Alfredo López Austin, Los brotes de la milpa. Mitología mesoamericana, Ediciones Era, Ciudad de México, 2024, 244 pp.
Alfredo López Austin, fallecido en 2021, fue autor de numerosas obras que exploran la mitología, la cosmología y las tradiciones de las culturas prehispánicas. Reconocido por su comprensión de la mitología y las tradiciones mesoamericanas, su vasta obra ha sido fundamental para el estudio y la preservación de las culturas prehispánicas de México y Mesoamérica.
Entre algunas de sus obras más destacadas se encuentran El conejo en la cara de la luna, una exploración de los mitos y las creencias del México antiguo, enfocándose en la figura del conejo como símbolo en diversas culturas mesoamericanas; Cuerpo humano e ideología: las concepciones de los antiguos nahuas, un estudio detallado sobre cómo los antiguos nahuas comprendían el cuerpo humano y su relación con el cosmos, mostrando la profundidad de sus conocimientos médicos y filosóficos; Tamoanchan y Tlalocan: lugares míticos, regímenes de historicidad y religiones en Mesoamérica, coescrito con Leonardo López Luján, explora la importancia de dos lugares míticos en la cosmovisión mesoamericana y su relevancia en la historia y la religión. En Los brotes de la milpa López Austin continuó su labor con una narrativa que mezcla rigor académico y creatividad literaria.
Los brotes de la milpa destaca por muchas razones, desde el contexto de su publicación hasta la forma en que está estructurada; sin embargo, la que particularmente me gustaría resaltar para comenzar es la dirección que adopta. Es difícil encasillar Los brotes de la milpa en una sola categoría (ni pretendía estarlo). Lejos de lo que pudiera esperarse de un libro escrito por un reconocido historiador y antropólogo, López Austin no encaminó su escritura hacia la exclusividad académica, sino todo lo contrario: buscó adecuarlo a las necesidades de un público más extenso y que no estuviera necesariamente especializado en un área en particular, como expresó en el prólogo: “si fueras un lingüista, te ofrecería textos en lenguas nativas, transcripciones con signos especiales o, mejor, transcripciones con signos magnéticos. Si fueras literato, versiones puntualísimas a la letra. Si fueras historiador, contextos precisos de tiempo y de espacio, con descripción detallada de las circunstancias. Pero como pretendo que el radio de comunicación sea más generalizado, debo ofrecer otra cosa”. Más adelante, agrega: “te entrego una especie de traducción que pretende ser fiel y en lengua llana, pero tengo conciencia de que no puede ser exacta”. Así nos encaminamos al siguiente tema: el mito y su traducción.
Existen muchas versiones de los mismos mitos debido a que, al ser compuestos oralmente, sus ritmos varían, sus datos aumentan o disminuyen e, incluso, sus estructuras se modifican, todo dependiendo del contexto en que sean relatados y fluyendo con el paso del tiempo. No es sorpresivo, entonces, que el propio López Austin haya declarado que, previo a la elaboración del libro, fuera necesario un gran trabajo de investigación y selección de dichos mitos (un trabajo por demás laborioso considerando que estos mayormente están compuestos en otro idioma).
De entre las cualidades que me gustaría resaltar de López Austin es su conciencia del lenguaje, ya que, al haber tantas variantes en los relatos, optó por realizar sus propias versiones al realizar sus traducciones —las cuales, recalca, son derivaciones de otras traducciones ya preexistentes, extraídas de diversas fuentes— “no engaño a nadie: no es esta una voz directa de los creadores indígenas. Es una versión en mis propias palabras”. A la par, reconoce sus alcances y limitaciones en el ámbito de la traducción, un trabajo que no le resultaba ajeno, pero en el cual no se consideraba un experto, y advierte de la existencia de otros trabajos que podrían ser más adecuados en materia narrativa o precisión lingüística. De igual forma, López Austin también menciona respecto al mito: “el relato mítico no es transparente. Su sentido oculto puede irse desentrañando paulatinamente, conforme se comparan entre sí sus versiones, algunas veces muy numerosas, ya que en ellas las variantes del carácter y los nombres de los personajes, los episodios diferentes que componen cada uno de los relatos y los plurales símbolos que se refieren tiempo-espacio de los dioses permiten ir construyendo todo un ambiente que nos es oscuro a quienes somos ajenos al ámbito cultural en que cada narración se desarrolla”.
El libro se encuentra dividido en doce apartados principales que cuentan con sus propias subdivisiones, dentro de las cuales aborda mitos específicos. López Austin utiliza una fórmula estructural muy interesante dentro de estos apartados, pues comienza por dar sentido al mito que se verá en el apartado con una explicación de la cosmovisión y el razonamiento cultural del relato antes de dar pie al mismo. Comienza con un tono muy dinámico trayendo al centro de la conversación a Fray Bernardino de Sahagún, quien “con los textos fielmente recogidos en su lengua original, el náhuatl, formaría una especie de enciclopedia que serviría a los evangelizadores de dos formas diferentes”, una de tantas fuentes de donde López Austin extrajo sus diversas traducciones derivadas.
El enfoque interdisciplinario de Alfredo López Austin combina historia, antropología y estudios culturales, permitiendo una visión holística de los pueblos antiguos. Su obra ha contribuido significativamente a la revalorización de las tradiciones indígenas y al reconocimiento de su complejidad y riqueza cultural. Su trabajo fue crucial para preservar y revitalizar el patrimonio cultural de México y sigue siendo una referencia indispensable para estudiosos e interesados en la historia y mitología de la región, como prueba Los brotes de la milpa. Mitología mesoamericana.