Revista de Crítica ISSN 2954-4904
Literatura


Tania Favela, Remar a contracorriente; cinco poéticas: Hugo Gola, Miguel Casado, Olvido García Valdés, Roger Santiváñez, Gloria Gervitz, Libros de la Resistencia, Madrid, 2020, 160 pp.


Remar a contracorriente es un libro de ensayos sobre poesía. Más específicamente, un libro que reúne las más recientes reflexiones de Tania Favela (1970) en torno a la obra de cinco poetas con los que su trabajo se vincula por influencia, afinidad o causa común. Pero sobre todo, un libro que de manera inusualmente lúcida —y más que nunca, desesperadamente necesaria— muestra el valor del pensamiento poético para estar el mundo. Y aunque ciertamente los cinco ensayos del libro podrían ser evaluados en tanto su relación con los otros trabajos de la autora, Remar a contracorriente no resulta valioso en tanto estrella en la constelación biográfica de Favela, sino en tanto ejecución ejemplar de la reflexión lenta y el pensamiento distinto; prácticas que, amenazadas por las lógicas contemporáneas, existen a pesar de la velocidad, el arrebato febril y el puñetazo. Como argumenta el libro, pensar desde y con la poesía es pensar desde otro tiempo, lo que significa pensar desde el contraste y a veces también desde lo contraintutivo. Y sí, pensar la poesía es una tarea ardua, que bajo los parámetros de nuestro tiempo no produce dividendos; pero cuyo ejercicio, cuando practicado con paciencia, multiplica los horizontes de nuestro entendimiento. Ya lo decía Emily Dickinson, el poema es ejercicio de pensamiento, aplazamiento del juicio, travesía a contracorriente—“La Aguja reconoce el Norte que el Marinero no ve”.

I

A

Remar a contracorriente es, desde un punto de vista descriptivo, un libro que reúne ensayos sobre Hugo Gola, Miguel Casado, Olvido García Valdés, Roger Santiváñez y Gloria Gervitz. Ensayos que, como explica Favela en su nota introductoria, toman la última producción de cada uno de estos poetas (con la excepción de Santiváñez, de quien toma la obra reunida) con el fin de iluminar el conjunto del trabajo poético de cada uno de ellos. En esa dirección, todo aquel interesado en alguno de estos autores puede —y yo le sugeriría— visitar los ensayos de Favela, pues en ellos una otra forma de entender la totalidad de estas obras es formulada de manera inteligente y grácil.

Los ensayos de Remar a contracorriente sin embargo aspiran a ser algo más que ensayos interpretativos de la obra de cinco poetas hispanoamericanos (cuyas diferencias, algunas veces, resultan más vastas que sus semejanzas). Y es en esa aspiración sobre la que descansa una de las mayores virtudes del libro: uno puede no gustar de los autores estudiados por Favela y aún así interesarse por su contenido. Remar a contracorriente tiene el mérito de que las preguntas que movilizan la escritura son tanto específicas como generales. Específicas en tanto que cada una de ellas está en relación con el autor que explora y busca entender el trabajo que interroga. Las preguntas son generadas por los propios autores, por sus obras. En el libro no hay preguntas agendadas ni preguntas producidas al candor de las últimas novedades. Las de Favela son preguntas pensadas para valorar las obras de los autores, entenderlos a ellos, a los otros. Son, por ponerlo de otro modo, preguntas generosas. Generosas porque se preocupan por percibir los ritmos de los poemas, atender sus ansiedades y acompañar sus dilemas. Generosas también porque no buscan lo que no está en los textos, no intentan instalar genealogías. En ese sentido, aunque las poéticas estudiadas en el libro se podrían vincular con la propia poética de la autora, Remar a contracorriente no es un pretexto de Favela para ensayar sobre ella misma.

