Revista de Crítica ISSN 2954-4904
Literatura


Jorge Luis Flores, Xólotl, Editorial Ocelote, León, 2023, 166 pp.

 


La ópera prima de Jorge Luis Flores la conforman cinco relatos que tienen en común el lado más oscuro del México contemporáneo: la normalización de la violencia. La atmósfera pesadillesca se respira en todos ellos, a pesar de que cada uno tiene su propia estructura y estilo, sus propios códigos y voces. Flores sabe jugar con las voces narrativas, crea diálogos vivos y nos transmite experiencias inquietantes, no exentas de un humor corrosivo. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce: la edición presenta algunos errores ortográficos que debieron haber sido enmendados en el proceso de corrección (“éstas clasificaciones”, p. 69, por poner un ejemplo) y la frescura de su prosa se ve en ocasiones enturbiada por expresiones un tanto farragosas (“no solo es increíble que se digan estas palabras por un ser humano real”, p. 74).

Destacaría las distintas voces narrativas: los relatos son muy diferentes, entre otras cosas por la variedad de narradores: la segunda persona de “Osario” logra que el lector se sienta directamente interpelado por el autor; el narrador omnisciente de “De película” hace que realmente te veas delante de la gran pantalla; la primera persona de esa suerte de diario personal que es el relato que da título al libro, “Xólotl”, resulta sincero e íntimo, muy cercano; la riqueza descriptiva del narrador de “Galatea” recuerda a un serial radiofónico y la voz polifónica en primera persona de “Quimera” propicia que múltiples personajes cuenten su experiencia desde su particular punto de vista (en este último, hasta los objetos inanimados tienen mucho que decir).

Cinco premisas y temas muy variopintos: el robo de una estatua viviente es la base de “Galatea”; los cadáveres de las víctimas de crímenes sin resolver se amontonan en “De película”; los macabros cultos a dioses precolombinos se disfrazan de emprendimiento en “Xólotl”; los pasajes entre tiempos y países cuyo nexo es la muerte se relatan en “Osario”, y los brutales asesinatos pasionales que beben de la novela romántica, con su dosis de tragedia griega y hasta de novela negra, son narrados en “Quimera”.

En este libro, al humor ácido se une algo tan distinto como la angustia vital. Situaciones muy reales en un mundo que pareciera de fantasía onírica. Tan reales que podrían estar basados en las noticias de casos espeluznantes y de apariencia surrealista que pueblan las páginas de sucesos de los diarios mexicanos. Flores nuestra un gran dominio del lenguaje, no solo por las voces narrativas, sino por la complejidad de registros y géneros. Del western a la novela policíaca, pasando por el amor pasional y enloquecido de las novelas románticas. Cada cierto tiempo te da un bofetón moral que más que aturdir te obliga a llevar a cabo una reflexión profunda sobre nuestros tiempos, sobre nuestra forma de vida, sobre nuestra muerte.

En “De película”, los cadáveres de crímenes sin resolver vuelven a aparecer en las mismas circunstancias en las que se les encontró por primera vez. El horror se une a la ciencia ficción, en un relato muy lúgubre, pero en el que impera un sentido del humor corrosivo y una dosis de denuncia social: “En este pinche mundo que vivimos todo parece una película, Alfredo, […] y lo peor es que esto parece una película malísima, un pinche churro, una chingadera de esas que pasan en el Canal 5 a las dos de la madrugada”.

“Xólotl”, en formato de diario, es un thriller en el que denuncia las condiciones laborales de gran parte de la sociedad neoliberal. En esa especie de diario de bitácora, el suspenso va en aumento. Es el lector el que descubre a la vez que el narrador la terrible realidad de una empresa turbia y despiadada, escondida bajo una fachada de buenrollismo modernete que resulta tremendamente familiar en los tiempos que corren. El nombre de la start-up no es fortuito, es Xólotl, el dios azteca del fuego y el rayo, que se convirtió en ajolote (axolotl) para evitar que lo sacrificaran, un dios cruel y siniestro a pesar de su inocua apariencia.

Este relato, “Xólotl”, es además mi preferido por las metáforas que utiliza el narrador, que pasa de utilizar un sentido del humor irónico y socarrón a expresar un miedo paralizante al final del relato. De “qué poco basta para hacerlos olvidar el pago mediocre y los horarios rotativos. Una oficina bonita, una máquina de capuchino, barritas de granola y manzana bastan para que se sientan en Facebook”, o “eso me basta, es el cilantro atorado en la dentadura perfecta de Dunkel que me ayudará a mirarlo de frente sin sentirme inferior” o “yo salgo a tomar aire en los descansos como quien sale de la fosa séptica” al horror y la desesperación de “no sé qué hacer. No sé si puedo hacer algo. No tengo más que retazos, una opresión en el pecho, una pesadilla recurrente”.

Uno de los aciertos del relato es capturar la atención del lector con hechos que no explica sino hasta mucho después, aunque a veces los explica demasiado poco. En la primera página nos habla de la “desgracia de Lorena y del tremendo peso económico y emocional” que eso supuso para su familia. Luego nos enteramos de que se trata de su hermana desaparecida y poco más. Lo mismo sucede con el accidente que le costó la vida al hermano gemelo del Álex Dunkel: queda más o menos esclarecido lo que ocurrió, pero en ambos casos el lector tiene que poner mucho de su parte para crear un correlato coherente y completo. 

Los cinco cuentos rezuman mexicanidad, pero en Xólotl la influencia del folclor prehispánico se palpa en todo el texto. Quizás es una forma de decirnos que no hace falta importar las leyendas de terror de Europa, que los mitos precolombinos ya son de lo más terrorífico. Sin embargo, no todos los cuentos suceden en México: en “Osario”, la magia está en saber mezclar con sumo cuidado lugares y tiempos; la narradora está en París con su novio francés, pero también está en México, meses después, con sus primos, enfrentándose a un terror similar al de un encierro en las catacumbas parisinas. De alguna forma, Flores nos recuerda que el miedo está en todas partes, que es común a todas las épocas, a todas las culturas, que no hay que exportarlo de fuera porque es universal y tan inherente al ser humano como la muerte.

Cinco relatos impecablemente escritos, cinco relatos pavorosos, pero que también arrancan sonrisas y que utilizan la ironía para reclamar lo que muchos jóvenes ansían hoy en día: una vida sin miseria, sin miedo, sin violencia. Es un grito, jocoso, pero también desesperado, contra la globalización, contra los estragos del neoliberalismo atroz que impera en México y que se extiende por el mundo sometiendo a toda una generación. 

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