Revista de Crítica ISSN 2954-4904
Literatura


Ellas cuentan la guerra. Las poetas españolas y la Guerra Civil. (Antología 1936-2013), edición de Reyes Vila-Belda, Renacimiento, Sevilla, 2021, 316 pp.


Fue la Guerra Civil española un hecho extraordinario por diversas razones. Entre ellas, como recientemente lo ha recordado Fernando Serrano Migallón, por el desplazamiento entero del Estado Español, tras la derrota de 1939, fuera de la península. Una de las ideas más repetidas por los historiadores, mas no por ello menos atendible, consiste en ver España como el escenario que preparó las actividades de la Segunda Guerra Mundial, el sitio donde ya se comienza a disputar el futuro de la humanidad entera desde el verano de 1936. Entre los hechos también singulares hallamos la nutrida participación de las mujeres no solamente en las actividades de la retaguardia, sino también en los más peligrosos espacios del combate. Allí están para el registro histórico las fotografías de las milicianas con sus sonrisas y con el desconocimiento de lo que la guerra y la posguerra les reservaba si lograban sobrevivir. La filósofa María Zambrano dio cuenta de la palpable novedad: “produce una gran extrañeza este florecimiento espléndido de la actividad femenina, esta aparición de rostro y figuras de mujeres que, sin dejar de serlo y aún siéndolo más que nunca, están hace cinco meses en pie de guerra”. Con el paso de los meses, se acotó la presencia femenina en los campos de batalla, sobre todo debido al reordenamiento del ejército republicano cuando resultó claro que imposiblemente iban a ganar la guerra sin una coordinación y sin una fuerte jerarquización en las tareas militares. Debe de recordarse que gracias a las transformaciones lentas pero imparables dentro de la sociedad española –la presencia femenina en las universidades, la concesión del voto en 1931, la aparición de sociedades de mujeres como el Lyceum Club Femenino en la ciudad de Madrid, las ideas frescas del feminismo–, la mujer empezó a ocupar posiciones en ámbitos hasta entonces exclusiva y tradicionalmente reservados para los varones. Recuérdese que fue Federica Montseny la primera ministra en España durante el muy breve gobierno de Largo Caballero. Por supuesto, otros nombres más podrían agregarse en el recuento.

En esta ocasión deseo comentar una reciente obra que recobra las voces de las poetas cuyas vidas se vieron marcadas por este mismo proceso histórico y que ofrece un testimonio de lo que pudo convertirse en una verdadera revolución cultural de haber existido otra situación en aquel país europeo. Allí hay pues otro espacio donde se observa también un cambio fuerte dentro de la sociedad española: la integración cada vez más frecuente y con mayor reconocimiento de las mujeres en las tareas artísticas. Adelanto el hecho de que tal y como se registra en las notas de presentación de la antología aquí reseñada, las poetas no solo se preocuparon por la escritura de sus mejores poemas, sino por participar muchas veces de forma activa en los campos políticos y desde luego culturales, de tal modo que lograron conjugar su compromiso con el pueblo con la necesidad de encontrar en la literatura, y sobre todo y centralmente en la poesía, un sólido camino creador para comunicar sus esperanzas y sus desasosiegos. La antología preparada por Reyes Vila-Belda permite a los lectores empezar a conocer ese mundo a veces olvidado por la atención puesta mayormente en los escritores varones del periodo. La crítica especializada en el estudio de la literatura de la Guerra Civil no debería soslayar las composiciones firmadas por las mujeres de la época. Por ello se agradece la llamada de atención que estimula el libro aquí comentado.

