Cristina Rascón, La desilusión óptima del amor, Universidad Veracruzana, Xalapa, 2023, 134 pp.
Intuyo una de las diferencias fundamentales entre literatura y economía: la literatura es un juego; la economía, cosa seria. No pasa nada si uno publica un libro malo, las consecuencias no pasan de un trago amargo, murmullos a nuestras espaldas, una crítica malintencionada y lágrimas de cocodrilo. En cambio, una decisión económica errónea, una mala inversión, pueden conducir a la quiebra personal, de una empresa, de un país. Todos lo sabemos, nadie se hace rico escribiendo libros, por eso la literatura, en términos generales, puede permitirse el lujo de mantener un perfil bajo en el universo de las actividades económicas que nos gobiernan todos los días. Pero la economía es cosa seria.
Por eso la primera impresión ante el libro de Cristina Rascón es de extrañeza. Son textos literarios en los cuales se establecen vínculos entre la economía y el amor. No conforme pues con mezclar lo sagrado (economía) con lo profano (literatura), lo hace además en el nombre del amor. ¿En qué cabeza cabe? No en cualquiera: una cabeza parlante que viaja en el metro de Viena dentro de una bolsa de gimnasio que carga una mujer de mediana edad. Esa es la imagen con la cual empieza el libro de Cristina Rascón (Sonora, 1976), así de extravagante, así de bizarro. Sin concesiones nos advierte su autora desde el título del primer cuento: “Todo empezó cuando vi la cabeza parlante (o por qué no hemos encontrado un modelo de desarrollo económico sustentable para Latinoamérica)” Y sí, cómo vamos a encontrarlo si somos incapaces de acabar nuestras tesis, si nos distrae cualquier muchacha en pantalones deportivos con una sugerencia gastronómica en la zona de las nalgas: EAT ME. Cómo vamos a encontrar un modelo sustentable si perdemos el tiempo con cabezas parlantes y pretendemos sustentar hipótesis basadas en el número de estas cabezas enamoradas que podríamos encontrar en los vagones del metro de un país del primer mundo. Así es como le pasa al protagonista del primer cuento, estereotipo de tesista frustrado perdido en Europa, pobrecito.
No es fácil mezclar literatura y economía. Una vez lo intenté con resultados catastróficos. Tenía que hacer un ensayo académico sobre el economista peruano Hernando de Soto y su afamado libro El misterio del capital: ¿Por qué el capitalismo triunfa en occidente y fracasa en el resto del mundo? En un capítulo de dicho libro, De Soto refiere la anécdota de unos perros ladrando por las calles de Perú, haciéndose notar en medio de la noche; esto lo llevó a pensar en la invisibilidad del comercio informal de este país a pesar del evidente ruido que este produce. De ahí De Soto dedujo la importancia de hacer visible e incorporar ese comercio informal al sistema económico global. Cuando leí eso, hace casi 20 años, yo solo pude pensar en Juan Rulfo y su cuento “No oyes ladrar a los perros”. Hice una chabacana mezcla de los dos textos con un resultado, como era de esperarse, catastrófico. Además, el título de mi ensayo era ya una idiotez: “El capitalismo no es McDonald’s”, se llamaba.
Cristina Rascón, a diferencia de mí, sí sabe de economía o al menos algo debe saber. Es Licenciada en Economía por el ITESM y Maestra en Política Pública Internacional por la Universidad de Osaka. Pero ella quería ser escritora y ultimadamente uno es en este mundo no lo que estudia, sino lo que le da su gana. Si quieres ser una cabeza parlante en la bolsa deportiva de una mujer del primer mundo, no dejes que nadie te diga que no puedes hacerlo o que debes estudiar X carrera o X posgrado para poder hacerlo. Sé una cabeza parlante, sé una ecuación diferenciada, sé una desilusión amorosa.
