Revista de Crítica ISSN 2954-4904
Cine


David Hinton, Made in England: The Films of Powell and Pressburger, Inglaterra, 2024.


Los alegres peregrinos de Canterbury avanzan hacia la catedral. Uno de ellos suelta un halcón que vuela hacia el cielo azul…, la cámara sigue su trayectoria y, de pronto, se convierte en un avión de la Segunda Guerra Mundial. Acaba de ocurrir una hermosa elipsis de seiscientos años. Una monja toca una campana que asoma a un precipicio; otra, sin el hábito y con la locura reflejada en la mirada, la empuja al abismo y se queda en el aire, pues sujeta con las manos la cuerda. Una mujer llama desde una cabina de teléfono que está situada al lado de una cascada. Unos hombres recogen la lágrima que cae del ojo de una chica inmóvil con una rosa, porque durante un momento el tiempo se ha detenido para ella. Un primer plano de unas zapatillas rojas y unas medias blancas manchadas de sangre… Y así podríamos seguir enumerando secuencias e imágenes impresionantes de las películas de The Archers, la compañía que pusieron en pie dos creadores que dejaron uno de los episodios más hermosos de la historia del cine británico: Michael Powell y Emeric Pressburger.

El documental de David Hinton ofrece la oportunidad de recrearse en el proceso creativo de este dúo a través de un magnífico contador de historias y un auténtico amante del cine: el director Martin Scorsese. De tal manera, que en Made in England se integran dos narraciones que se dan la mano. Por una parte, la historia personal de Scorsese con Michael Powell que se va desvelando a lo largo del metraje. Y por otra, la amistad entre dos hombres que se encontraron en 1939 durante el rodaje de El espía negro (The Spy in Black) y no solo se convirtieron en amigos, sino que conectaron y crearon obras cinematográficas durante más de dieciocho años.

El director italoamericano se convierte en el mejor anfitrión para lo que se quiere narrar y mostrar. Él, como si fuese un cuentacuentos, nos explica la historia de un director, Michael Powell, al que admiraba desde niño. Su primer contacto con él fue durante la infancia cuando se quedó hipnotizado frente al televisor ante las imágenes de El ladrón de Bagdad (The Thief of Bagdad, 1940), uno de sus directores era Powell. Pero luego ese niño siguió la estela del realizador en esa televisión familiar y hubo un largometraje que le atrajo especialmente Los cuentos de Hoffman (The Tales of Hoffmann, 1951), que repetían una y otra vez en un canal y le enseñó todo sobre la cámara y la música. Ese crío distinguía que iba a ver una película buena de verdad cuando aparecía el logo de una productora determinada, The Archers, una diana y unas flechas… El narrador tampoco puede olvidar aquellas sesiones de cine con su padre y cómo cumplió todas sus expectativas una película de Powell y Pressburger: Las zapatillas rojas (The Red Shoes, 1948), dejándose llevar por el color, la luz, el movimiento y la música. Scorsese reconoce que esa sesión pudo ser un momento clave de su propia obsesión por el cine.

Aquel niño creció y ya era un estudiante y joven cineasta que pudo acceder en 1970 a una copia de El fotógrafo del pánico (Peeping Tom, 1960)y quedó fascinado, porque Michael Powell, esta vez sin Pressburger, fue capaz de reflejar algo que entendió muy bien y que conectó con él: esa película mostraba lo cerca que puede estar el cine de la locura… El protagonista es un joven psicópata obsesivo que filma a sus víctimas mientras las mata. Ese cineasta en ciernes se preguntaba junto a otros compañeros quién era Powell, quién era Pressburger, cómo trabajaban juntos, cómo lograban esa magia, qué hacía uno, qué hacía el otro, cuál era el secreto del proceso creativo, cómo eran capaces de encontrar esos paisajes, de recrear esos ambientes especiales… y trataban de empaparse de cada una de sus obras, buscándolas como si fuesen auténticos tesoros.

