Revista de Crítica ISSN 2954-4904
Cine


Casey Affleck, La luz de mi vida, Estados Unidos, 2020.


Un padre le cuenta un cuento a su hija en el interior de una tienda de campaña bajo la luz de una linterna. Esta va dando su opinión en cada momento y cambia las reglas del juego continuamente. Ella es exigente con el relato del padre, pero al final no solo escucha sino que queda seducida por lo que oye. En un principio, le pide que el cuento no verse sobre ella, y también que los personajes sean menos infantiles que los que han protagonizado otros relatos, luego se deduce que es todo un ritual la labor del padre como cuentacuentos. Él le dice que le va narrar la historia de una zorrita llamada Goldie.

Goldie vive en su madriguera con Art, su marido. Y este se desvive por ella, pero viven una aventura que les pone a prueba durante la gran tormenta. Una tormenta que predice una máquina que inventa Art. Este, mientras prueba su máquina en lo alto de la montaña, ve en otra cima a un humano con pinta de iluminado, que no le da buena espina. Al regresar a casa, Goldie no está. La busca y la encuentra en una cola para participar en una competición: los mejores de cada especie ganarán como premio un viaje en un barco. Goldie es la elegida entre todos los zorros para subir al arca de Noé. Art descubre que Noé, el patrón del barco, es el iluminado que se encontró en la montaña. El pobre Art no pasa la competición para entrar en el arca y regresa solo a su madriguera. Junto a Goldie ha ganado Fang, otro zorro que no es su compañero de vida.

En la soledad de su madriguera, Art piensa que también Noé predijo la gran tormenta y que construyó ese barco para salvar a las especies animales, pero él vio que esa embarcación no estaba bien hecha cuando se despidió de Goldie. Ella, inocente, imaginaba que solo iba a estar unos días fuera disfrutando de su premio. Pero Art se da cuenta de que todos los animales, inconscientes del peligro que están viviendo, van a morir irremediablemente. Entonces Goldie se convierte en la protagonista de sus pesadillas, y ahí grita desesperada: socorro, socorro… Pero el zorro despierta, se pone manos a la obra y crea su arca, el arca de Art, y va al rescate de su amada. Y, de paso, salva a todos los demás. Pero en la historia de la humanidad los méritos se los llevó Noé. A Art nunca le importó, él fue feliz volviendo a vivir con Goldie en una madriguera, y con unos lazos mucho más fuertes.

La hija se queda mirando a su padre y le señala que le había dicho que el cuento iba de Goldie, pero que finalmente es la historia de Art. El padre, sorprendido, asiente y le da la razón. La sesión de cuentacuentos ha terminado. La luz se apaga.

Así empieza Casey Affleck La luz de mi vida, película que protagoniza, escribe y dirige. Se toma los quince primeros minutos para mostrar a un padre contando un cuento a su hija Rag (Anna Pniowsky). De esta manera nos va adentrando en la preciosa intimidad que construyen padre e hija. Y el cuento arma el universo especial que intenta transmitir el padre, donde él protege, pero a la vez también crea un espacio de libertad e intensifica los lazos de amor entre ambos. Poco a poco, se va desvelando que viven en un mundo hostil, y que el padre trata de que su hija crezca y madure con naturalidad, resguardando en lo posible su libertad de pensamiento e inocencia.

Affleck recrea de soslayo un mundo distópico. A base de detalles sutiles, se desvela cómo la tierra fue arrasada por un virus que atacó a las mujeres. De esta manera, con ese desequilibrio demográfico entre hombres y mujeres que ha provocado el virus, aflora lo peor de muchos hombres. Así se intuye que las pocas supervivientes de la pandemia tienen que vivir ocultas y protegerse de los posibles ataques. Por eso el padre viste a Rag como un chico, y no hacen más que huir de un lado a otro. Sin embargo, este inculca a su hija un mundo de conocimientos y de amor a la humanidad. Le transmite la esperanza, aunque él se esté quedando ya sin apenas fuerzas. Con ráfagas breves de flashbacks se revela, como pinceladas impresionistas, la historia pasada del padre, profundamente enamorado de su mujer, y cómo esta fue contagiada por el virus. Este rememora como su mujer, antes de morir, le consoló dándole fuerzas para continuar sin ella, y asegurándose de que sacaría adelante a la hija de ambos en esos tiempos inciertos. Por estos recuerdos que le acompañan diariamente el padre amplía su repertorio nocturno con historias donde ellos son los protagonistas. En esas narraciones él siempre deja ver lo especial que es Rag y la repite continuamente que no tenga ninguna duda de que él la quiere muchísimo. Tampoco deja de lado anécdotas sobre la madre de Rag para que esta no caiga en olvido, pues además una de sus peticiones fue que su hija supiera de ella. Una noche se ríen los dos al recordar este cómo la madre en todos los viajes junto a él, aunque salieran fatal y les pasaran mil y un incidentes, siempre estaba feliz. Estos viajes le parecían lo mejor del mundo y le decía: “Qué bueno, ha sido nuestra aventura de amor”.

El exterior es una amenaza continua, no hay un enemigo determinado, pero sí una hostilidad siempre latente cuando aparece algún desconocido. A Casey Affleck lo que le interesa mostrar son los lazos fuertes entre padre e hija, pero también sus dificultades, sus peleas, reconciliaciones y miedos. Y especialmente recrear esos momentos íntimos y delicados en los que se cuentan historias en la oscuridad de la noche bajo la luz de una linterna. Rag ya va a entrar en la adolescencia, tiene ganas de tener un hogar, de ver a otras chicas, de asentarse, de tener cosas bonitas sin tener que abandonarlas, de no huir siempre ni seguir las estrictas normas de protección de su padre… Y el padre tiene miedo de no poder protegerla, y a la vez de que su hija no sea feliz. Lucha porque ella se sienta segura y que note que él va a estar a su lado pase lo que pase. A su vez le inculca la importancia de la libertad, la independencia y el poder de valerse por sí misma.

