Revista de Crítica ISSN 2954-4904
Literatura


Rafa Cervera, Lejos de todo, Jekyll & Jill, Zaragoza, 2017, 136 pp.


El periodista Rafa Cervera, autor de otras publicaciones como Alaska y otras historias de la movida, ha centrado su trayectoria editorial en la crónica novelada del mundo del arte independiente de las décadas de los 80 y 90. Su universo referencial, por tanto, ya forma parte de la cultura popular. En la novela Lejos de todo, continúa esta tendencia convirtiendo la figura de David Bowie en el hilo conductor de la obra.

Este es quizá el núcleo central de este libro, las referencias, algo que se anticipa en los cuatro paratextos previos a la narración, que conjugan a Enrique Vila-Matas, Charles Dickens, Nick Cave y, como no podía ser de otro modo, David Bowie. La obra supone un compendio referencial en el que se envuelve una trama mínima que conecta al cantante y compositor con tres adolescentes que pasan el verano en Valencia. Se entrelazan no solo alusiones a la cultura del momento de la narración, sino también a obras más clásicas, como es el caso del cuadro de Las hijas del Cid de Ignacio Pinazo. Dicha mezcla funciona por los sentimientos generales que impregnan el conjunto de la obra: sensualidad y soledad. Ambos motivos encajan a la perfección con la trama que el autor ha escogido para presentar todo su cocktail de referencias: la adolescencia y el descubrimiento del amor sensual. En definitiva, se trata de una “novela de aprendizaje” encuadrada en la costa valenciana.

Con este comentario me refiero exclusivamente a lo que considero el núcleo narrativo de la novela, puesto que la trama paralela protagonizada por Bowie carece de evolución u objetivo, por lo que resulta más un espacio en el que jugar con las referencias del autor. Y este es el principal problema narrativo y formal de la obra.

Las dos supuestas tramas están muy equilibradas en cuanto a la importancia que el autor les concede. Sin embargo, una de ellas carece de funcionalidad narrativa real y la otra carece de potencia referencial, provocando que las asociaciones entre ellas resulten algo forzadas e incómodas. Los puntos de unión tienen una fuerza onírica que, pese a representar muy bien el sentimiento de soledad veraniega adolescente, no encajan con el tono narrativo de la línea argumental protagonizada por Bowie que, de hecho, por esta razón entre otras, carece de final concluyente (en esto, evidentemente, influye el hecho de que la biografía del cantante es de sobra conocida por el lector).

Este desequilibrio de modos narrativos y referenciales provocan que la novela “cojee” en cierto modo, lo que causa que los puntos en los que ambas partes se unen resulten obvios y forzados (mejor no entrar a comentar el desenlace de la obra, precipitado e incómodo). Tal vez si ambas narraciones hubiesen circulado independientemente compartiendo únicamente el sentimiento general y las referencias culturales, hubiera funcionado mejor.

Sin embargo, hay un aspecto muy positivo de la novela que es necesario destacar: el retrato fotográfico del sentimiento de soledad e incomodidad social. La falta de narratividad provoca que cada capítulo de la obra parezca más bien un cuadro romántico en el que la soledad es la gran protagonista, mientras que el resto de los elementos resultan meros vehículos de expresión. El marco del paisaje costero valenciano en verano resulta perfecto para la novela: con una grandeza y serenidad tradicionales que pueden perfectamente producir la misma sensación de extrañamiento y alienación tanto en David Bowie como en un adolescente español.

Este es exactamente el punto más original de la obra: la equiparación emocional de Bowie y tres adolescentes españoles. En esta asociación se encuentra la clave del éxito que artistas como Bowie o, en otra década, Nirvana, han cosechado por parte de un público muy joven: las mentalidades incomprendidas y torturadas capturan de forma magistral el sentir de la adolescencia.

De este modo, a pesar del flagrante problema de equilibrio formal, hay un tratamiento emocional delicado. De hecho, considero que esta novela tiene un público perfecto: nostálgicos que extrañan los descubrimientos adolescentes y el sentir indie más puro (por supuesto, tienen que ser amantes de la etapa setentera de Bowie o no funcionará en lo absoluto).

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