De hecho, si algo, lo contrario. Favela se hace a un lado para dejar hablar a los autores de sus investigaciones. Actitud que por cierto no es extraña en ella. Como su poesía, los ensayos de Remar a contracorriente están hechos justo de la disolución de esa pulsión de identidad que con frecuencia nos conduce a querer hablar sobre nosotros mismos, encontrar espejos donde lo que hay son semejantes: “por extraño que suene todos son tú sin yo / un rasgo un desvío (la diferencia que surge de la semejanza) / o al revés todos son yo sin ti ─pero ahí nada se resuelve─ / a lo más todo se revuelve” (de La marcha hacia ninguna parte). Pero ojo, la disolución de la identidad en Favela no es el producto de una ausencia o de la falta de una convicción. Nada más equivocado que eso: en Favela no hay identidad, pero sí individuo (individuo individual, no individualista). Individuo de reflexiones dilatadas, individuo que busca entender la obra de los autores sobre los que escribe. Individuo que toma una posición frente a lo que estudia. Posición que es radical aunque no absoluta (su radicalidad es la de la crítica). Paradoja de la realidad del yo: el sujeto es pescador, pero también es el pez.

B

Generales también (las preguntas) porque buscan indagar en los secretos originales de la poesía; aquellas encrucijadas que interesaron ya a los primeros rapsodas. Desde sus comienzos, el ser humano ha interrogado su estar en el mundo, así también se ha interrogado sobre lo sobrenatural de los fenómenos naturales. ¿Cómo explicar los modos en que la palabra abandona el terreno de la razón y se vuelve vibración, conmoción, lenguaje? ¿Cómo explicar que palabras mentadas mil y una veces, al ser hilvanadas en tal o cual orden, hacen a lo cotidiano resplandecer con el brillo de lo nuevo? Pensamiento de poeta. Mientras los historiadores del arte se interrogaban (muchos de ellos se siguen interrogando) sobre el genio detrás de las composiciones de Botticelli y las misteriosas contorsiones de la escultura de Laocoonte, Aby Warburg proponía que la genialidad en las obras de los maestros antiguos no se debía buscar en su novedad sino en su repetición de motivos originales. Cada vez que el ser humano se conmueve, explica Warburg, no es porque se ha topado con lo nuevo, sino porque se ha enfrentado con una brillante ejecución de lo semejante. Lo que juzgamos como genial es menos un mérito del genio que la atención del artista a las formas íntimas de la naturaleza, que al fin y al cabo siempre conducen a la ejecución de lo primitivo; vestigios que parecen ser una constante de la Historia aunque no necesariamente deudoras de una continuidad obvia. Postulaba Warburg que las formas primitivas parecían resistir la desaparición, sobrevivir en las palabras y en las imágenes, enviar todo de vuelta al origen. Toda transformación radical, toda noticia de futuro, todo cambio de paradigma, entre los que se incluyen las vanguardias y las más prometedoras revoluciones, no son sino el resurgimiento de un gesto practicado ya muchas veces a lo largo de la historia por distintos individuos y distintas culturas. La infatigable búsqueda de lo nuevo, a la luz de estas reflexiones, no es sino una instancia más de la vanidad y arrogancia de los seres humanos que buscan justificar su existencia a través de un a veces irrisorio culto al progreso. Lo sorprendente es con frecuencia la afortunada variación de lo conocido. La fuerza de lo primitivo que, discontinuo y anacrónico, regresa. Cuento esto porque, para mí, las investigaciones de Favela son análogas en varios sentidos a las inquisiciones de Warburg. Favela no se pregunta por lo nuevo en las obras de Gola, Casado, García Valdés, Santiváñez y Gervitz, sino por lo viejo conocido, las formas primitivas. Eso es: la poesía.