Pronto ese joven tuvo la oportunidad de ir a Inglaterra en 1974, ya había rodado Malas calles (Mean Streets, 1973), y en un cóctel preguntó por Michael Powell. Y entonces localizó a un hombre que había sido olvidado por la industria cinematográfica británica y que no estaba pasando por sus mejores momentos. Ese joven le contó a ese hombre que sus películas eran una inspiración para él y para todos los compañeros de su generación. Y, de pronto, ese director olvidado en horas bajas sintió que la sangre volvía a correr por sus venas. A partir de ese encuentro mantuvieron correspondencia y Michael Powell terminó viajando a Nueva York. Allí le invitaron a ser director residente en Zoetrope, la empresa de Francis Coppola en Los Angeles. Y la vida de Michael Powell dio un nuevo giro.

David Hinton cuenta con un poderoso material de archivo para Made in England. Las secuencias de las películas de Powell y Pressburger se mezclan con poderosas imágenes de archivo de entrevistas o películas caseras de ambos creadores de The Archers, además de todo el archivo fotográfico y audiovisual que va construyendo la relación entre Powell y Scorsese. Y como narrador privilegiado, Martin Scorsese, va revelando la vida de estos arqueros del cine británico. A veces su voz es en off y otras aparece él mismo, como busto parlante con personalidad arrolladora, contándola. En la historia de los arqueros en concreto hay un encuentro, la forja de una amistad, la creación de una obra cinematográfica, los baches y obstáculos que hay en toda relación profesional tan larga (pero que no lograron terminar con la relación entre dos amigos que se adoraban), los cambios de la industria cinematográfica, el olvido y, de pronto, el reconocimiento a toda una obra. Pero luego poco a poco, según pasa el metraje, se desvela la otra historia, también rica en matices y descubrimientos, la de un joven cineasta que rescata del olvido al viejo director que ya nadie recordaba, pero que a él le había marcado en su forma de entender y hacer cine. Y cómo este viejo director no solo recupera su amor al cine y se siente reconocido, sino que además se convierte en una pieza fundamental en la vida del joven cineasta e incluso es uno de los pocos que puede tenderle una mano y ayudarle cuando cae en una espiral oscura durante los años ochenta. No solo eso, sino que Michael además encuentra al último amor de su vida: Thelma Schoonmaker, la montadora de las películas de Martin Scorsese.

Made in England es un documental capaz de desplegar lo especial que es la filmografía de dos genios que se complementaron a la perfección el uno con el otro. Uno era feliz con la estructura de las películas, confeccionando unos guiones inteligentes, y el otro disfrutaba al mando del rodaje, sorteando todos los problemas habidos y por haber. Los dos se echaban una mano durante todo el proceso creativo. Powell era apasionado, aventurero, rebelde e idealista y profundamente británico. Pressburger, un inmigrante húngaro, escondía un mundo especial en su cabeza que conectaba con la vitalidad de Powell. Más práctico y calmado, escondía un universo capaz de crear guiones increíbles con personajes y situaciones especiales.

Lo que les hizo crear sus primeras películas fue una situación trágica: la Segunda Guerra Mundial. Pero no fueron películas propagandísticas al uso, sino que ellos tejieron a través de sus fotogramas un mundo complejo con historias increíbles de soldados o civiles en tiempos de guerra. Narraciones cinematográficas llenas de matices y detalles, donde nada era tan fácil como dividir el mundo en buenos perfectos y villanos malísimos. En esas películas había sitio para el realismo crudo, para el desasosiego, para la esperanza en los pequeños milagros, para la fantasía más allá de la muerte, para una amistad entre un militar británico y uno alemán durante varias décadas…

Todo empezará en El espía negro con un comandante alemán de un submarino que tiene que ir a tierra con una moto para una misión especial en unas islas escocesas (Órcadas). Su enlace será la maestra de una pequeña escuela. En Los invasores (49th Parallel, 1941), Powell y Pressburger convierten en absolutos protagonistas a un grupo de nazis que pierden su submarino, cuando es atacado y hundido, y tienen que cruzar todo Canadá para llegar a Estados Unidos, un país neutral. Durante el camino se encuentran a distintos canadienses que se enfrentan a su amenaza. Pero estos creadores siempre dan pinceladas y matices interesantes, no solo se atreven a convertir a los enemigos en protagonistas, sino que en el grupo matizan diferentes personalidades e incluso hay un soldado, Vogel, que muestra que está ahí por las circunstancias, que él en realidad echa de menos su profesión, panadero; no puede ocultar sus creencias religiosas y además se conmueve por las circunstancias de aquellos contra los que luchan. Lo pagará caro. Hay un canto a la esperanza, a los pequeños milagros cotidianos, en una fábula, donde dos soldados (un norteamericano y un británico) y una joven trabajadora coinciden en Canterbury en Un cuento de Canterbury (A Canterbury Tale, 1944). Los tres llegan con dosis de desencanto y tristeza, pero con ganas de seguir adelante, y se convertirán en modernos peregrinos que tendrán la experiencia de pequeños milagros que les darán más fuerza para enfrentarse a los tiempos oscuros.

