Revista de Crítica ISSN 2954-4904
Literatura


Aurora Venturini, Cuentos secretos, Tusquets, Ciudad de México, 2023, 296 pp.


Un estilista con ínfulas de grandeza que humilla a una niña con síndrome de Down, una mujer con sobrepeso que desea darse un festín con carne tierna de recién nacidos, una profesora de letras que habla con los espíritus que poseen a los muebles de su antigua casona. Estas son algunas de las criaturas monstruosas que habitan Cuentos secretos de Aurora Venturini (1921-2015).

Con un título más que apropiado, Cuentos secretos es el último libro que Venturini escribió, a los 94 años de edad. Sus relatos permanecieron inéditos solo unos días, pues falleció el 27 de noviembre de 2015 y Literatura Random House publicó su libro en diciembre de ese mismo año. Cuentos secretos es una muestra de su inventiva aterradora, divertida y cautivante. A pesar de que en 1948, a los 27 años, recibió de manos de Jorge Luis Borges el premio Iniciación por su poemario El solitario, y de que tenía decenas de libros publicados –muchos de ellos financiados por ella misma–, la obra de Venturini se mantuvo oculta durante décadas hasta que a los 85 años, con su novela Las primas –que recibió el Premio Nueva Novela Página/12–, le llegó el reconocimiento literario.

Amiga de Eva Perón y de Simone de Beauvoir, psicóloga y docente, en Cuentos secretos coinciden las obsesiones que a lo largo de su vida Venturini manifestó. Por ejemplo, los desequilibrios emocionales, las situaciones cotidianas que caían en el absurdo, la creación de una gramática particular y el humor que hay detrás de las vidas melodramáticas de los ricos de abolengo. Sus relatos son una valiosa puerta de entrada para quienes desean sumergirse en su universo narrativo, donde no existe el disimulo ante lo horroroso o lo ilógico. La atmósfera extraña de sus cuentos provoca incertidumbre en el lector, pero para sus personajes eso es tan cotidiano que no tienen ningún problema en aceptarlo. De manera que no es inusual que en sus relatos las estatuas poseídas por espíritus puedan sufrir arrebatos de celos o que un abuelo y su nieto viajen por las galaxias preguntándose cómo era la vida en la Tierra.

Divididos en cuatro bloques –Espécimen, Náuseas, Los tigres de Borges y Ulises–, la veintena de relatos que conforman Cuentos secretos condensan una atmósfera extraña donde cuesta distinguir si los personajes sórdidos forman parte del mundo real o no. En los cuentos, la voz narrativa le recuerda al lector que “todos los personajes de este relato son ficticios, no así las situaciones” o que “toda imaginación se surte de hechos reales que pasan a nuestro lado y la enriquecen”. A la par de esto, la narradora comparte con la autora la profesión de psicóloga, la residencia en La Plata y la vocación por la escritura. Años después de haber ganado el premio que catapultó su carrera, Venturini afirmó que su novela Las primas estaba inspirada en su familia. Sin deseos de aclarar qué aspectos de su obra son autobiográficos y cuáles no, la autora parece disfrutar de cómo se borran los límites entre quien escribe y quien narra en primera persona.

Lectora de Dante Alighieri, Franz Kafka, James Joyce, Rainer Maria Rilke y, por supuesto, Jorge Luis Borges, Venturini deja en sus cuentos pequeños guiños a los libros que la marcaron. Por ejemplo, en “El guardapelo”, la protagonista es descendiente de Beatriz Portinari, la musa de Dante. En “Carta a Franz Kafka”, la protagonista reflexiona sobre el oficio de la escritura y el amor por las palabras: “Como se levantan las gibas de los camellos del Sahara, crecieron mis deseos de escritura y de lectura; de museos y catedrales; de estatuas y de Goya y Lucientes. Bebí en las represas de Rainer Maria Rilke y de Borges; también en el lago helado de Virginia Woolf”. “Los tigres de Borges” es un claro homenaje al escritor argentino. De acuerdo con su narradora, la ceguera de Borges no fue resultado de una enfermedad congénita sino de una maldición que los dioses le mandaron por sentir envidia de su ingenio. El papel salvífico de la literatura es el tema principal de “El otro Ulises”, donde la protagonista menciona: “Los miedos enriquecen… Para vencerlos recurro a lecturas; a Thomas Mann, a Rilke, a Kafka, a otros, otros, otros; y escribo”.

Como Liliana Viola, su biógrafa y albacea, explica: para Venturini lo más importante era la posteridad. De manera que el canibalismo literario es una manera de mantener vivas a sus fuentes de inspiración, con la esperanza de que ella también trascienda a través de los relatos de otros. El impacto que ha tenido en la nueva generación de escritoras argentinas, como Mariana Enriquez, Tamara Tenenbaum y Camila Sosa Villada, revela que este deseo está cada vez más cerca de cumplirse.

A través de una mirada penetrante en los rincones más oscuros de la psique humana, Venturini logra crear un mundo literario único. Su capacidad para explorar complejidades que podrían tacharse de monstruosidades se manifiesta de manera impactante en cada uno de los cuentos. Mientras que los adultos aceptan las circunstancias que los rodean, sin sorpresa, los niños reaccionan de otra manera. Los personajes infantiles se resisten a crecer y ver el mundo con los ojos de los adultos. En “El patio”, la narradora es una niña de nueve años que se encariña con la pequeña chiva de su familia y que piensa que es un peluche real. Cuando esta tiene a su chivato, la niña se aleja del establo para darle privacidad a la madre. Sin embargo, una mañana descubre que esta fue vendida porque ya no daba leche y que esa tarde se servirá en la comida chivo al horno. Su reacción es llorar y encerrarse en su cuarto. “Debería crecer y asumir estado de mayoridad, pero no puedo; si lo asumiera, quién lloraría a los desvalidos”, concluye la narradora, quien líneas antes había afirmado que todos nos caemos de la infancia, pero algunos, como ella, se rompen.

Sin embargo, la naturaleza experimental del lenguaje que usa en su libro puede resultar desconcertante para el lector. Por ejemplo, en “Jerom a Babalú. Año 2978”, las descripciones están cargadas de detalles que podría creerse que ralentizan el ritmo de la lectura: “Los dos se han incorporado del verde y ambarino césped que crece en los campos del Planeta de Veraneo, crecen también raros pájaros-plantas, y aroman florecillas vivas como mariposas con pedúnculos y corolas, llamadas papillonas”. Venturini sabía que su lenguaje era la principal crítica a su obra, por lo que en uno de sus cuentos aprovechó para responderles, con su característico humor, a los detractores de su estilo: “Un crítico boludo comentó que escribo a partir de frases hechas y no es así; recomiendo al crítico que vaya a lavarse las bolas al Río de la Plata para disminuir con el fresco la hinchazón de entrepierna y que sea menos ‘boludo’, vocablo aceptado por la RAE”.

Cuentos secretos explora las sombras de la existencia humana y cuestiona las fronteras entre la autobiografía y la fabulación. La cotidianidad está llena de momentos extraños que muchas veces ya no percibimos por estar absortos en nuestros propios pensamientos; no obstante, la escritura de Venturini nos invita a mantener viva la capacidad de asombro. Tal vez, de continuar leyéndola, terminemos descubriendo que nuestra vecina sostiene un amorío con una traficante de bebés.  

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