Revista de Crítica ISSN 2954-4904
Literatura


Juan Cárdenas, Elástico de sombra, Sexto Piso, Ciudad de México, 2020, 112 pp.


¿En qué parte aguardan –impacientes– las memorias que nos fueron heredadas por generaciones? Don Sando y Miguel lo desconocen, mas se encuentran determinados a develar los secretos de su propia tradición, por siempre perseguida y subyugada, pero aún presente en el centro de su identidad. Juan Cárdenas, en su más reciente obra, Elástico de sombra, nos entrega la historia de un pueblo entero: los macheteros del Valle de Cauca. Y, con ello, la historia de diversas comunidades negras en Latinoamérica que trazan su camino desde el siglo XVI y nos muestran las marcas indelebles que ha dejado la esclavitud y la dominación.

            Pretender que la obra de Cárdenas es un conjunto de ficciones, de personajes que tan solo existen dentro de los márgenes de la novela, sería un error. Elástico de sombra sigue el rastro de individuos de carne y hueso: Héctor Elías Sandoval, mejor conocido como don Sando, y Miguel Lourrido, ambos maestros macheteros del Valle del Cauca, Colombia. En la nota preliminar se revela que la novela es producto de la tradición oral, formada a partir de los relatos, técnicas y muestras físicas de la esgrima de machete que estos hombres le mostraron al escritor Juan Cárdenas. De modo que se convierte en un proyecto aún más ambicioso y de gran relevancia actual, ya que por medio del rescate de este arte marcial negro se emprende una misión por reivindicar un conjunto de comunidades afrodescendientes que han sido incansablemente perseguidas y silenciadas: “con este libro espero contribuir a la memoria y el presente de las luchas negras de toda América”. Es un relato sobre comunidad, memoria y tradición, así como una lucha cuerpo a cuerpo contra el olvido y la apropiación de una herencia cultural antigua, resguardada en las profundidades del Cauca.

Desde muy pronto en la novela nos enfrentamos a una compleja interrogante: ¿cómo recuperar una tradición tan solemne y misteriosa sin posicionarla en el ojo público ni convertirla en un bien de consumo o un mero entretenimiento de masas? En el núcleo de la narración se mantienen ocultos los misterios de la esgrima de machete, o “grima”, como también suele ser llamada, y tan solo son aludidos por sus personajes, maestros del engaño y los secretos. Es así como seguimos a don Sando en su viaje por el Valle del Cauca en honor a la última voluntad de su amigo Luis Vidal, para descubrir lo que esconde el antiguo arte del Elástico de Sombra, “un juego que requería de una malicia de orden superior, pues consistía en saber atacar y defenderse en la más absoluta oscuridad. Quien lo dominara sería capaz de luchar hasta con los ojos vendados, guiándose nada más que por una intuición especial”. Y quizás esta capacidad para guardar secretos y relacionarse con lo oculto es lo que define en última instancia el carácter de don Sando. Él sabe que el conocimiento se encuentra lleno de huecos y zonas oscuras, las cuales no siempre necesitan iluminarse para ser comprendidas.

Dominar los Juegos de Sombras, en esencia, es aprender a interactuar con lo desconocido. Es dialogar con la oscuridad y ganarle la batalla. Los trucos detrás de este arte marcial se encuentran, desde luego, alejados de nuestro alcance como lectores externos. La narración nos regala pistas, ideas iniciales y, de forma especial, imágenes de la esgrima de machete –pero nada más, que ya sería arriesgar demasiado. Ante todo, revela cuerpos resueltos a defenderse: puños cerrados, brazos elásticos, piernas firmes listas para falsear y machetes brillantes que se alzan en la totalidad de la noche.

La esgrima del machete es un arte oculto, lleno de secretos que lo protegen y hacen que conserve su tradición de antaño. Uno no puede diferenciar la pelea de la danza, los golpes resuenan como palabras de otros tiempos, y los cuerpos se convierten en sombras que imitan a sus adversarios. Es una defensa heroica, poética, inexplicable: “allí, en la poesía, es donde el saber se vuelve imagen, música, roce del cuerpo a cuerpo, igualito que en la esgrima de machete, sólo que patrás: en la esgrima de machete el cuerpo a cuerpo se vuelve música, se vuelve palabra, se vuelve sabor, que es lo único que no se puede enseñar en una academia. Si no hay sabor, no puede haber nada más”. La memoria se desdobla a cada estocada y logra, como en un acto de magia, recordar aquello que había perdido en la larga historia de la tradición.

Tanto Miguel como don Sando saben que resulta imposible querer racionalizar la esgrima de machete. Y es que esta se compone de una dualidad esencial: por un lado, están las técnicas, los movimientos y demás trucos que conforman lo que se expone al mundo y convierten a este arte en un deleite para la vista. Pero, por el otro, está la parte ininteligible, el corazón del misterio, aquello que –aunque así se quiera– no puede transmitirse en palabras y permanece oculto en la memoria corporal de los maestros macheteros de todos los tiempos, “que no es otra cosa que el misterio de lo Incomunicable. Pues, al fin y al cabo, uno no puede transmitirle a otro ser humano a qué saben las cosas…Eso es un misterio que no se puede romper, el sabor es el último baúl del misterio”. Ambos veteranos saben que se enfrentan a una imposibilidad al intentar conocer los enigmas del Elástico de Sombra, pero están determinados a seguir adelante en su búsqueda, sin importar los riesgos de adentrarse en las profundidades de la oscuridad.