Remar a contracorriente es un libro sobre la naturaleza que alimenta las relaciones entre poesía y vida. Curiosidad que en manos de Favela se desdobla en muchas y variadas preguntas que no necesariamente responde, pero que explora con rigor y energía incansables (¿necedad incansable?). Favela sabe que no hay respuestas a sus preguntas, y que si las hay, esas respuestas no son meta —las respuestas calcifican, anquilosan, degeneran. Las respuestas con frecuencia generan certezas, que pronto devienen paradigmas, y luego, más tarde, apasionados anatemas. Como la de los autores que investiga, la doctrina de Favela es la de la duda. Lo que ella busca son las formas vivas, aquellas que a pesar de vacilar han permanecido en el cambio. Su disposición es hacia el matiz, el cambio de ritmo que supone volver a las formas —fuerzas— originales: ¿De qué está hecha la poesía? ¿Cuál es el mecanismo poético que convierte lo cotidiano en verso? ¿De qué modo la poesía se resiste a ser discurso? ¿En qué sentido la poesía es forma de vida? El muchas veces mal leído y peor interpretado eterno retorno nietzscheano —explica Didi-Huberman en ese fabuloso libro dedicado a entender el Atlas Mnemosyne de Warburg— no es un retorno a lo mismo y mucho menos a lo idéntico, sino un retorno a lo similar. Lo similar que guarda ciertas esencias y fuerzas del pasado, que recuerda algo pero que no es ese algo y que sin embargo parece insistir con idéntica potencia sobre ciertas preocupaciones de la cultura que, por lo menos hasta ahora, se han demostrado infranqueables. Es precisamente en ese sentido de lo que retorna como similar lo que Favela parece buscar en los autores que reseña: el valor de la poesía, las posibilidades del lenguaje y la absoluta necesidad del pensamiento poético para estar en el mundo.

II

Una de las ideas centrales de Remar a contracorriente es que la poesía debe ayudar a pensar; o mejor, que la poesía es pensamiento y que cuando esta es buena confronta al lector con sus más arraigados paradigmas. Pocas verdades hay que pasadas por el tamiz de la poesía no se tornen en preguntas, dudas. La poesía, como muestra Favela a lo largo de su trabajo, es por lo general detonadora de cuestionamientos; no de verdades y mucho menos de certezas. Antídoto contra lo eventual, el arrebato inconsciente. Poesía es pensar, y pensar lento. Contra la inercia de los tiempos, contra las seducciones de los monumentos.

Ahora bien, decir que la poesía es pensamiento sin mostrar de qué modo lo es sería una contradicción inadmisible, convertiría Remar a contracorriente en una paródica extensión de las astucias de la urgencia. Favela es consciente de ello. Ella sabe que no ofrecer razones es claudicar, entregarse a las exigencias y lógicas del ahora. Esto por supuesto no quiere decir que Favela crea que poesía es transparencia o que los poemas pueden ser simplemente disecados utilizando los instrumentos de la razón. Pero sí que el pensamiento poético es amplitud de mirada y que un autor que escribe ensayos sobre poesía tiene la responsabilidad de acompañar los poemas y hacerlos legibles: mostrar que por más radicales que resulten algunas exploraciones del lenguaje estas no son el producto de caprichosos arrebatos del ego ni tampoco peregrinajes sin anclaje en el mundo. Y es que visto con detenimiento, ni aún las más extremas aventuras de la lengua —Luis de Góngora, Sor Juana Inés de la Cruz, César Vallejo, Jesús Gardea, Emilio Prados, por mencionar unos cuantos— son producto de la gratuidad. Sus inflexiones responden preguntas, atienden circunstancias particulares. Son el resultado de una postura y una destilación particular del pensamiento.

Es en esa dirección (en la del crítico que intenta explicar a los otros el valor de tal o cual trabajo literario) que con vocabulario claro Favela argumenta sobre dos formas mediante las que las obras de Gola, Casado, García Valdés, Santiváñez y Gervitz traen a la mesa propuestas de pensamiento. Estas formas son el montaje y el ritmo.

A

Una de las insistencias de Favela a lo largo del libro es el montaje. Montaje entendido como yuxtaposición discontinua de imágenes cuyo resultado es por lo general una propuesta de sentido. De acuerdo con Favela, el montaje no debe resultar en un “encadenamiento” o secuencia narrativa tradicional, sino en un “choque” que produzca “conflicto” al lector. Es decir, el montaje debe sacudir la atención e invitar a la reflexión y/o contemplación desde un ángulo distinto al acostumbrado. Bajo esta perspectiva, el montaje puede ser entendido como una forma de conocimiento mediante la cual una serie de elementos es reorganizado con el fin de poner a prueba nuevas alianzas y secuencias (algunas veces ilógicas y contraintuitivas). El montaje hace de lo conocido algo extraño. Des-jerarquiza ordenes y valores, aunque no con el fin de proponer otros o negar los anteriores, sino con la intención de ensayar variaciones de lo conocido, poner a funcionar nuevas permutaciones. Y por ende, nuevos razonamientos: “se trata… de no saber de antemano, de no adaptar la mirada a cualquier idea, a cualquier teoría… toda idea preconcebida coarta la mirada, constriñe el pensamiento”.

