Revista de Crítica ISSN 2954-4904
Literatura


Isaura Contreras Ríos, Alejandra Pizarnik: diarista, Universidad Veracruzana, Xalapa, 2022, 280 pp.


En los últimos meses, he estado inmersa en la lectura de la “literatura del yo” que inició cuando comencé a leer el Diario de juventud de la poeta Idea Vilariño. Mientras revisaba sus cuadernos, una serie de preguntas comenzaron a surgir: ¿Fue la única poeta en Uruguay que escribió diarios? ¿Qué otros poetas han realizado este ejercicio en Latinoamérica? ¿Es literatura el diario? Para mi sorpresa, resulta que existe una tradición de “diarios de escritor” en Latinoamérica que fue relegada por mucho tiempo. Y es que la escritura diarística en el ámbito literario ha tenido sus detractores, como mencionan algunos teóricos sobre el género autobiográfico –Michel Foucault, Philippe Lejeune y Beatrice Didier­– por mencionar algunos. Consciente de esta realidad, en su libro Alejandra Pizarnik: diarista, Isaura Contreras Ríos indaga y ofrece otra perspectiva sobre el género diarístico a partir de la labor de diarista de la poeta argentina Alejandra Pizarnik.

El libro se desprende de dos investigaciones previas que la autora realizó: la primera, enfocada en el diario de Pizarnik y la segunda, ampliada hacia el estudio de una serie de diarios de escritores latinoamericanos del siglo XX. En este libro enlaza las dos investigaciones que compone con una introducción, tres partes y su conclusión. Para adentrarnos y comprender los diarios de Pizarnik, Contreras Ríos resume algunos datos biográficos de la poeta en la introducción. También señala la relación cercana de Pizarnik con su diario y cómo a través de este tipo de escritos la poeta construye su poética. La autora pide reconocer a Pizarnik como diarista y al diario como “el rizoma por excelencia, la obra que lo atraviesa todo”. Con esta idea en mente, recurre a las fuentes originales de los diarios de Pizarnik para desenmarañar el proceso de transformación en ellos. A partir de sus análisis propone una esclarecedora hipótesis: desde su punto de vista, el diario de Pizarnik “oscila en un continuo desplazamiento que va desde la pretendida configuración del sujeto biográfico a la mera experiencia de escritura, una escritura descentrada y en ocasiones colindante con todo eje narrativo, poético y ensayístico”. Tal desplazamiento es posible, afirma, porque el diario es “una práctica, un proceso”, la misma estructura fragmentada permite esta transformación del diario a una obra literaria moderna. En ese sentido, para Contreras Ríos, el diario no es un objeto extratextual que arroje luz sobre la obra publicada de la poeta, por el contrario, es parte central de la obra, es más que un laboratorio literario: es el origen, la obra misma.

En la primera parte, titulada “Alejandra Pizarnik entre diaristas”, la autora realiza un recorrido panorámico por los diarios de escritores latinoamericanos de los siglos XIX y XX. Ubica como antecedentes de los diarios de Pizarnik a los de las escritoras Soledad Acosta de Samper, Delfina Bunge, Teresa Wilms Montt y Antonieta Rivas Mercado. Escritoras que en sus páginas forjaron un espacio de resistencia y abogaron por defensa de la escritura en un momento en el que la publicación era práctica casi prohibida para las mujeres. A diferencia de ellas, Pizarnik sí publicó fragmentos de sus diarios en los años sesenta. Incluso, contraria a los diarios de escritores como Alfonso Reyes, Adolfo Bioy Casares y José Juan Tablada, entre otros, Pizarnik “se alinea desde los inicios con una actitud «bohemia», «romántica» y «libre», alejada de todo pronunciamiento político, así como de la publicidad de los círculos literarios en los que sin embargo era reconocida”.