De esta manera, Affleck logra acercarnos al universo de ambos, y que queramos que nada les ocurra. Así cuando el peligro es evidente y real, el espectador sufre con ellos. Pero también toma todo el sentido el cuento de El arca de Art. La noche antes a que les estalle el terror en la cara, en su sesión de cuentacuentos nocturno, Rag toma las riendas de la velada. Le dice a su padre que si se acuerda de Goldie. Y este le dice que sí. Entonces ella le explica que va a contar su historia. Da un vuelco al relato, le da otro significado (incluso modifica las pesadillas de Art, y se inventa que en realidad este oye mal, ella no grita socorro, sino que dice el nombre de una planta marina que es fundamental para que el barco no se hunda) y convierte a Goldie en la heroína y salvadora del mundo. En su cuento, incluso Fang, el zorro rival, no es un enemigo, sino que se convierte en un buen amigo de la protagonista. No hay odio ni hostilidad. Y ella toma las riendas del arca para terminar viviendo felizmente junto a Art en su madriguera, dejando que este piense que fue el salvador. A su padre le parece el cuento más bonito que jamás ha escuchado. De esta manera, Rag escenifica que ahora ha tomado las riendas de su vida y que puede ser protagonista. Más tarde, en un final incierto, pero hermoso y con la luz del sol sobre su rostro, queda claro que los roles han cambiado. Ahora, una hija consuela a un padre herido y agotado y le tranquiliza ante un futuro desconocido y desolador. Al fin y al cabo, están viviendo su particular aventura de amor.

La luz de mi vida contiene en su interior muchas de las claves para narrar cinematográficamente una pandemia en el mundo y sus consecuencias. Pues, como bien explicaban los profesores Jordi Balló y Xavier Pérez en el ensayo La semilla inmortal. Los argumentos universales en el cine, hay argumentos en la mitología, en la literatura universal y en los cuentos populares que se repiten en distintas obras cinematográficas. Es más, añado que hay argumentos de otras películas que ya son también un referente universal y que sirven para contar otras historias en la pantalla. Estos argumentos se convierten en fuente de inspiración y son ‘leídos’ de nuevo con otra mirada, pero con un mismo fondo. Así Casey Affleck da toda la importancia a los cuentos para construir una nueva mirada, para que sirvan de puerta y les proporcionen a los protagonistas herramientas para enfrentarse a un mundo hostil. Por eso, rescata un relato bíblico y convierte en personaje secundario a Noé y su arca. Los verdaderos protagonistas son una pareja de animales astutos, dos zorros. En la tormenta que arrasa la tierra, son ellos los que toman las riendas de la historia. Así Affleck centra el horror de la pandemia en la relación de un padre y una hija, ellos son los protagonistas.

Pero también hay otros ‘argumentos universales’ presentes en La luz de mi vida, que beben de otras películas sobre pandemias, que a la vez adaptan obras literarias o surgen de la imaginación de los guionistas. Cuando se estrenó la película de Affleck, algunos críticos cinematográficos señalaron su sensibilidad, pero que suponía una especie de déjà vu, pues les remitía a otros films de tema similar. Más que déjà vu, hay huellas de otros argumentos universales, presentes en diferentes obras cinematográficas. El guion de Casey Affleck es original, y lo que le interesa realmente es reflejar ese universo íntimo entre padre e hija en un mundo invadido por una pandemia. Affleck, como su personaje, echa mano a su bagaje cultural, literario y cinematográfico, y toma referencias que le ayudan a construir su historia.

Así la relación entre padre e hija en mundo distópico y hostil trae a la cabeza La carretera (2009) de John Hillcoat, que a su vez adaptaba una novela de Cormac McCarthy. Y la repercusión de un virus que afecta sobre todo a las mujeres, y las convierte a la vez en la única esperanza remite a Hijos de los hombres (2006) de Alfonso Cuarón, que adaptó una novela distópica de la autora P. D. James. Pero hay otras sendas y posibilidades en ese bagaje cinematográfico presente en la película. El no centrarse en lo científico, sino en historias cotidianas, íntimas y humanas, y en cómo repercute en el día a día y en los sentimientos de los personajes la pandemia nos lleva a Perfect Sense (2011), del director británico David Mackenzie. Ahí, un virus que va dejando a los humanos sin cada uno de los sentidos sirve de fondo para una historia de amor entre un chef y una investigadora. Y, por último, un mundo hostil, el peligro presente a todas horas, la mirada hacia el otro como amenaza, el instinto de supervivencia, la soledad, el cansancio, la desesperanza, la evocación y los recuerdos así como la búsqueda de personas amigas y de lugares seguros remite a Richard Matheson y a su novela breve Soy leyenda. Esta fue argumento de tres películas indispensables en este universo particular: El último hombre sobre la tierra (1964), El último hombre… vivo (1971) y Soy leyenda (2007).

La luz de mi vida no es más que un cuento cinematográfico que proporciona una clave para enfrentarse a este nuevo panorama que dibuja la pandemia: y es convertirnos en protagonistas, con nuestros seres queridos, de nuestras aventuras de amor ante los obstáculos y adversidades de una nueva realidad que nos acecha.

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