Revista de Crítica ISSN 2954-4904
Literatura


Juan Tallón, Obra maestra, Anagrama, Barcelona, 2022, 328 pp.


¿Qué requisitos ha de cumplir una obra de arte para que los entendidos en el tema, sea cual sea, se atrevan a considerarla una obra maestra? Quizás debe estar hecha de un material duro, escaso, imperecedero, atractivo; pesar mucho o deslumbrar por sus dimensiones; que nos hipnotice por su aspecto o nos atraiga por su significado. Equal-Parallel/Guernica-Bengasi cumple estas condiciones. La monumental escultura de Richard Serra era un conjunto de metal de 34 toneladas que un día desapareció sin dejar rastro. Y reencarnó, años más tarde, en una réplica casi idéntica construida por el famoso escultor. ¿Es una obra de arte la copia expuesta al público en el Museo Reina Sofía? Este es el meollo hipnótico y significativo de la historia que cuenta Juan Tallón en su Obra maestra. Una novela de ficción que recuerda a un ensayo sobre el arte moderno y su gestión institucional. Construida, como si de una escultura se tratase, sobre los testimonios de galeristas, periodistas, artistas o críticos de arte. Contada a modo de crónica periodística fiel a los métodos de investigación utilizados por los profesionales de la comunicación a la hora de escudriñar indicios, reunir evidencias, buscar declaraciones, articular noticias. Y es, sobre todo, “la biografía de un objeto inanimado, pero vivo”, según comenta el propio Tallón. Un objeto al que le ocurren sucesos absurdos, increíbles y desternillantes narrados en primera persona por gestores del arte contemporáneo, transportistas, obreros (del puerto o la fundición), vigilantes de seguridad, taxistas…  Convertidos en setenta y tres voces que empujan al lector página a página, sosteniendo la historia para impedir que decaiga el misterio. Voces que intervienen en respuesta a un supuesto entrevistador anónimo. No obstante, el relato se construye usando un lenguaje mucho más literario que periodístico. Si bien es cierto que la obra exalta el papel de la noticia, también hace que esta trascienda. Que la desaparición de la escultura, como realidad noticiable o como suceso, sea relatada por cada personaje con un tono literario propio. La jefa de prensa de Cultura, por ejemplo, utiliza un tono trágico par decirnos: “No podía creerme lo que estaba leyendo. Yo leo con gafas, y me las quité porque me pareció que iba a explotarme la cabeza”. Algún agente de policía se sirve de un tono más informal del que cabría esperar al confesar: “Nos pareció que buscar bajo tierra la escultura era un disparate, pero estábamos tan desesperados y ofuscados que creímos que había que hacerlo igual”. Y entre los diferentes tonos que utilizan los numerosos artistas que intervienen (condescendiente, burlesco, formal, cercano, pedante…), vale la pena destacar el de un tal Isidoro Valcárcel Medina que afirma, entre jocoso e irónico, que “la obra maestra es robar la escultura de Richard Serra, no hacerla”. Cada una de estas voces son capaces de transmitirnos la actitud del narrador y poner en ella la emoción por lo que cuentan.

Atentos al ir y venir de la escultura y luego, a la gestión de la desaparición, tenemos la sensación de presenciar una verdadera obra maestra de la ineptitud en la gestión del arte por las instituciones españolas implicadas. Un ir y venir que también nos habla del autor: acostumbrado a moverse del castellano al gallego y viceversa, de la militancia y la implicación a la decepción, de la aceptación a la crítica, del periodista al escritor. Cuando Tallón se refiere al proceso de creación, reconocemos que, al igual que la escultura de Serra, la novela viajó de aquí para allá en el tiempo como piezas de hierro forjado expuestas en salas vacías, resguardadas en sótanos cerrados (o en cajones de algún armario), trasladadas en camiones oscuros (o en transporte público), depositadas como chatarra (indiferente); sin que, en ningún momento, se pierda la armonía argumental del relato.

Abundan en su obra referencias al periodismo como oficio o profesión, al papel de la prensa como transmisora de información, a la crónica periodística como género literario. Más allá del interés noticioso que puedan tener los sucesos que nos cuenta, sean reales o ficticios, y de la curiosidad periodística, hay un afán de análisis, de juicio y de opinión. Una crítica social contributiva y comunitaria. En ocasiones expresada como una denuncia radical a la prepotencia, la desigualdad y la injusticia. A veces, solo pretenden apuntar con un dedo en un gesto que resulta insuficiente para hacer tambalear el equilibrio de las fuerzas gestoras del poder. Ninguna de las dos suele caer en saco roto.

