Revista de Crítica ISSN 2954-4904
Literatura


Pablo Muñoz Covarrubias, La llave de plata. Garcilaso de la Vega en la Generación del 27, Bonilla Artigas Editores, Ciudad de México, 2021, 192 pp.


Traducir el trabajo académico, cambiarlo de tono, redirigir su propósito hacia la divulgación —me parecerá siempre la labor más noble de cualquier investigador— requiere sensibilidad y empatía, apertura de esquemas y poca aspereza de prejuicios. Estas características hallan molde en la prosa de La llave de plata de Pablo Muñoz Covarrubias, obra basada en su tesis doctoral sobre la presencia de Garcilaso de la Vega en tres autores de la generación del 27: Cernuda, Altolaguirre y Salinas. Asimismo, su trabajo zurce una carencia; acostumbrados a asociar, según el nombre que la academia literaria ha acordado para designar aquel grupo de poetas y pensadores en relación con el famoso homenaje en 1927, con Luis de Góngora; lo cierto es que el término ha resultado limitante.

La mente necesita anclas para detener su atención en una porción precisa del amplio océano de su memoria; similar situación ocurre con nuestra experiencia colectiva, necesitamos congelar el tiempo para entenderlo, para analizarlo. El trabajo de la historia literaria ha sido el de fijar la atención colectiva en hechos clave —como el analista de cine que detiene el flujo del filme para rumiar un fotograma— e interpretarlos, contextualizarlos, comprenderlos. No obstante, a la larga limita, fomenta el deleznable Einstellung intelectual, el mecanizar de estado mentales que imposibilitan el encuentro con nuevas y mejores formas de interpretar, analizar y resolver una porción del océano de la historia de la literatura. Muñoz Covarrubias nos invita a elevar el ancla, descongelar la historia, avanzar los fotogramas. Quebrar el Einstelllung que, como la atracción gravitacional de una estrella supermasiva, atraía hacia sí la entera complejidad de la generación que nos atañe: la conmemoración del fallecimiento de Góngora; y fijar, más bien, la atención en la cercana afinidad que establecieron sus miembros con la tradición literaria española. En palabras de Muñoz Covarrubias: “Sin duda los poetas del 27 recorrieron un camino propio. Para ellos, la tradición nunca fue un peso muerto o un lastre. Al contrario. Los poetas del 27 convivieron con la tradición de forma plena; de hecho, es difícil encontrar en la historia de la literatura en España otro grupo de autores que haya poseído una disposición tan favorable para acoger en su propia escritura el ejemplo de los poetas de su propio linaje”.Luego procede a concentrarse en los conocimientos que pueden extraerse de detener de nuevo el filme de la historia literaria en la relación que puede asirse entre los escritos de los miembros de la generación y el toledano, Garcilaso de la Vega. Esta es la carencia que Muñoz Covarrubias llena.

Su proceso es sumamente historiográfico, el texto se construye a partir de las citas, fruto de la investigación que el autor elaboró para su tesis doctoral. No obstante, esa colección tan bien confeccionada de citas carece de una inserción íntima del autor entre sus páginas, cuya presencia hubiese sublimado su trabajo académico para convertirlo en una pieza literaria y ensayística. Quizá haya algo del carácter del autor en dicha ausencia, pues son múltiples las ocasiones donde celebra la mesura, un fervor no ciego, sino crítico —bastante estoico, agregaría yo— de la postura de algunos integrantes de la generación respecto a sus ídolos literarios. A lo largo del texto hay un intento del autor de reconciliar lindes enemigas —como el verso de Gorostiza—, de romper viejos paradigmas academicistas que denostaban la escritura de Garcilaso por sus tendencias italianizantes, su amaneramiento carente de vigor y su supuesto dulzor empalagoso, todo mostrado a partir de múltiples fuentes donde se expresaban opiniones de esta índole al respecto de los versos del toledano, contrario a la intuición de que la obra de Garcilaso mantuvo siempre una valoración alta entre la crítica.

Deja entrever el problema fundamental que subyace a los mecanismos que posibilitan la transmisión cultural de la poesía: la academia, cuya intención siempre apunta a la conservación de cadáveres en estado de descomposición, es decir, de opiniones miopes, poco profundas, transmitidas —como señala Cernuda en su poema “La familia”“sin una urgencia propia”; escindidas, también, de la emoción que fundamenta la experiencia de la lectura de poesía. Quizá esa llave de plata, trasmitida por Garcilaso hasta nosotros, sea la del interior de cada uno, ese pararse a contemplar el propio estado. Quizá su ejemplo sea antídoto y modelo para atrevernos a involucrar nuestra subjetividad en el mundo. Para Muñoz Covarrubias, que tan bien expuso esta problemática en su introducción, hubiera sido imprescindible mostrarnos con su ejemplo. Porque, similar a la reconstrucción ecológica que los paleontólogos pueden elaborar del mundo a partir de una mera huella, ha sido posible, a partir de la lectura de su obra crítica, vislumbrar a un ser humano sensible —no es fortuito ni accesorio que haya dedicado tantísimo tiempo de su vida a Garcilaso, uno de los poetas más apasionados de nuestra tradición hispánica— del cual hubiere sido extraordinario conocer sus motivaciones y sentimientos.

Finalmente, reitero la calidad divulgativa del texto. La investigación histórica y literaria de Muñoz Covarrubias es excelente. Así también su desglose de temas y su bibliografía. Un tema central que sostiene la mayor parte del texto es el valor del pasado en el presente. No obstante, a partir de la propia digresión y reflexión que Muñoz propone, quisiera agregar: el pasado, en la historia humana —y muy fundamentalmente en la historia personal—, si no se le observa críticamente (contrario a la La llave de plata) se vuelve un lastre, y nuestros sueños buscan el aire. Dejemos el peso, ascendamos —como Cernuda dijo en verso— “como un neblí que deja el puño duro para buscar las nubes / traslúcidas de oro allá en el cielo alto”.

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