajaban juntos en un proyecto de la universidad para grabar los sonidos de sus alrededores, pero, en el presente de la narración, su matrimonio se encuentra en riesgo. El conflicto se desencadena cuando el marido le informa de su decisión de mudarse al suroeste, en específico, al estado de Arizona para grabar los “ecos” de los nativos americanos de la zona, los apaches. Ella y los hijos lo acompañan en su viaje por carretera para investigar de cerca la crisis migratoria de los niños indocumentados en la frontera. 

Entonces, Luiselli comienza un enmarañado juego a partir de diferentes obras literarias, mencionaré solo algunas: con la novela de viaje asociada en Estados Unidos a On the Road de Jack Kerouac, asimismo, con los muertos de Pedro Páramo, con los niños vueltos salvajes de Lord of the Flies, y con una novela inexistente, Elegies for Lost Children escrita por Ella Campobello. Con todas ellas, la autora teje una novela sustentada sobre distintas tradiciones literarias, tanto mexicana, como estadounidenses; sin embargo, tantas líneas narrativas vuelven a la novela-archivo difícil de procesar. A falta de emoción, lo que sí encontramos en Lost Children es harto intelecto mostrado a través de name dropping, referencia tras referencia, cajas y más cajas atiborradas de papeles de distintos temas, libros, fotografías, grabaciones y objetos que conforman un gran archivo sobre distintas voces reunidas para dialogar en torno a las migraciones a través de la historia de la humanidad. Todo ello me pareció interesante, pero finalmente las ideas se difuminan entre tanto documento y referencias de libros e historias sin inicio ni fin. El libro es un festín para la academia literaria norteamericana, no tanto para el lector ordinario y no digamos para los inmigrantes indocumentados, y casi parece escrito para ella (no sorprende, por ello, que la autora fuera nombrada recientemente Visiting Professor of Ethnicity, Indigeneity, and Migration en la Universidad de Harvard).

Incluso los personajes principales de Lost Children hablan desde la lejanía. No son como los inmigrantes que cruzan sin papeles caminando y escondiéndose por el desierto. Ellos se desplazan en coche y cuando agentes migratorios los detienen en retenes cercanos a la frontera con México, los padres simplemente mienten llamándose investigadores franceses que vinieron a contemplar el paisaje desértico en busca de inspiración; los agentes, por supuesto, les creen y ellos continúan su camino. O cuando conocemos a Manuela, la madre de las niñas que cruzaron la frontera a solas, su desarrollo como personaje se queda a medias. Cuando por fin comenzamos a sentir algo por su situación, sus hijas mueren y no se sabe más del tema.

Lo contrario ocurre en The Undocumented Americans, donde Cornejo Villavicencio crea un vínculo cálido e inquebrantable entre sus lectores y sus entrevistados. El libro nació de la necesidad de la autora por reconstruir los cuerpos y las voces de quienes han sido ignorados durante décadas. Esto con el propósito de contar la historia completa de lo que significa vivir como un inmigrante indocumentado en los Estados Unidos de América. El libro contiene ecos de “Noticia de un secuestro” de Gabriel García Márquez e Inferno: a poet’s novel de Eileen Myles. Sin duda, no es un libro tradicional, es, en palabras de la autora, “creative nonfiction, rooted in careful reporting, translated as poetry, shared by chosen family and sometimes hard to read”. En seis ensayos, la autora reúne una serie de voces de indocumentados que entrevistó. A la par reta a los lectores al preguntarles, “is this book nonfiction?”, pues asevera lo siguiente: para escribir sobre indocumentados se necesita licencia creativa y estar un poco loco. No es tarea para cualquier escritor.

La temática de migración no fue circunstancial en Cornejo Villavicencio; le precede una serie de experiencias personales. Nacida en Ecuador, pero trasladada a la ciudad de Nueva York por sus padres indocumentados a los cinco años, y ahora estudiante doctoral en la Universidad de Yale, la autora eligió contar las historias de los indocumentados no idealizados. Tampoco le interesó contar las tristes historias de las infancias perdidas durante su viaje para reencontrarse con sus seres queridos, ni la de mujeres y los hombres fallecidos en su intento por cruzar la frontera. Narra, sí, las historias de inmigrantes indocumentados que han sufrido los resabios del supuesto “American dream”. Para ello, entrevistó a quienes recogieron toneladas de escombros de la zona cero en la ciudad de Nueva York después del 11 de septiembre del 2001; a empleadas domésticas que día tras día limpian las imponentes mansiones de los millonarios; a hombres que todas las mañanas esperan frente a un “Home Depot” para ofrecer sus servicios de mano de obra barata.

Desde una perspectiva anclada en el humor e ingenio, Villavicencio nos presenta a inmigrantes que son seres sufrientes, sí, pero también son seres interesantes, poseedores de sueños y pesadillas, gustos y opiniones; enferman, pero no olvidan divertirse, son “cálidos, chistosos, serios, evasivos, filosóficos, raros, irritantes”. Curiosamente, la autora no realiza reportajes comunes, no lo hace desde la lejanía, pues forja relaciones profundas con sus sujetos. Habla como ellos, se viste como ellos, es ellos. De ahí que, al contar sus historias, lo lleve a cabo desde su “yo”. Esa subjetividad le permite tejer su propio testimonio e historia de migración familiar en las narraciones de sus entrevistados.

