Revista de Crítica ISSN 2954-4904
Literatura


Baruc Martínez Díaz, Faustino Chimalpopoca Galicia. Un intelectual indígena en el México decimonónico, Era / Universidad Veracruzana, México, 2024, 94 pp.


La obra de Baruc Martínez Díaz es un texto fundamental para comprender la complejidad respecto a la situación y el pensamiento de los pueblos indígenas en un periodo tan convulso como fue el México decimonónico. En menos de cien páginas, el autor logra rescatar la figura de Faustino Chimalpopoca Galicia, cuya vida y obra intelectual ofrecen una perspectiva única sobre los procesos políticos, sociales y educativos de la época. Este trabajo no solo se presenta como una biografía de un personaje clave, sino también como una invitación a profundizar en el estudio de las lenguas originarias y la historia intelectual de los pueblos indígenas de México.

El biografiado fue un hombre comprometido con su comunidad, con la defensa de su lengua, el náhuatl, y la educación, aspectos que marcaron tanto su formación académica como su vida profesional. Martínez Díaz, mediante un enfoque preciso y bien documentado, traza la vida de don Faustino Chimalpopoca a través de seis capítulos que abordan sus primeros años, su formación académica, su participación política y su legado documental. La obra se erige como una pieza importante para la comprensión de los intelectuales indígenas de la época que, a pesar de las dificultades históricas, dejaron una huella perdurable en la historia de México.

En el primer capítulo, establece el contexto histórico de Chimalpopoca y la controversia sobre su fecha y lugar de nacimiento. A pesar de las distintas versiones existentes en las fuentes históricas, el autor respalda su investigación con fuentes primarias y confirma tanto la fecha como el lugar de nacimiento del biografiado. Este ejercicio no solo responde a una necesidad de precisión histórica, sino que también reivindica la figura de Chimalpopoca como un hombre nacido en la Nueva España, perteneciente a la nobleza indígena y cuya lengua materna fue el náhuatl, elemento que jugaría un papel crucial a lo largo de su vida.

Al comprender estos parámetros sobre el origen, es posible comprender su formación ideológica y académica, tema tratado en el segundo capítulo denominado. Cabe mencionar que provenía de una familia leal a la Corona española, aspecto común en la nobleza novohispana. Además de formar parte de una tradición monárquica, el propio Faustino sustentaba su nobleza denominándose descendiente del emperador mexica Chimalpopoca (1408-1427), de donde provenía su apellido, reivindicado en sus textos. Comenzó su formación académica en la segunda década del siglo XIX, es posible que para él y su familia haya sido mínima la posibilidad de una independencia de España, puesto que tuvo una educación con apego a las normas legales y religiosas del Antiguo Régimen, situación por la cual emigró a la Ciudad de México para instruirse en “el verdadero Colegio de indios de San Gregorio” (pp. 22-23) desde inicios de 1810, donde aprendió el castellano y latín; graduado en 1822 como licenciado en jurisprudencia, apadrinado generosamente por el entonces emperador Agustín de Iturbide. Con esto es posible acercarnos a la formación intelectual de los indígenas, aspecto que abona a la historia cultual y de la educación, por mencionar algunos enfoques. En este sentido, el autor no solo detalla los aspectos académicos del personaje, sino que nos permite entender el entorno político en el que se formaron muchas de las figuras que posteriormente desempeñarían roles clave en el México independiente.

En el tercer capítulo, Martínez Díaz profundiza en la trayectoria académica y política de Chimalpopoca, quien entre 1830 y 1840 se trasladó a la Ciudad de México, donde comenzó a involucrarse en la administración pública y en diversos proyectos educativos. Para 1849, bajo el gobierno de Lucas Alamán, asumió la presidencia de la Comisión de Instrucción Pública, donde destacó por su defensa de la educación como un medio fundamental para el progreso del país. En este contexto, su compromiso con la educación indígena se convierte en un eje central de su acción intelectual. El autor aborda la manera en que, a pesar de ser un hombre con convicciones conservadoras, Chimalpopoca trabajó incansablemente para asegurar los derechos de los pueblos indígenas, proponiendo reformas que mejoraran su acceso a la educación y su situación agraria. Esta faceta de su pensamiento, a menudo eclipsada por su filiación conservadora, ofrece una visión más matizada de su figura, desafiando las visiones polarizadas de la historia oficial que tienden a simplificar la división entre liberales y conservadores, la cual, a estas alturas ya podemos tener la madurez para comprender mejor.

