Revista de Crítica ISSN 2954-4904
Literatura


Renato Cisneros, Algún día te mostraré el desierto. Diario de paternidad, Alfaguara, Lima, 2019, 247 pp.


Hay un nuevo género en la literatura latinoamericana: el libro del padre primerizo, el libro en el que el escritor latinoamericano –por default sospechoso de machismo– expone sus dudas, sus temores, sus esperanzas, sus incertidumbres. No suele ser un testimonio desinteresado. Tiene que quedar claro que el escritor en cuestión es un hombre moderno, feminista, sensible, vulnerable, representante de las nuevas masculinidades. Llaman la atención los títulos recientes que tratan sobre este tema: Literatura infantil de Alejandro Zambra, Umbilical de Andrés Neuman, Un hijo cualquiera de Eduardo Halfon, Algún día te mostraré el desierto. Diario de paternidad de Renato Cisneros.

Lejos de Perú, sintiendo aquella soledad que solo un extranjero en patria ajena puede experimentar, Cisneros comienza un diario en el que nos mostrará sus vivencias como padre primerizo, desde el momento en que le fue revelada la noticia hasta pocos meses después del nacimiento de su hija Julieta. Algún día te mostraré el desierto, no exento de cursilería desde el título, nace de la necesidad de contarnos su historia; la historia de un hombre, un autor, que al enterarse de que se convertirá en padre se llena de ilusión pero al mismo tiempo de miedos, miedos que, en su mayoría, se vinculan con el hecho de ser padre y a la vez escritor (“¿Podré armonizar las responsabilidades de padre primerizo con mi trabajo?”), y que lo atormentan a lo largo del embarazo de su esposa Natalia.

Renato Cisneros tiene un lenguaje dinámico y coloquial que hace que la lectura sea cómoda y agradable. Sin embargo, el ritmo en ocasiones se rompe debido a lo inestable de la narración. Esto es, uno se imagina que será testigo de la evolución del autor en su tránsito hacia la paternidad, y en cambio termina por ser el espectador de un ir y venir de historias difícilmente ligadas al tema principal y más bien relacionadas con sus propias vivencias de juventud (qué decir, por cierto, de la cansina necesidad de recordarnos su condición de narrador, poeta y periodista, temas en los que podría no haberse empeñado tanto o que podría haber vinculado más estrechamente con el asunto que nos toca). Es evidente la conexión que Renato hace con su libro La distancia que nos separa (2015), en el que realiza una radiografía de quién fue su padre para intentar entenderlo. Y es que sin esta novela precursora no se habría convertido en padre y por tanto este libro no tendría razón de ser: “Sé que si no hubiese escrito esa novela, mi hija hoy no estaría en camino”.

Al leer el título del libro, uno podría pensar que se trata de una frase un tanto evocadora: tal vez un guiño a lo que Renato ha vivido en la búsqueda del fantasma de su padre o a la vida que probablemente recorrerá su hija. Por eso, ha sido una decepción descubrir que el sentido del título es absolutamente literal, ya que durante un trayecto que hace con su esposa al desierto del Sahara, este escribe: “Algún día, hija, te traeré hasta aquí. Algún día te mostraré el desierto”. Conmovedor.

Se observa, de forma copiosa, el patrón con el que Renato Cisneros cita a otros autores. Al expresar una idea, Cisneros se vale de la cita para explicar lo que está intentando transmitir y, para estar seguro de que el lector la ha entendido a cabalidad, procede a transcribir íntegramente la página del libro o poema al que ha aludido: “Esto me recuerda a Intimidad, la novela donde Hanif Kureishi…”, sin más desarrollo, de modo casi gratuito.

Un aspecto importante de su narración es la urgencia emocional con que ha escrito este libro. Urgencia que se puede notar al ver algunas de sus mal logradas conclusiones o justificaciones sobre los problemas que le acontecen, tal como nos muestra cuando habla de su coleccionismo y la relación con su madre: “Pareciera que mi madre gustaba de coleccionar nietos. Tal vez de ella heredé esa manía compilatoria de la que me he ido despojando con el tiempo. De niño coleccionaba diferentes objetos con gran disciplina”.

A lo largo de Algún día te mostraré el desierto podemos ver la evolución de los miedos de Cisneros. Veremos la continua desventura de una hija que pudiese estar enferma o no llegar a nacer, el sentimiento de inutilidad al no poder ejercer como él quisiera su carrera de escritor, la lejanía que experimenta respecto a su tierra y su familia, y también el deterioro de su matrimonio, del que él mismo pareciera ser la causa. Temas que son tratados y nos muestran a un autor completamente desnudo que se esmera en ser comprendido y en mostrarse sincero y vulnerable. Dicho sea de paso, podemos ver a un futuro padre más bien abstraído de las responsabilidades parentales y, además, percatándose de la facilidad y naturalidad que las mujeres tienen para saber y entender sobre estos asuntos: “todos, Natalia incluida, asentían con familiaridad, como si estuviesen repasando juntos una lección aprendida meses atrás…”.

En estas pocas líneas podemos ver un tema de sobrado interés: el machismo. Tal vez a propósito, Renato nos muestra el machismo que abraza la paternidad. Un machismo que impide al hombre enterarse y preocuparse de la misma manera que la mujer en el embarazo. Un machismo intrínseco en nuestra educación que nos hace desear que “ojalá que sea hombre”, tal como Renato se dice a sí mismo al saberse padre inminente. Naturalmente, es un machismo culpígeno, un machismo que se denuncia a sí mismo para que los demás vean que el sujeto es consciente y “deconstruido”: “Pero lo cierto es que las mujeres encintas, o ciertas mujeres encintas, necesitan nuestra compañía, no nuestra opinión. Necesitan que las abracemos, que las secundemos, de ser posible sin abrir la boca”. Qué comprensivo.

Renato Cisneros, al mostrarse desnudo ante nosotros, nos revela sus defectos y, con grandilocuencia, lo que él considera sus virtudes: escritor, poeta, periodista. Podemos ver al autor narcisista hablar de sí mismo cada que tiene oportunidad, a pesar de que estos temas carecen de relevancia para el desarrollo medular de la historia, o más bien, la relevancia radica en darnos cuenta de que el narrador habla de su hija solo para poder hablar de él y de su continua autocompasión y culpabilidad, que además intenta apagar con justificaciones inverosímiles, como cuando juega con la semántica de las palabras: “Para mí, una cosa es la ausencia circunstancial, otra es el desentendimiento. No es igual ausentarse que faltar… Yo a Julieta no quiero faltarle nunca”. Qué responsable.

Es difícil reseñar un libro que tiene como parte del título “diario de paternidad” cuando la misma narración trata de cómo el personaje principal se mantiene más bien ajeno a las responsabilidades paternas, o de cómo le deja la responsabilidad a la madre y a la familia de la madre para darle peso a su carrera. Es difícil reseñar un diario de paternidad en el que se retrata a un padre que abandona a su esposa en el momento más difícil del embarazo, justificando ante ella, y ante sí mismo, que es por su bien: “Nadie entenderá que me separo por una cuestión de supervivencia, para proteger a esa esposa y a esa hija de seis meses del hombre amargado en que me estoy convirtiendo…”. Terminando de leer Algún día te mostraré el desierto, muestra de la narrativa de las nuevas paternidades, dan ganas de salir corriendo a releer Pedro Páramo.

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