El libro, dedicado a la memoria de Claudia Gómez Gonzales –la joven guatemalteca quien fuese asesinada por un agente de la patrulla fronteriza de Texas en 2018 –está conformado por seis capítulos: “Staten Island”, “Ground Zero”, “Miami”, “Flint”, “Cleveland” y “New Haven”. Lo organizó de esta forma porque en un lapso de una década, Cornejo Villavicencio viajó a esas ciudades del país para entrevistar a inmigrantes en comunidades latinas. En “Staten Island” acudió a “Colectiva por fin”, un grupo de apoyo para indocumentados en busca de empleo. Visitó a jornaleros durante meses, trabó amistad con ellos, compartió fiestas con ellos, es decir, se permitió conocer sus lados más lúdicos. Por ejemplo, en una ocasión a Julián le pregunta, “If you left America, ¿what would you miss?” a lo que responde él “I’d miss the money” y ella concuerda, “ ‘Me too’ we both laugh”.

La autora reconstruye las historias de los indocumentados y logra transmitir los sentimientos de cada uno de ellos, mas cuando lo cree necesario, se permite hablar con su voz crítica y expresar sus descontentos: no logra comprender por qué el resto de las personas se refieren a los inmigrantes como “trabajadores indocumentados” y en cambio propone; “I almost wish they’d call us something rude like crazy fucking Mexicans because that’s acknowledging something about us beyond our usefulness –we’re crazy, we’re Mexican, we’re clearly unwanted!”

En «Ground Zero», Cornejo Villavicencio narra la historia de inmigrantes indocumentados que, en la mañana del 11 de septiembre, perdieron la vida en las Torres Gemelas. Así también, la de indocumentados latinoamericanos que formaron parte de los grupos de rescatistas, o quienes ayudaron a limpiar los escombros y ahora sufren las consecuencias fatídicas: el cáncer.

En “Miami”, la autora visitó una farmacia clandestina donde indocumentados obtienen drogas psicotrópicas para sobrellevar su vida. Acuden a esos lugares por falta de seguro médico, pues no se les permite ni comprar uno, incluso si cuentan con métodos de pago. Asimismo, exploró las otras maneras en que los indocumentados obtienen servicios de salud. Al frente de los cuidados de estas comunidades, descubrió, se encuentran colectivos de mujeres “cuidadoras y rebeldes”. Ellas conocen las hierbas necesarias para todo mal, mantienen farmacias clandestinas donde proveen medicamentos a los indocumentados. Saben de la ilegalidad de sus actos, pero lo consideran una necesidad humana, y con tal de aliviar el dolor de alguien más, continúan con su empresa.

En “Flint”, entrevista a latinoamericanos indocumentados habitantes de una de las zonas más empobrecidas de Michigan. En esa ciudad, el gobierno declaró estado de emergencia a causa de los niveles descomunales de plomo en el agua potable. Laura, dirigente de una organización de ayuda a inmigrantes, le enseña a Cornejo Villavicencio la tierra de nadie en que se ha convertido East Flint. Pese a ser un lugar inhóspito, quienes permanecieron allí fueron las comunidades latinas e indocumentadas. Muchos de ellos se enfrentan actualmente a diversas enfermedades terminales para las que carecen de acceso a medicamentos y deben recurrir a otras formas de curación. Cornejo Villavicencio no se queda con los brazos cruzados, sino que le extiende la mano a sus entrevistados. Ya sea asistiendo a manifestaciones, recaudando dinero, enviándoles medicamentos, las historias de sus entrevistados incitaron a la autora a la acción.

De ahí la relevancia de la escritura de Cornejo Villavicencio. Con su libro, nos acerca realmente a sus sujetos, a la par crea un efecto de movilización. No para huir de lo terrible, sino porque pese a lo terrible y los daños colaterales que experimentan los indocumentados, la autora aboga por sus sujetos y los invita no creerse las narrativas escritas sobre ellos. Los provoca con una escritura imaginativa salpicada de cierto humor sin dejar a un lado su objetivo; el de desafiar a sus lectores, impulsarlos a actuar, no a resistir, sino a defenderse, a estudiar, a forjarse un futuro y, finalmente, a demandar los derechos que les pertenecen: “This book will move you to be punk, when you need to be punk; y hermanxs, it’s time to fuck some shit up”.

Para concluir, dado mi interés personal con el tema, cuando de leer sobre migración se trata, no me impresiona cualquier libro. Las obras extremadamente artificiosas no me transmiten nada, porque si una obra posee un filtro intelectual exacerbado, no logro conectar con los personajes ni sentir sus experiencias. Lo único que se crea es una distancia irreparable entre el lector y la obra. En cambio, cuando la autora no tiene miedo a ensuciarse las manos y toma como inspiración el impulso de sus desaforadas emociones para crear un libro íntegro, donde construye a personajes entrañables, entonces ahí logra sumergirme por completo en su mundo, como lo ha hecho The Undocumented Americans.

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