Revista de Crítica ISSN 2954-4904
Literatura


Cristina Rivera Garza, Había mucha neblina o humo o no sé qué, Literatura Random House, México, 2016, 246 pp.


En una obra híbrida y fragmentaria, que nos refiere de inmediato a la narrativa no lineal de Pedro Páramo, Cristina Rivera Garza promete compartir con el lector su recorrido personal a través de la vida de Juan Rulfo. Más que indagar sobre su obra, le interesa conocer “la materia de sus días como escritor… las condiciones materiales que hicieron posible que… pudiera ganarse la vida escribiendo o para escribir” (p. 14).

     En Había mucha neblina o humo o no sé qué, la autora argumenta que la obra de Rulfo se sostiene y se debe en gran manera a los trabajos que tuvo, en su mayoría muy distantes del quehacer literario. Tras leer minuciosamente, investigar e incluso transcribir todo Pedro Páramo en su blog, Rivera Garza intuye que tal vez al recorrer los mismos caminos que él, al hablar con los habitantes de los pueblos a los que hace referencia en sus obras y merodear en los archivos de sus diferentes trabajos, se encontrará quizá más cerca de comprender al escritor.

     Poco a poco se devela la investigación sobre la vida de Rulfo, intercalada de cuando en cuando con narraciones que tienen ecos de Pedro Páramo. La primera de estas narraciones es la de un hombre, a quien después se le reconoce como Juan N. Pérez V., que maneja en carretera y recoge a una mujer que encuentra varada en una gasolinera. Ella se vuelve la compañera de un viaje que se tornará sombrío, tras la aparición de otra mujer dentro del auto, a quien no pueden entender porque solo habla mixe. “El canto y la pesadilla. La voz, desde el asiento de atrás. ¿Estás muerta, Tajëëw?” (p. 58). Este personaje será una de las muchas referencias a la región mixe, territorio que Rivera Garza señala que Rulfo visitó y fotografió mientras trabajó para la Comisión de Papaloapan (p. 131).

     Uno de los textos mejor logrados es Allá te comerán las turicatas. Este cuento retoma el episodio de la casa con el medio techo donde Juan Preciado encuentra a los incestuosos, quienes lo reciben durante la noche para darle asilo. El cuento de Rivera Garza se narra desde la perspectiva de una mujer que se pierde entre el sendero de las montañas. Las imágenes de la niebla y el humo están presentes para confundir a la protagonista, recordándonos a Preciado, que se encontraba también confundido y perdido en Comala. En este cuento, la autora entreteje pasajes de los incestuosos con su propia narrativa, para dar así una perspectiva fresca y contemporánea a este episodio de la novela de Rulfo. El destino irremediable de la protagonista, que perdida llegó para no volver a salir de esa casa, refiere también al fatal destino de Juan Preciado, quien no volvería a salir de Comala. “−No volverá –me interrumpió una voz masculina que venía de lejos−. Se lo noté en los ojos. Estaba esperando que alguien viniera para irse” (p. 180).

      Como mencioné, en medio de estos cuentos y de algunos ensayos también, se encuentra la investigación de la autora con respecto a los trabajos de Rulfo. Para esto, debo decir que es inevitable llegar a esta obra sin prejuicio alguno. La polémica que se ha generado alrededor casi nos obliga a ello, y es en la parte sobre los trabajos de Rulfo la que ha generado las discusiones. Por un lado, es una investigación valiosa por ser una recopilación de los diferentes lugares donde Rulfo trabajó, así como de algunas de las fotografías que tomó para la Comisión del Papaloapan. Por otro, se presenta a un Rulfo cómplice del reacomodo de comunidades para la construcción de la presa Presidente Alemán y se afirma: “Ése era el mundo ante el cual, al menos literariamente, guardó silencio” (p. 139). Sin embargo, ¿se puede aplicar ese estándar moral para calificar la vida y obra de un escritor? Al respecto, cito a Alejandro Toledo cuando señala que: “Con esto volveríamos a Sainte-Beuve, quien buscaba integridad en los escritores: que sus obras literarias estuvieran en concordancia con un modo de vida recto…” (Nexos). Tanto ese como los trabajos que Rulfo ejerció en la Goodrich-Euzkadi, en el Instituto Nacional Indigenista, entre otros, no pasan la prueba, de acuerdo a Rivera Garza. Pero, ¿en realidad podemos emitir juicio sobre los trabajos que tuvo un escritor y negar con la cabeza cada vez que encontremos una falta ética, a nuestro juicio, en alguno de ellos? ¿No eran más bien estos trabajos con los que él buscaba proveer para su familia mientras creaba también una obra?

     A pesar de eso, no es justificable descalificar en su totalidad Había mucha neblina…, ya que, además de los cuentos, contiene también elementos que vale la pena destacar: los ensayos sobre la obra de Rulfo. En uno de ellos, Rivera Garza señala que Rulfo: “elaboró universos narrativos en los que la única referencia real… era la ‘ubicación’ y de los cuales sustrajo también ‘todas las moralejas’ ” (p. 81). Al alejarse del realismo, del detalle y de las explicaciones dentro de su narrativa es donde se encuentra la raíz de la fragmentación de los textos de Rulfo. Rivera Garza explica que esta experimentación obedece al universo mismo de Comala, que “van a favor de su propio instinto” (p. 85).

      Dentro de esta misma línea, Rivera Garza hace una diferenciación de Rulfo con otros autores de su tiempo, quienes enclavan su obra dentro de una época determinada de México. Menciona El laberinto de la soledad de Octavio Paz como un ejemplo de ello, y cómo Pedro Páramo, publicado con cinco años de diferencia, miraba “hacia donde estamos aquí y ahora” (p. 95). Y no solo por su naturaleza experimental, sino también por la figura de la mujer que retrata Rulfo. Estos personajes femeninos, están muy lejos de ser “la Malinche de Octavio Paz, o… la Santa de Federico Gamboa” (p. 150). Estas no son mujeres pasivas en el ámbito sexual, sino que son “un cuerpo sexuado a cargo de su deseo” (p. 151). Son mujeres menstruantes, son mujeres que redefinen su estado civil, son mujeres que replantean la maternidad. Las escenas y descripciones de estas mujeres fueron en ocasiones crudas, directas y muy similares a la mujer moderna, figura que: “asoló las mentes y los cuerpos de los habitantes del medio siglo en México (p. 183).

     Es por todos estos aspectos de la nueva obra de Rivera Garza, quien ha decidido presentar un Rulfo tan querido, tan propio de ella, “un Rulfo, mío de mí” (p. 19), que vale la pena leerla, discutirla y comentarla. A pesar de algunos elementos que podrían considerarse como fallidos o difamatorios, es en su totalidad la obra de una escritora que ha leído a Rulfo tan de cerca, tanto dentro de su obra como por fuera, que merece tener un espacio dentro del repertorio acerca de la vida y obra de Rulfo.

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