Revista de Crítica ISSN 2954-4904
Cine


Theo Anthony, Luz por todas partes, Estados Unidos, 2021.


Quizás antes de empezar a leer esta crítica quieras tapar la cámara que apunta hacia ti, o si no después. All light, everywhere (Luz por todas partes) es un documental ensayístico digno del siglo XXI que trata el tema de la videovigilancia de una forma muy particular. Es una pieza dirigida, escrita y montada por el prometedor cineasta Theo Anthony, quien, tras su ópera prima, Rat Film (2017), se sigue adentrando en su ciudad natal, Baltimore. En este film, Anthony muestra los entresijos de su gran urbe donde, ahora, parece que un ojo omnipresente amenaza con vigilar a toda la población.                    

Luz por todas partes brilló en diversos festivales de cine. Los más destacados fueron el de Sundance y el Documenta Madrid. En ambos se alzó con los premios del jurado. En Zúrich recibió el premio de cine científico. Enmarcar la última película de Anthony como una pieza científica no es la mejor forma de calificarla. En este film, el joven cineasta expone la búsqueda de la objetividad por parte de la tecnología y su incursión en la sociedad actual donde se percibe la confrontación entre seguridad y supervigilancia. Un tema bastante tratado en reportajes televisivos o documentales clásicos que, en esta ocasión, se abarca desde distintos puntos de vista que son salpicados por toques poéticos mediante una voz en off e imágenes cargadas de simbolismo histórico y posmoderno.

El largometraje se sitúa sobre dos líneas narrativas. La principal sigue el proceso de creación de dos elementos de la compañía AXON: una cámara corporal y un arma de electrochoque (TASER) generalmente utilizadas por los cuerpos de policía estadounidenses. En segundo lugar, observamos cómo un empresario intenta vender su sistema de videovigilancia aérea a la comunidad afroamericana de Baltimore. Esta es la base sobre la que se erige la pieza de Theo Anthony. A partir de ahí, compone un relato en torno a la generación de imágenes, su poder y utilización tanto en los inicios de la fotografía como en la actualidad. Un análisis concienzudo del tema donde el cineasta se deja llevar por sus investigaciones y lo hace notar de una forma agradablemente lírica que nos lleva a recordar el hacer ensayístico de Chris Marker y su obra Häxan (1922).

El ojo es el elemento central sobre el que medita Anthony. Un órgano que cuenta con un punto ciego que es rellenado por el propio cerebro para tener una imagen completa de la realidad. Así empieza el documental. Tras esto nos sumergimos en las instalaciones de AXON de la mano del portavoz de la empresa tecnológica. Asistimos a toda una performance corporativa, donde el hombre con traje presenta a la corporación y su sistema de trabajo. Su buque insignia son las cámaras corporales diseñadas para los policías que tratan de imitar el ojo humano y captar todo aquello en el acto de servicio. El material grabado se sube inmediatamente al servidor de AXON y se utiliza como prueba en los procesos donde la policía está implicada. Hasta ahí, parece que la tecnología suma a la sociedad. Pero lo cierto es que el aparato está muy limitado en su capacidad visual y está lejos de ser un testigo objetivo. La meta de buscar la máxima objetividad se aleja cuando el material puede ser visionado por la policía antes de declarar en la corte. Una vez más, el poder manipula la realidad para su interés. “El acto de observación confunde la observación”, escuchamos que dice la voz en off.

 El relato se va construyendo en un tándem entre el portavoz de la empresa tecnológica y la voz de la narradora; evidentemente, cada uno defiende su tesis. Lo curioso es que el portavoz, en el intento de vender “sus productos” como una garantía de seguridad, los termina demonizando sin querer a través de un subtexto que crea el documentalista Anthony de una forma excepcional, con imágenes de archivo e historias en el inicio de la fotografía y proyectos parecidos a los que plantea AXON.

El otro hilo conductor de Luz por todas partes es la reunión que mantienen el CEO de una empresa (Persistant Surveillance System) que ofrece un servicio de videovigilancia aérea y varias personas afroamericanas de Baltimore, donde el primero quiere que los segundos den el visto bueno a la implementación de esta tecnología para reducir los índices de criminalidad de la ciudad. El programa se denomina Eyeview –similar a Google Earth– donde las imágenes se actualizan cada segundo. Se trataría de un ojo omnipresente, una vista de Dios que se cierne sobre una ciudad conflictiva.

La sala donde están reunidos forma un enclave de puntos de vista que difieren unos de otros sobre el uso de la herramienta de supervisión. La cámara encuadra con un primer plano a cada personaje presente, como intentando separar unas ideas de otras. Así pues, esta decisión formal del cineasta quizás pretenda trasladar la forma del film, el cual no expone explícitamente una única visión a favor o en contra de la evolución tecnológica, sino que también parece buscar la objetividad que persiguen las cámaras corporales de los policías o el ojo de Dios que sobrevuela Baltimore. T. Anthony sabe que es imposible alcanzar esa neutralidad y lo hace explícito al mostrarnos cómo es el montaje de la propia película; cada uno forma su propia objetividad, incluido él mismo. Esto me lleva a recordar 21 lecciones para el siglo XXI de Yuval Noah Harari, quien exponía que los algoritmos también toman decisiones y lo hacen siguiendo a quienes los han programado, lo que reafirma también la inviabilidad de la imparcialidad en las máquinas.

En cuanto a los aspectos técnicos, hay que destacar la capacidad asociativa del director estadounidense, quien no duda en introducir imágenes corporativas de AXON, del funcionamiento del EyeView o de la cámara corporal de los agentes de policía.  Asimismo, el uso del sonido es inmersivo, tanto el de dentro del cuadro como el de fuera, representado principalmente por la voz en off femenina que da luz a los pensamientos de Anthony, pero que, en ocasiones, nos aleja un poco de él en esa disociación de timbre. Es preciso señalar la excelente banda sonora compuesta por Dan Deacon que otorga una lucidez aún mayor a las imágenes que acompañan: personas mirando el cielo, vistas de pájaro, una bola de fuego, entre otras. Sin música, al largometraje le faltaría alma y el espectador carecería de una melodía para poder reflexionar sobre lo que observa.

Luz por todas partes es una obra singular que nos hace vibrar y meditar sobre el poder de las cámaras y la videovigilancia. Donde no hay un punto de vista superlativo ni único. Así, Anthony expone luces y sombras del actual sistema en el que la tecnología juega un papel importante, ya que puede hacer que la vida de toda la humanidad cambie. ¿A mejor o a peor? Esa conclusión es personal, como nuestra mirada y el punto ciego que rellenamos con nuestra imaginación. Pero, ante todo, es un muy buen punto de partida para iniciar nuestra reflexión acerca del tema. No perdamos de vista a Theo Anthony. Estoy seguro de que nos aportará mucha más luz a nuestra vida con su magnífica labor documentalista.

Publicar un comentario