Sobre este asunto, un ejemplo recurrente en el libro es el del montaje de acontecimientos históricos. En Remar a contracorriente, Favela señala repetidamente los modos en que los fragmentos de la historia común (la individual, la cotidiana) enriquecen el entramado histórico e invitan a reformular las convicciones monolíticas del todo. Favela sigue aquí, aunque parcialmente, a Walter Benjamin; de acuerdo con Benjamin, en tanto narrativa, la Historia es el resultado de un proceso de selección y organización que pone los acontecimientos al servicio de la fuerza política dominante. Quienes cuentan la Historia, ponen, excluyen y organizan los elementos de modo tal que estos resultan ya monumentalizados, ya relegados a las orillas. Esto por supuesto no significa que toda formulación de la Historia sea una flagrante tergiversación o que los relatos históricos sean producto de una perversa manipulación de los acontecimientos, pero sí que las certezas monumentales son susceptibles a ser desmontadas y reorganizadas de manera tal que ofrezcan un otro punto de vista. En Remar a contracorriente, Favela explica cómo estas operaciones de reorganización suceden en poesía y las razones por las que el poema resulta un terreno fértil para intervenir las jerarquías de la Historia.

Varias veces a lo largo del libro Favela señala que, a diferencia de la narrativa y otras formas convencionales del relato histórico, la poesía es un terreno en el que la producción de sentido no está sujeta al encadenamiento lógico (la naturaleza de su composición es apta para las expresiones del montaje). La poesía es, por ponerlo de otro modo, más libre: un espacio liberado en el que la lengua se desplaza con autonomía, donde la oración no es un requisito para el entramado, y donde en consecuencia la concatenación contraintuitiva (eso es, de nuevo, el montaje) ocurre con mayor soltura: “el espacio tomado por los poemas es el de la lengua, ese sistema de signos cerrado y coercitivo, ese sistema de signos que ha sido tomado antes por el Estado, por las instituciones culturales, la academia, los medios de producción, los medios de comunicación, etc.”. Favela se refiere aquí a una operación relativamente moderna en la que la poesía declina autoridad y reputación de verdad para a cambio recibir el derecho a transgredir las formas convencionales del lenguaje. O bien, como explica Favela más adelante: “los poemas liberan a la lengua al desviarla de sus funciones mediáticas, utilitarias, públicas, instrumentales, institucionales, y también al funcionar como conciencia crítica de la misma”. La poesía es, pues, por ponerlo de un modo simple, insubordinación de la lengua; y el montaje en poesía, entretanto, una de las formas de esa insubordinación.

En Remar a contracorriente, Favela explora algunas de las aplicaciones del montaje en poesía y los efectos de este ejercicio sobre la Historia. Por un lado, la autora señala los modos en que la naturaleza de la poesía es un espacio hospitalario al montaje; y por el otro, muestra las razones por las que el montaje poético resulta particularmente productivo para pensar las concatenaciones de sentido en las formulaciones históricas y coyunturales. Para Favela, los acontecimientos históricos (esos son los pasados y los relativamente presentes) son espacios sujetos a ser desmontados y repensados desde la poesía. Esto con el fin de animar un pensamiento autónomo, una desautomatización de las ideas. En suma, el montaje en poesía es —o mejor, aspira a funcionar— como conciencia crítica de la lengua. Conciencia que devuelva independencia a los individuos, conciencia que los lleve a pensar más allá de los paradigmas interpretativos que ofrecen los medios, el Estado y las universidades. Una vez más: poesía, ejercicio crítico, fatigosa labor del pensar.

B

Entre los variados procedimientos de montaje, a Favela le interesa uno en específico: las asociaciones sonoras de la lengua. Muchos de los esfuerzos del libro están puestos en explicar los modos en que las concatenaciones del sonido construyen unidades de sentido que avanzan lentamente y en contra del razonamiento lógico —“el sonido es el que permite el transcurrir del poema, ese deslizamiento entre verso y verso en el que el yo, discontinuo, titubeante, resbala”. De acuerdo con Favela, “el sonido es anterior al significado, anterior a la palabra y justamente es por eso que puede llevar al poema a un discurrir rítmico que flexibilice a su vez los contenidos”. En otras palabras, lo que en Remar a contracorriente se trata son las asociaciones rítmicas de la lengua, aquellas que desafían las asociaciones normativas del sentido.