“La filiación literaria del diario de Alejandra Pizarnik” es la segunda parte del estudio. En ella, Contreras Ríos señala las intertextualidades directas del diario de Pizarnik con los de Katherine Mansfield, Cesare Pavese, Franz Kafka y de manera indirecta con los diarios de Julien Green, Charles Du Bos y Charles Baudelaire. Pizarnik leyó a cada uno de estos escritores diaristas en traducciones publicadas en Buenos Aires. En sus ejemplares subrayó e hizo anotaciones que fueron cotejadas por Contreras Ríos. En este mismo apartado, la autora menciona una ausencia tormentosa para Pizarnik, la de su novela. Aclara además que esa imposibilidad de crear una novela hace del diario una obra aún si la poeta todavía no lo concebía así, como lo muestra su siguiente entrada de diario: “Me avergüenza escribir un diario. Preferiría que fuese una novela”. En cuanto a las afinidades con los diarios de Mansfield, la autora señala las siguientes inquietudes como lazo entre las dos: la vocación de escritora, la realización de la obra y la necesidad de escribir o morir, “estableciendo una relación indisoluble entre la escritura y la vida”. Esta idea la menciona también el teórico sobre diarios Philippe Lejeune en “How diaries end” cuando destaca que el diario trabaja con el pasado inmediato y el presente, pero además hay una intencionalidad de cambio y progreso personal, esto implica una visión hacia el futuro. No sorprende entonces el uso que Mansfield y después Pizarnik le dieron al diario, el de, por medio del ejercicio escritural diarístico, ir forjando hacia el futuro su identidad y vocación literaria.

Sobre los paralelismos entre el diario de Cesare Pavese y el de Pizarnik, Contreras Ríos identifica el tema del suicidio como el punto de encuentro entre ambos diarios. En la edición de los diarios de Pavese, Pizarnik marca pasajes que giran en torno al acto destructivo de la muerte. Subraya, por ejemplo, “«el error más grande del suicida no es matarse, sino pensar en el suicidio y no cometerlo»”, con lo que, para Pavese y luego Pizarnik, “el diario se convierte en un escenario donde se da forma a la muerte”. Sobre la coincidencia esencial con el diario de Franz Kafka, la autora señala el sentimiento de falta de pertenencia entre los dos autores judíos. Como consecuencia, ambos se instalan dentro de la literatura “inédita” o “menor”, allí el diario se desterritorializa y se “constituye como ese otro espacio en el que se fraguan las conexiones que dan lugar a la escritura y a su comprensión, constituyéndose a la vez en un objeto: una obra”.

En la tercera parte, “El diario: unidad y fragmento en la poética de Alejandra Pizarnik”, la autora indica los procesos de experimentación realizados por la poeta para transformar su diario y con ello, el concepto de este. Al reescribir su diario, Pizarnik ejerció un dominio sobre su lenguaje con lo que alteró al género diarístico porque “lo ha hecho existir también como poesía” (177). Ahora bien, en “How diaries end”, Lejeune apunta que el diario contiene un ritmo de discontinuidad, incluso de fragmentariedad, lo que dificulta la comunicación porque se está a la espera de los acontecimientos futuros. Los textos diarísticos, en este sentido, no presentan imágenes completas de una vida, más bien manifiestan una identidad en su proceso de formación. Nadie puede escribir todo lo que concierne a su vida en un cuaderno; se puede, sí, elegir episodios, de ahí que el diario sea semejante a una telaraña donde hay espacios y omisiones conocidas únicamente por quien escribe, porque solo ella sabe lo acaecido en el mundo más allá del cuaderno. Fueron esas características de fragmentariedad y silencios en los diarios, las líneas que Pizarnik eligió resaltar al retomar algunas entradas de sus diarios, reescribirlas e incorporarlas a sus poemas o prosas poéticas. 

Isaura Contreras concluye con “Última entrada” y reitera que el diario de Pizarnik se transformó al empezar, sí, como un diario autobiográfico, pero después lo desarraigó e incorporó al género de la literatura “marginal”, “donde el diario se posiciona como única obra posible, una obra en estado de fragmento”. Esto fue posible porque los diarios son una “obra siempre en devenir”. Para terminar, gracias a este estudio, nos es posible derribar falsas concepciones sobre el “diario de escritor”, y apreciar de manera más detallada sus características y posibilidades dentro del ámbito de la literatura hispanoamericana.

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