Como debe de ocurrir con toda antología, es una invitación para realizar después la lectura complementaria de las autoras que el lector irá descubriendo si es que se tiene en realidad la capacidad de consultar los libros, las revistas, las publicaciones de la época. Al revisar algunas de las ediciones de los años treinta, por ejemplo, el Romancero de la Guerra Civil, libro de 1936 y preparado por el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, no hallamos en sus páginas ningún poema firmado por una mujer; otro ejemplo de esta misma ausencia es la muy famosa antología Poetas de la España Leal, la cual fue repartida durante las jornadas del II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura. Esto para nada quiere decir que las autoras hayan dejado de escribir extraordinarias composiciones como es el caso de “Alarma” de Rosa Chacel, romance donde la rima asonante nos permite escuchar hasta el día de hoy el sonido de las nerviosas alarmas antiaéreas: “Por tejas y chimeneas, / entre veleras y agujas, / por aceras y calzadas, / por callejuelas obscuras, / corre la Alarma de noche, / corre en un grito, desnuda. / Ojos de fuego y melena, / al viento entregada, aúlla”.

En la introducción de Ellas cuentan la guerra, la antologadora nos advierte que “a diferencia de la poesía de guerra escrita por los hombres, estos poemas no fueron escritos como armas para el combate, arengas a la lucha, cantos de valentía de los soldados o elogios a los héroes, salvo excepciones. Las poetas escribieron sobre el conflicto desde una perspectiva femenina y una visión ginocéntrica, para mostrar la manera en que ellas experimentaron la guerra”. Es verdad que al recorrer los poemas del volumen se perciben los rumbos distintos que escogieron estas poetas: las manifestaciones del dolor, de la pérdida, de la resignación, del consuelo imposible; pero difícilmente deberían de obviarse los puntos de contacto con los escritores varones, quienes en específicos momentos supieron ir más allá de la poesía como arma de combate, tal y como la definió Miguel Hernández en los días de pelea más intensa y dura. Inolvidables son, por ejemplo, estos versos del poeta de Orihuela: “Porque soy como el árbol talado, que retoño: / porque aún tengo la vida”.

Al pensar en las mujeres dentro del ambiente de la poesía de la Guerra Civil, puede ahondarse en dos asuntos distintos: las representaciones de los personajes femeninos y la escritura de textos poéticos firmados por ellas. En el primer caso, vienen a la mente las figuras casi míticas de Aída Lafuente, Lina Odena, Dolores Ibárruri, la capitana Francisco Solano, Rosario, la Dinamitera, etc. Son figuras que tienen un sustento histórico y que gracias a la escritura de los poemas se convierten en inolvidables ejemplos de la combatividad popular, en mitos por la forma en que se entremezcla lo verdadero con lo falso al plasmarlas en el espacio de los versos. Poco importa si los hechos referidos, y las caracterizaciones que se hacen de ellas, son o no reales. Son buenos ejemplos de las mozas viriles, al decir de Rafael Alberti. La otra dimensión –la que en esta ocasión importa– es la que ampliamente queda representada en el volumen que aquí reseño: Ellas cuentan la guerra. Las poetas españolas y la guerra civil (Antología 1936-2013), obra preparada por Reyes Vila-Belda y que nos obliga a volver a pensar en la escritura de los textos poéticos no solamente durante el periodo de la Guerra Civil, sino también a lo largo del siglo pasado en España y fuera de ella como efecto del exilio. Esencial es señalar que la antologadora decidió organizar los textos poéticos tomando en cuenta un dato en verdad circunstancial: la permanencia o la salida de las poetas de la península. Como es bien sabido, aun antes de la victoria franquista empezó un periodo de enormes incertidumbres para los derrotados y, en general, para los simpatizantes del proyecto republicano o de la revolución libertaria. El exilio se convirtió, en muchos de los casos, en la respuesta ante la posibilidad de encarar un juicio injusto, una condena de muerte o bien ser duramente represaliado. Decía entonces que la antologadora toma en consideración la ubicación de las poetas –aquellas que vivirán fuera de España y aquellas que han de hacerlo en España–; de esta manera Vila-Belda opta por un criterio extraliterario el cual condiciona lo que se escribe, se piensa y tarde o temprano se publica. Ahora bien, el título de la obra no se ajusta, según lo sospecho, con lo que el libro en realidad entrega al lector, pues su riqueza es todavía más considerable: están allí las composiciones que ellas escriben como consecuencia inmediata del proceso histórico, pero también las que redactan como efecto del desenlace final de la Guerra Civil y de los años vividos durante el régimen franquista. La justificación es muy clara: “Unas tardaron en escribir o en dar a conocer sus colecciones; otras, las escribieron, pero las publicaron fuera del país. De ahí que en esta antología se incluyan poemas publicados muchos años e incluso décadas después del fin de la guerra”.