También una romántica amistad entre dos militares, uno británico y otro alemán, que se enamorarán de una misma mujer, dará como resultado una de sus obras maestras: Vida y muerte del Coronel Blimp (The Life ande Death of Colonel Blimp, 1943). Pasarán los años, vivirán desgracias, pero no romperán nunca ese hilo entre los dos. Y aquel amor perdurará a través de los años con distintas muchachas con el mismo rostro de la primera a la que amaron… O contarán cómo un piloto británico al borde de la muerte en su avión se enamora perdidamente de la soldado americana que trata de socorrerle por radio. Ese es el maravilloso argumento de A vida o muerte (A Matter of Life and Death, 1946). De pronto, el piloto termina en un limbo entre la vida y la muerte, donde tendrá que acudir a un tribunal celestial para ver si debe subir al cielo o vivir el amor en la tierra.

No obstante, al terminar la guerra su espíritu creativo continuó encadenando obras de arte. Una detrás de otra, dando paso a una explosión de fantasía y color, con historias de diversa índole. Así The Archers cuentan con dosis de erotismo y locura, la extraña cotidianidad de unas monjas que viven en un convento en las remotas montañas del Himalaya en la bellísima Narciso negro (Black Narcissus, 1947). O una compleja y hermosa reflexión sobre el arte con la experiencia de una bailarina que tendrá que elegir entre el sacrificio y la entrega absoluta al baile o disfrutar del amor de un pianista en Las zapatillas rojas (The Red Shoes, 1948). Una parte importante de la película es un ballet lleno de hallazgos visuales que adapta el popular cuento de Andersen. Y esa explosión de fantasía, baile, vida, arte, música continuaría con la innovadora y valiente Los cuentos de Hoffman (The Tales of Hoffman, 1951). Entre medias de estos mundos llenos de color, romanticismo e irrealidad, The Archers ponen en pie su producción más realista y oscura, un científico, especialista en bombas, que lucha contra el dolor (pues ha perdido una pierna), el alcoholismo, su comportamiento autodestructivo y un trabajo en un departamento donde hay luchas de poder y se juega además con el destino de los soldados en combate en plena Segunda Guerra Mundial. Tan solo se mantiene en pie y sigue adelante por una difícil relación de amor y dependencia con su novia Susan. Es la joya oculta del dúo, Su peor enemigo (The Small Back Room, 1949).

Poco a poco, Powell y Pressburger sufrieron un desgaste en la relación, también la industria iba cambiando, cada vez les costaba más poner en pie sus películas y tener todo el control. Y fueron distanciándose profesionalmente, porque sus criterios y prioridades cambiaron. Michael es peleón y cabezota, defensor acérrimo de la libertad creativa; Emeric es un superviviente cansado de luchar, que cada vez está más desencantado y que intenta ser práctico sin traicionar la creatividad. Su último éxito es La batalla del Río de la Plata (The Battle of the River Plate, 1956), una película bélica, género que les proporcionó todos sus éxitos al principio de su unión. Poco después, tras el complejo rodaje de Emboscada nocturna (Ill Met by Moonlight, 1957), terminaron con su asociación profesional, pero no con su amistad.  Como dice Powell en una entrevista solo fue una “triste brecha que se abrió entre dos personas que se aman”. Siempre fueron buenos amigos.

Made in England no es un documental al uso de dos creadores y sus películas, son unos fotogramas con un corazón que late y unas historias conmovedoras que hacen descubrir las conexiones entre el cine y la vida. El cine puede enloquecer pero también salva, que se lo pregunten a Martin Scorsese. El cine es esa rosa que recoge una lágrima llena de belleza.

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