Por asociaciones rítmicas Favela se refiere a las relaciones musicales del idioma, asociaciones que no necesariamente se pliegan a las reglas de la sintaxis y que muchas veces desafían las convenciones de la semántica con el fin de expandir los horizontes de la reflexión. Puesto de otro modo, en los ensayos de Remar a contracorriente, ritmo refiere motor de significado; no metrónomo ni tampoco pauta medida. Favela sigue a Henri Meschonnic en esta apuesta: de acuerdo con el crítico francés, el ritmo no es una característica aplicable a la lengua, sino su significante principal: el ritmo establece un continuum entre el leer, el escribir, el vivir y el pensar. Para Meschonnic, lenguaje y vida son indisolubles, y por tanto, las exploraciones del ritmo son también exploraciones del pensamiento.

En Remar a contracorriente, Favela analiza los modos en que las lógicas del ritmo descubren relaciones que con frecuencia son negadas en las formas convencionales de la comunicación. El ritmo habilita una organización que no obedece las pautas del razonamiento formal, anima un tejido sonoro-semántico que por sí solo tiene la capacidad de sostener los andamiajes del pensamiento, dotarlo de sentidos. Sentidos que muchas veces se contraponen a la idea o se le anticipan. Las construcciones rítmicas cargan las imágenes de una “afectividad” a la que no se llega, o que se llega muy tarde, por el camino de la lógica. Seguir las lógicas del ritmo es seguir muchas veces una organización contraintuitiva de las ideas. Organización que, irremediablemente, descubre posibilidades de asociación y por ende de perspectiva.

De acuerdo con Favela, el ritmo va arrastrando significados y construyendo asociaciones que desbordan el sentido de las palabras que lo forman. El ritmo convoca las palabras que nombra, pero también las que recuerda; y no solo es lo que sugiere, sino también lo que produce en el cuerpo y en el aliento. De ahí que Favela hable todo el tiempo de resonancias rítmicas. Las resonancias animan una forma polifónica del pensamiento, ya que de un solo movimiento apuntan hacia distintas direcciones. A través del ritmo, la memoria es puesta en relación con el eco, la huella, el recuerdo de una voz, los residuos del tiempo. Estas asociaciones no obedecen encadenamientos tradicionales, sino sus propias leyes de organización. El objetivo: “no pensar… desde los códigos preestablecidos, sino desde el poema mismo: solo desde ahí se puede generar una lengua singular y por lo tanto un pensamiento crítico.” Es decir, ritmo en tanto pensamiento y posibilidad.

III

En Remar a contracorriente, Favela muestra cómo la lectura de poesía funciona como un antídoto contra la inercia y la inmediatez: una lectura bien ejecutada nos devuelve el aliento, nos hace detenernos, restituye la salud. En Remar a contracorriente, Favela escribe un caso sólido en favor de la poesía, mostrando los modos en que esta es relevante en tanto generadora de ritmos y preguntas. La poesía combate la mercantilización de los miedos y las facilidades del progreso. Por este camino, es posible decir que Remar a contracorriente tiene también un valor pedagógico. Pero no pedagógico en tanto que le indica al lector qué o cómo pensar, sino en tanto facilitador de herramientas para el ejercicio del pensamiento. Remar a contracorriente no es un libro de certezas y mucho menos de sentencias. Es un libro que orbita alrededor de la poesía para mostrar cómo algunos de sus mecanismos ofrecen posibilidades para reorganizar la realidad, y pensar con ella y sobre ella. La poesía abre brechas en el tiempo, muestra las texturas y redes del mundo. Permite reimaginar y repensar; acaso sobre todo repensar. Las reflexiones de Favela son milenarias en tanto que sus curiosidades no responden a la coyuntura de los tiempos, sino a las urgencias del espíritu. Sus preguntas son por la permanencia del poema. El poema como enclave de lo espiritual, el poema como último resquicio del pensamiento y el civismo.

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