El cuarto capítulo se centra en la participación de Chimalpopoca en el Segundo Imperio Mexicano, un periodo controvertido en la historia de México que generalmente es asociado con la intervención extranjera y la imposición de un gobierno conservador. Sin embargo, Martínez Díaz analiza cómo Chimalpopoca, aunque aliado de los conservadores, vio en el imperio una oportunidad para proteger los derechos de los pueblos indígenas, especialmente en lo relacionado con la preservación de sus tierras comunales.

En este capítulo, el lector más agudo reconocerá una veta de información respecto a la importancia de los pueblos originarios en la visión de Chimalpopoca Galicia y en el programa gubernamental del Segundo Imperio. Así también, con los discursos en náhuatl redactados por el protagonista, es posible tener un mayor acercamiento a la relación entre los indígenas y el Estado. Esto abona al acercamiento de discursos relacionado con la identidad, el terruño que proponían legitimar la presencia e importancia de los pueblos originarios. Además de redactar discursos políticos, también realizó planos, mediciones, entre otros documentos a los cuales hoy en día podemos tener acceso, aunque parecían casi olvidados, posiblemente porque los investigadores carecieron del conocimiento en la lengua náhuatl, pero a los que gracias a Baruc Martínez podemos acceder. A partir de noviembre de 1864 “Maximiliano lo nombró visitador general de pueblos y posesiones de indios” y para 1865 le designó “el cargo de presidente de la recién creada Junta Protectora de las Clases Menesterosas (JPCM)”. Dicho organismo, aunque con carácter consultivo-mediático, canalizó las quejas de los indígenas del periodo, principalmente en asuntos agrarios, así también durante esta administración se devolvió personalidad jurídica a los pueblos, como puntualiza el investigador.

Los últimos años del protagonista son tema del quinto capítulo, donde se aborda la actividad realizada a partir de 1869, al retornar de un breve destierro de conservadores por la restauración de la República. Si bien sucumbió el imperio, la labor intelectual de Chimalpopoca continuó, principalmente en la elaboración de manuales para la enseñanza del idioma náhuatl o lengua mexicana, como la designaban. Estos años fueron prolíficos en la difusión del conocimiento indígena, tanto en varios textos como en las cátedras impartidas en el Nuevo Colegio de San Gregorio o en el Colegio Científico de Tláhuac a partir de 1870. El compromiso con la educación lo mantuvo hasta su fallecimiento al inicio de la década de 1880, legando una vasta obra para los mexicanos de la época y contemporáneos, la cual se está retomando por expertos interesados como el autor del libro, que explica su objetivo:  “mostrar la diversidad temática a las que se abocó [Faustino Chimalpopoca], así como algunos de los repositorios en donde hoy se alberga la mayoría de sus trabajos; quizá de esta manera se despertará el interés por su obra escrita en algunos investigadores que se dediquen al estudio de la lengua y cultura náhuatl”.

Cabe mencionar que a lo largo del texto se presentan recursos como pinturas, diagramas, fotografías, planos de tierras, entre otros elementos que ilustran y nos invitan a escudriñar más en el personaje. Como toda investigación profesional, el apartado sobre sus fuentes consultadas corrobora el sólido trabajo, con una amplia consulta de archivos, hemerografía y bibliografía que sustentan el criterio del autor y dan crédito a la importancia de este personaje. En definitiva, este libro no solo enriquece la historiografía mexicana, sino que también invita a reconsiderar la visión que tenemos de los intelectuales indígenas y su lugar en la construcción del México moderno.

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