A pesar de sus reservas y afán de protección, don Sando se inclina a confiarnos la lección principal de esta práctica: no hay otro modo de vivir el arte del machete más que entrando en contacto con él, y permitiendo que nuestros sentidos se fusionen en nuestra vista. “Es el máximo adagio machetero de Ojo y más Ojo…que no se referían al órgano visual, sino un Ojo más profundo…ese Ojo que era más material que nada. Era la materialidad misma, mejor dicho. La materia sensible, la materia pensante, el secreto del secreto del sabor que se hace saber, que se hace movimiento. La materia que sabe tocar lo que toca cuando toca y por eso ve hasta sin ver”. El arte de la “grima” implica recuperar la unidad de nuestro cuerpo, ascender y dejar actuar a nuestros sentidos por encima de los caprichos de la mente. Es permitir que el cuerpo se conduzca por mera intuición, mostrando aquello que sabía aun sin recordarlo.

Elástico de sombra nos demuestra que el cuerpo, en toda su materialidad, es un repertorio de memorias que pueden permanecer en silencio, como dormidas, y visitarnos de cuando en cuando con ciertos giros de las muñecas, flexiones de las vértebras, con tal o cual posición de la cadera, o incluso con la cadencia de nuestros pasos. El cuerpo recuerda, nuestra tarea es descubrir qué.

El misterio que guarda la esgrima de machete no es exclusivo de ella, sino que todo el Valle del Cauca se nos presenta como un espacio donde se pierden los límites del entendimiento. Es un lugar que, a primera vista, condenaríamos de fantástico por ser el hogar de duendes, brujas, hechizos y demás leyendas que dialogan con lo oculto. Pero al mismo tiempo, es un espacio tan real como el mismo don Sando, Miguel y el resto de los sujetos que dan vida a la misión de descifrar los Juegos de Sombras, lo cual nos lleva a afirmar que la novela no pretende configurar un espacio dual, que oscila entre lo factual y lo imaginario. Por el contrario, nos muestra un espacio heterogéneo, lleno de enigmas y secretos, pero no por ello menos real o presente en el aquí y el ahora.

Elástico de sombra no intenta rendir tributo al folklore del Cauca, ni mucho menos definir una capital cultural de la región. Lejos de ello, la novela se opone a la apropiación de las vivencias y enseñanzas de las personas de estos lugares tan vulnerados. No pretende atraer la atención de las masas o hacer de la grima un espectáculo nocturno. Ante todo, busca formas de recuperar este antiguo arte sin hacerlo atractivo a la mirada extranjera, sin mover los hilos de su ambición. Y, si esto es cierto, “¿que por qué estamos tan obsesionados con recuperar los Juegos de Sombras? Para resistir al olvido, para resistir al engaño, a la mentira, al desprestigio… La resistencia más fuerte, la más difícil de doblegar, es la resistencia de quienes mantienen viva la llama de una historia”. De modo que los Juegos de Sombra son una herencia otorgada por generaciones, una pieza perdida de la identidad de estas comunidades marcadas por las garras de la explotación y la esclavitud.

La novela nos entrega una parte –y a veces tan solo guiños– de la realidad de las personas que habitan el Valle del Cauca, un espacio azotado por el mundo capitalista que los orilla a vivir “peleando dos guerras: la del siglo XIX y la del siglo XXI”. La obra de Cárdenas es una demostración de pelea contra el despojo, un grito de lucha contra la apropiación de la identidad. Y quizás en este punto valdría la pena recordar que estas comunidades negras del Cauca fueron concebidas por personas que lograron escapar de su condición de esclavos y que buscaron formas de vivir alejados de la dominación del Hombre Blanco. De ahí los riesgos de reducir esta novela a una narración ficcional, ya que incluso hoy en día son comunidades que siguen defendiendo su derecho a habitar la tierra que han cultivado por siglos: “el derecho emana de nosotras. El derecho no viene listo y empaquetado de Bogotá o de Popayán, como quieren hacernos creer. El derecho nace aquí, en la minga. Y nace para todos, no nace solo para los indios o para los negros o para los campesinos. Nace para todos. La minga es la matriz del derecho y de la ley justa”. A pesar de las muchas amenazas que asolan a estas comunidades, encuentran su camino de sobrevivencia en su propia tradición: al clavar con fuerza el machete sobre la tierra que les fue heredada, dominar los movimientos ocultos de sus ancestros y danzar sus anhelos de trascender.

Elástico de sombra es, de forma definitiva, la voz hecha leyenda de un conjunto de comunidades que no conocen los límites del tiempo y que se elevan por encima de la desventura para reivindicar aquello que los dota de identidad, la esgrima de machete. La novela de Cárdenas nos envuelve en un mundo fantástico y espantosamente real, en el que el derecho a pertenecer y existir se encuentra restringido, y las tradiciones propias –aquellas que no han sido ya silenciadas– urden formas para escapar de este mundo actual capitalizado: “¿Pero saben qué? ¿Saben qué, señoras y señoritos? No pudieron borrarlo todo. No pudieron sencillamente porque no se puede borrar nada, en realidad nada se borra. Todo queda marcado. No hay olvido”. Contra todo pronóstico, veremos el surgimiento de nuevos maestros macheteros, encargados de llevar los misterios que solo ellos conocen a las generaciones por venir. Los observaremos a lo lejos, entre sombras, cargando con sus machetes vigorosos, sus trucos en el giro de la pelvis y cientos de secretos aguardando el momento de resurgir.

Publicar un comentario