Cristina, además, no intentó hacer un ensayo académico con ínfulas literarias, hizo lo contrario: un texto literario con ínfulas económicas y efectivamente le salió mejor, mucho mejor que mi pobre ensayo. Pues su libro es un interesante experimento de carácter multiforme. Decimos que son cuentos porque de alguna manera buscamos clasificarlos, pero nada más. Son en esencia, breves artefactos literarios. Podrían pasar por ensayos, por relatos, por estampas, por cualquier cosa, pero son, eso sí, no tengo duda, literatura.
El segundo texto del libro: “Dilema geográfico de Pareto (o cómo es que dos lugares suceden al mismo tiempo)” no comienza con una frase demoledora, una digna metáfora o un conflicto de alta tensión, lo hace con un diagrama en el cual se aprecia como dos áreas de satisfacción amorosa concluyen en un punto A. Esta forma de abordar el problema me hizo recordar la novela Conjunto Vacío (2015) de Verónica Gerber, una novela en la cual se utilizan los diagramas de Venn y la teoría de los conjuntos para explicar la situación amorosa de una mujer que acaba de terminar con su pareja. Al igual que en dicha novela, el recurso gráfico no es puramente ilustrativo, funciona también como un eje que expande la idea alrededor de la cual gira el texto.
Este tipo de diagramas son también utilizados en otro par de textos del libro de Cristina: “Microeconomía de la atracción” y “Teorema final de Lagrange”. Al verlos no pude dejar de recordar que el uso de gráficos y diagramas tampoco está tan alejado de la literatura como pudiera pensarse. Pienso, para aludir otro ejemplo específico, en el manual elaborado por el escritor Guillermo Samperio Después apareció una nave, manual para nuevos cuentistas (2002). Aquí el escritor desarrolla una serie de teorías y consejos alrededor de la creación literaria de cuentos, recuerdo en especial un par de recursos gráficos: uno para explicar los niveles de tensión a lo largo de una historia (con su eje de las x y su eje de las y) y otro para desarrollar la idea de la dinámica obscura (la concepción primigenia de una idea) con gráficas pastel.
Hablando de manuales de cuento, no está de más recordar que, si uno piensa en estos textos como cuentos, en el sentido formal y cuadrado del género, quizá muchos no superen las pruebas. ¿Cuál es la historia subterránea? ¿Existe un giro? ¿Cuál es el clímax? ¿Quién es el protagonista? ¿Contra qué o quién se enfrenta? ¿Qué diablos tienen que ver todas esas formulas y esos números?
Quizá el colmo de la experimentación sea al texto “Correlación Matrimonial”, el cual pretende presentarse como si fuera un paper académico, incluido en la revista Love Economics Journal, seguramente indexada. Después del título y la referencia a la revista, nos encontramos con un abstract en dos idiomas, inglés y español (como dicta la norma). Pero dicho abstract tiene la forma (de estructura y fondo) de un poema. Sí, un poema. En el colmo de la experimentación Cristina puso en medio de su libro de cuentos un texto académico, plagado de fórmulas y que comienza con un poema. Resulta que la economista, narradora por convicción, es también, cuando quiere, poeta de closet. Y creo que la poesía de Cristina no se limita a este abstract, puede percibirse en más de una metáfora o imagen salpicada por aquí o por allá a lo largo del libro.
No soy quién para juzgar sus ecuaciones, supuestos, hipótesis, tablas y hallazgos econométricos. Pero sí para resaltar la pericia de los recursos literarios, los cuales le permiten, de manera ingeniosa, ligar en un texto las parejas expuestas en otros tres textos anteriores, como si los personajes fueran parte de otro experimento mayor, traducido en variables con nombres propios que buscan darle sentido a una ecuación del amor. La construcción y acomodo de los textos nos llevan a pensar que estamos quizá ante ese intento de tesis a la cual renuncia el personaje del primer texto, cuando descubre la cabeza parlante en la bolsa de la chica que va al gimnasio en el metro de Viena. Estamos pues ante una mala tesis que puede hacerse pasar por buena literatura, algo que suele pasar más de lo que se imaginan.