Ya en El váter de Onetti, Tallón se muestra a sí mismo a la vez resacoso y militante, decepcionado y entusiasmado. Como quien busca, a través de los personajes, un cambio de ambiente al que arraigarse. Una búsqueda en la que los lugares se nos presentan a través de sus ruidos, olores o sabores. Equiparable a Obra maestra en la apariencia de novelas desorganizadas. Tanto como podrían parecérnoslo una mudanza o un despido. Porque en ambos las cajas cerradas y precintadas pretenden esconder con delicadeza el engaño, la impostura. Convirtiéndose en verdades oportunamente disfrazadas de ficción.

A pesar de que, según ha comentado el autor, se esforzó por no hacer una crónica periodística, en Salvaje oeste también alude al periodismo, sea como oficio o como recurso literario, para detallar la interacción de la prensa con diferentes formas del poder. Dejando al descubierto la intención de las élites, las clases dominantes, los que regentan el poder en su afán por administrar la honestidad en beneficio propio. Una aspiración que no se detiene hasta mermar la confianza de las masas. A diferencia de Obra maestra, que parece pasar de largo por encima de la responsabilidad institucional, aquí los poderes quedan retratados de tan cerca y con tanta nitidez que la novela acaba convertida en una crónica auténtica y vigente de nuestra época.

Otro recurso literario que triunfó en Rewind y que reutiliza en su última novela es el juego con el timbre y la intensidad de las voces. Aunque cinco parecen pocas si las comparamos con las setenta y tres que oímos en Obra maestra, en ambas los testimonios van del pasado a la catástrofe y de esta al futuro, si bien estos eventos, en una y otra novela, están representados por cosas diferentes. Rewind parece un canto de desesperanza a los remordimientos, a lo que pudieron hacer mejor los personajes, al escozor de las heridas abiertas por una tragedia y a cómo rehacerse. Todo esto expresado a través de un amplio abanico de emociones. En Obra maestra las emociones parecen camufladas en la sátira, en la ficción, en la investigación de un suceso real, en la reflexión de hasta dónde puede llegar la impostura en el arte moderno. Descubriéndose como una crítica velada al papel de las instituciones que interactúan con el arte. Un crítica fina y delicada que parece menos transgresora y desobediente de lo que pretende a ser. Sustentada en la voz de los personajes que se conocen sin coincidir y que pocas veces hablan entre sí. Presentados al lector por su nombre seguido de una función, empleo o profesión que los relaciona de alguna manera al arte moderno y a la gestión de este. Un conjunto de personajes aparentemente inconexos que acaban relacionados por testimonios que nos revelan muchos de sus rasgos, sean defectos o cualidades.

Hay, además, en Obra maestra, un discurso autorreferencial. El autor irrumpe en la obra para enfatizar, como si hiciera falta, la crítica social a la inoperancia, la burocracia y la desidia institucional en relación con la gestión del arte. Se comporta como un impostor que usurpa el rol y la palabra a sus personajes. Uno más. Y una manera vanidosa de reforzar una de sus tesis: “Si no fuéramos impostores la vida sería insoportable”. El autor es supuestamente entrevistado y habla presentándose como “Juan Tallón, escritor”, y confiesa que “empecé a obsesionarme con Equal-Parallel/Guernica-Bengasi en 2009. Empecé a dar vueltas a la idea de una novela sobre la escultura y su desaparición” y “de vez en cuando me invadía un miedo atroz a que otro escritor se interesase por la obra de Serra”.  Como periodista estuvo atento al recorrido, a la desaparición, y asistió a la muerte de la escultura que en la obra deviene personaje. Posteriormente acudió fascinado a su reaparición. Se mantuvo a la espera de una manera eficiente de organizar la información que fue recopilando a lo largo de los años, y al final se introdujo con ímpetu en la historia de un suceso desconcertante: la desaparición, hasta que consiguió reedificarla transformada en novela.

De principio a fin, Tallón consigue una amalgama creíble de la realidad con la ficción, tanto que los personajes acaban siendo los responsables de sus declaraciones. Coincido con el autor cuando ha dicho que si aparece la escultura desaparece el enigma y se desvanece la leyenda. Si ocurre, la copia expuesta de la obra maestra de Richard Serra perdería su papel evocador. Y en la Obra maestra de Tallón se derrumbaría la fascinación y el misterio sostenidos hasta la frase final: “¿Te imaginas que es?”.

  • Violeida Sánchez noviembre 13, 2022 at 11:10 am / Responder

    Un auténtico placer leer Obra maestra y colaborar con Criticismo. Gracias

  • Sherlyn Cisneros diciembre 2, 2022 at 10:12 am / Responder

    Esta reseña me pareció bastante interesante ya que es algo real que vivimos día con día, hace énfasis sobre la desigualdad e injusticia que hay, como el autor relaciona el arte moderno y a la gestión de este, cada personaje ficticio tiene diferente voz y que nos revelan diferentes perspectivas.

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