De tal modo que no se trata de una obra en que exclusivamente encontremos los poemas publicados durante la segunda mitad de los años treinta, sino también en un periodo más largo, incluso llegando hasta el año 2013, dato que se inscribe, eso sí, en el subtítulo de la antología. En todo trabajo antológico, se busca establecer un corpus representativo de una época, de un estilo, de la literatura de un país o de una región específica; en esta ocasión el criterio que se adopta tiene que ver, como lo decíamos antes, con una cuestión de género –son poemas firmados por mujeres– y que en el mayor número de los casos jamás se habrían compuesto sin los acontecimientos políticos y militares de los años treinta. Sin embargo en algunas de las selecciones este criterio no se obedece; me refiero a la obra de poetas que, según supongo, imposiblemente podían ser olvidadas en este contexto por la gran importancia de su obra. Es el caso de Concha Méndez solo en apariencia. En la selección que nos presenta la antologadora se detecta, claro está, la enorme sensibilidad poética de la autora de Vida a vida, pero no así su certero compromiso político. Quizá debieron agregarse los poemas que publicó en Hora de España, en particular aquel que lleva por título el de “España” y que se publicó en noviembre de 1937. No son dichos poemas los mejores de su producción, pero en una antología con estas características quizás deberían incorporarse más allá de los criterios estéticos.

Son pues muchos los hallazgos que esta antología depara al lector: el descubrimiento de autoras y de poemas, de vidas que se vieron afectadas notablemente por los hechos crueles de la historia. Es grato encontrar, por ejemplo, en primer lugar un notable poema (“Romance de noche triste”) proveniente del Romancero general de la guerra de España, obra que fue preparada por el profesor Rodríguez Moñino y por el poeta Emilio Prados (el nombre de Prados no aparece consignado en Ellas cuentan la guerra en la correspondiente nota introductoria al romance). Pues bien, la posibilidad de rescatar este poema anónimo emociona por la eficiencia de los versos; transcribo ahora aquellos con que comienza: “Madrileña noche triste / con clara luna de invierno. / A pesar de tus estrellas / y tus alegres luceros, / bajo el manto de tus sombras / se cierne solo el silencio. / Vigila el buen miliciano / y a todo ruido está atento. / En el pueblo, en los hogares / descansan niños y viejos”.

Otro aspecto más que debe consignarse en este breve comentario de la obra reseñada: la interesante presencia de poemas firmados no solo por las poetas que simpatizaron con la República, sino también con la insurrección. Vila-Belda congrega composiciones de los dos grupos en conflicto, lo cual se agradece pues están en su antología, por ejemplo, los textos de Holocausto de Pilar de Valderrama, la famosa Guiomar de Antonio Machado y simpatizante de la monarquía. Una particularidad más que se aprecia es la incorporación de una buena poeta hispanomexicana como lo fue Nuria Parés (a veces los autores de la segunda generación del exilio han quedado en una posición más bien marginal), pero se extraña la presencia de Francisca Perujo y de Angelina Muñiz-Huberman. En fin, son muchos los descubrimientos que la antología favorece y bien se sabe que las nóminas siempre pueden discutirse. Lo importante es el agrado general que despierta Ellas cuentan la guerra, y la huella que deja para volver a pensar en los conjuntos de textos y autores que deberíamos atender al dedicarnos al estudio de la poesía de la Guerra Civil.

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