Hay, sin embargo, un texto en particular que escapa por completo a esta posibilidad. No sé si sea precisamente eso lo que lo convierta, a mi parecer, en el mejor texto de este libro: “La economía de la locura”. Estamos aquí ante un narrador que igual se ubica en Viena (como Max, el chico del primer y último relato, además de posible autor de los otros textos que podrían figurarse parte de su fallida tesis), pero es ahora una voz femenina. Esta narradora nos habla de su travesía para intentar recuperase después de haber sufrido un ataque de ansiedad. El texto contiene numerosos pies de página, recurso común en investigaciones y papers, pero que aquí es utilizado para darle voz a otra voz, la voz subconsciente de la narradora, mediante la cual presenciamos, de forma evidente, la famosa historia subterránea tan anhelada en los manuales de cuento. Estos pies de página toman en algunas páginas el protagonismo total, invaden por completo el texto, con su tipografía pequeña, apretada, difícil de leer, como los pensamientos de esa narradora al borde de la locura.
Considero que es el mejor texto porque me parece el más honesto. Me explico: uno como escritor usa de forma natural múltiples máscaras en sus historias, pero uno no puede dejar de ser quien es. Inventamos una voz narrativa (un personaje) que cuenta una historia que puede tener un poco o mucho de autobiográfico. La literatura es, finalmente, artificio, un embuste: la gran mentira. El gran arte consiste muchas veces en lograr que esas máscaras sean creíbles, verosímiles, que causen miedo, piedad, recelo, amor. Pero otros tantas, el gran arte sale a la luz sin necesidad de tanto artificio, es decir, sin máscaras tan elaboradas, quizá apenas perfiladas como un sutil antifaz. Se percibe entonces, el mismo miedo, piedad, amor, ternura ante un rostro más cercano a lo real, más honesto. Pero es difícil, porque uno como escritor se vulnera y no siempre es eso lo más conveniente. Pienso en el escritor japones Yukio Mishima y su novela Confesiones de una máscara, creo que es el ejemplo más elocuente de lo que intento balbucir. En ese mismo sentido, “La economía de la locura” es el texto de Cristina que es más Cristina. Yo lo sé, lo supe mientras lo leía, podía verla claramente, aunque sea una ficción. Se puede percibir el rostro, la esencia de Cristina en este cuento. Es valiente escribir un cuento en el cual uno muestra sus entrañas, requiere valor. Es por eso, una narración entrañable. Pues, además, Cristina arroja ahí no pocas críticas a la sociedad en la cual vivimos y sus convencionalismos, que van desde la búsqueda de pareja como motor de vida, los estereotipos femeninos, la idealización de los métodos psicológicos, la construcción de la idea de éxito. Algo tiene de ensayístico el texto, pero es, en esencia, un cuento, hay una historia personalísima ahí, a un conflicto, hay un clímax, un giro final.
Al final, volvemos al principio. Es un libro circular, pero no con una circunferencia perfecta, hay aristas, como la del cuento recién mencionado que permiten apreciar la imperfección de este círculo. Hay, eso sí, una agradable sorpresa en las últimas líneas, un guiño que nos hacer recordar que, a pesar de que estamos ante un libro de carácter experimental, Cristina Rascón no es una inexperta estudiante en un laboratorio literario, ella sabe lo que hace, tiene colmillo, sabe cómo atraparnos para lanzar, en el momento indicado, el zarpazo definitivo.
La desilusión optima del amor es un libro que admite muchas lecturas, quiero decir que hay muchas otras aristas, perspectivas o parámetros desde los cuales podría hablarse sobre él. Una de las más obvias es la diversidad de las formas del amor que en estos textos se establecen, las variantes, expuestas en forma de variables con sus fórmulas matemáticas, siempre insuficientes. Cristina Rascón busca poner cierto orden económico a algo que es especialmente de naturaleza entrópica. El amor es un caos.