Revista de Crítica ISSN 2954-4904
Literatura


Anónimo, Guía de forasteros de México. Poemario sobre las ilustrísimas prostitutas de la Ciudad de México (siglo XVIII novohispano), edición de Estela Castillo Hernández, UNAM, Ciudad de México, 2019, 182 pp.


En el siglo XVIII se tenía la costumbre de realizar las llamadas guías de forasteros, documentos que reunían la información más relevante sobre diferentes aspectos que servían como una especie de mapa y manual de un lugar en específico. El elemento clave de esta Guía, editada críticamente por Estela Castillo Hernández, es que se incluía información sobre un tema que es visto hasta nuestros días como un tabú: la prostitución. Así, desde la esquina oscura de las razones culposas, el individuo decidía volverse lector de lo que raramente podría hablar en público, pues sus ojos no delataban los pensamientos que los demás habrían juzgado con severidad.

Recordando la época en la que se escribió y habiendo terminado la lectura es que se comprende el motivo por el cual su recepción no fue grata a los ojos de la Inquisición. La construcción de la Guía de forasteros es parecida a la de cualquier otra guía, sin embargo, tiene la particularidad de una temática que no se había tocado más allá de menciones secundarias. El autor, cuya identidad desconocemos y con intención evidentemente cómica, no solo brinda descripciones muy precisas, sino que vuelve a las prostitutas sus protagonistas. Pareciera que uno de sus propósitos fue crear un directorio poético cuya información también correspondería a lo que hoy llamamos un catálogo. Por ejemplo:

Ciprianilla, aquesa chata,

que ha sido y es cantarina,

y que aun cantando se inclina

más a bailar en la reata.

No es, a la verdad, ingrata,

su color no tiene fin

y en cualesquiera festín

cualquier instrumento agarra;

toca poco la guitarra,

que más le cuadra el violín.

[…]

Con la Bergara no iguales

ni el culo más placentero,

que esta moza es el tercero

de los siete capitales.

Tiene todas las señales

precisas de putería,

y como no se sacía,

cuál será más la duda es,

si lo que le baja al mes

o lo que le baja la día.

Independiente a las décimas mismas, la investigación previa es sin duda una riquísima fuente de información que, si bien no es de vital necesidad para interpretar por cuenta propia los versos, resulta ser una lista de respuestas a dudas circunstanciales que pudiesen surgir a lo largo de la lectura. Estela Castillo Hernández destaca la importancia de rescatar “textos marginales” y brinda al lector el resultado de una búsqueda en los archivos de lo poco conocido en el Archivo General de la Nación. Es inevitable preguntarse por los sectores relacionados con la obra: quiénes accedían a la prostitución y quiénes leerían la Guía de forasteros. Sobre el primer punto, el hecho de que se contextualice sobre los perfiles de habitantes que tendían a buscar este tipo de servicios crea un modelo que, si lo pensamos, no está alejado de la actualidad, incluso recordando que nos separan alrededor de tres siglos de la escritura de la obra.  

A la hora de leer las décimas, no llegamos a ellas con total desconocimiento, pues la edición permite contextualizar lo suficiente como para ubicar las distintas consideraciones que se presentaron alrededor de la escritura de la obra. Desde la parte histórico-literaria hasta lo relacionado con el contenido de la poesía. Por otro lado, es posible establecer constantes sobre la manera de referirse a las trabajadoras sexuales, así como dar información acerca de la percepción social de la prostitución. Podría decirse entonces que lo que hace falta es tener los ojos bien abiertos ante los juegos de palabras que se presentan para caer en cuenta de que la obra funciona como un catálogo donde se describen las características físicas y laborales de las mujeres en cuestión, así como los lugares en los que llevaban a cabo su trabajo y los apodos con los que eran ubicadas. El poeta anónimo tenía como propósito, por lo tanto, contextualizar lo más certeramente posible al forastero en ubicación, gustos y probabilidades sobre las trabajadoras que podía encontrar y que este eligiera lo que más le conviniera, construyendo así “una guía sobre el ambiente prostibulario”. La parte tediosa de la lectura es la comprensión de ciertas palabras que caracterizaban al léxico de la época. Sin embargo, las notas colocadas por Estela Castillo permiten comprender a qué hacen referencia aquellas expresiones que desconocemos y, en consecuencia, lograr interpretaciones mucho más certeras.

Los 1058 versos que componen la Guía no están colocados al azar y son más que solo descripciones. Desde el principio los motivos de escritura son explicados y justificados; el autor, evidentemente versado en métrica y prostitutas, se deslinda de la responsabilidad por los estragos que su pluma pueda causar, pues explica que solo responde a una petición. El orden en que se presenta la obra en esta edición es bastante amable con el lector. Tal como asistir a un tour por algún lugar que desconocíamos, el viaje por las páginas de Guía de forasteros de México hace paradas por diferentes aspectos, desde la categorización misma de la obra hasta la explicación de los nombres de las mujeres a quienes se les dedicaron las décimas. Todas estas estaciones nos preparan para llegar al destino: el contenido poético. Los lectores de esta Guía de forasteros de México son, a su vez, viajeros que agradecen la labor de quien trabajó para rescatar esta obra.

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