Revista de Crítica ISSN 2954-4904
Literatura


Brenda Navarro, Ceniza en la boca, Sexto Piso, Ciudad de México, 2022, 196 pp.


Ceniza en la boca de Brenda Navarro es una historia demoledora, que empieza con el suicidio del hermano de la protagonista y sigue contando el calvario de su vida, de la de su madre, de la de su abuela. Es una novela en primera persona sobre el desarraigo, sobre la soledad, sobre la inmigración, sobre la pobreza y sobre la violencia. El libro está dividido en cuatro partes, la acción transcurre en Madrid, Barcelona y México, tres grandes ciudades que fragmentan y atomizan a sus habitantes, en las que es muy difícil crear redes y estrechar vínculos. La vida de la protagonista es la vida de muchas mujeres, las que han emigrado buscando un futuro mejor, pero encuentran que no hay forma de escapar de su destino, que salen de una situación compleja para meterse en otra peor. Una existencia tan dura, tan distinta a lo que debería ser, que las palabras de la protagonista, a ratos brutales, a ratos líricas, siempre ágiles, se clavan en el corazón como una garra despiadada. Aquí no hay cuartel, aquí hay duelo y dolor y unos sueños convertidos en pesadillas.

La autora sabe del poder de las palabras, de cómo es preciso llamar la atención desde la primera línea. Para hacerlo, utiliza una frase que pica la curiosidad del lector: “No lo vi yo, pero como si lo hubiera visto, porque lo tengo taladrándome la cabeza y no me deja dormir”. Enseguida sabemos qué le quita el sueño, una imagen, pero una imagen con sonido: “Siempre la misma imagen: Diego cayendo y el ruido de su cuerpo al impactar contra el suelo”. Y sigue insistiendo en ese horrible sonido, ese costalazo con el que su hermano Diego se quitó la vida. La fuerza de la imagen que Navarro proyecta en nuestra mente proviene del sonido que la acompaña, que remarca con onomatopeyas. A algunos les puede parecer una aliteración chocante, incluso cómica, pero la razón por la que a mí me resulta descarnada es por su simplicidad, la de las letras que reproducen el sonido de un cuerpo que cae contra el asfalto y suena… “Pum. No, así: pooom. No, así: crag. No, así: crag. No, así: drag, dragut. No, así: paaaam, clap. crash, bruuum, brooom, gruuum, grrr, grroooo…”. Con cada onomatopeya volvemos a oír el sonido de un cuerpo juvenil estrellándose contra el suelo.

Esa misma frase es con la que la autora cierra el libro: “No lo vi yo, pero como si lo hubiera visto, porque lo tengo taladrándome la cabeza y no me deja dormir. Siempre la misma imagen. Diego cayendo y el ruido de su cuerpo al impactar contra el suelo”. Y entre esas dos frases, la de inicio y la de fin de la novela, que en realidad es la misma frase, nos sumergimos en el viaje emocional de una joven que intuye las razones por las que su hermano se quita la vida, las situaciones de discriminación, de desarraigo, de no encajar en un mundo que no es el suyo, pero que tampoco es el que dejaron atrás. Lo que sufrió su hermano y lo que sufre ella en su propia piel de inmigrante, y una realidad que duele aún más por lo irónica que es: cómo escapando de la violencia llegan a otra forma de violencia: “Para mí, irnos de México significaba huir de la violencia que terminó arrasando con mi familia, pero en España nos esperaba otro tipo de violencia, una menos aparatosa pero igual de cruel, en donde te exigen lealtad mientras te violentan minuciosamente porque no eres como ellos”.

Pero el desarraigo y la violencia no son el único tema que trata Navarro, sino también el tema de la mujer, que ya abordó en su primera novela Casas vacías. Otra obra que, por cierto, también empieza enganchando al lector con una reflexión tremenda: “¿Por qué los llaman desaparecidos y no se atreven a llamarlos muertos? Porque los muertos somos los que buscamos, ellos siempre, siempre seguirán vivos”. En Casas vacías hay dos mujeres, dos madres: la que pierde a su hijo mientras este jugaba en el parque y la que secuestra a un niño en un parque. Dos mujeres antagonistas, pero que comparten la soledad de ser cuerpos deshabitados, unas casas vacías a las que nadie quiere asomarse porque nos encontramos en una sociedad que empuja a creer que sin la maternidad esos cuerpos, esas vidas, carecen de sentido.

Ahora, en Ceniza en la boca, vuelve al tema que más le interesa, la mujer, a la que tantos ven como una máquina reproductiva, un objeto sexual de usar y tirar o un punching bag con el que descargar a golpes su frustración. Esa violencia la sufren los personajes que pululan la novela: la tía y primos de la narradora, que se evaporaron sin más; su mejor amiga de la infancia, Joana. Cadáveres que nunca aparecieron. Llama la atención la aparente falta de sensibilidad de la protagonista: “Joana y yo no fuimos realmente amigas. Por eso creo que también es hipócrita sentirme mal por su muerte”. Una frialdad que se ve en otras partes de la novela, ¿es realmente falta de sensibilidad o una coraza con la que se arma esa joven para no sufrir más? Eso lo decide el lector.

Machistas son todos los hombres de la novela, el padre ausente, su novio Tom, escocés y gorrón, hasta su querido y llorado hermano Diego. Parte del desarraigo y de las crisis de identidad de la narradora tienen su origen en el machismo y la violencia. No sabe quién fue su padre, se intuye que nació como producto de una violación aunque su madre no lo reconoce abiertamente: “Pero mi mamá nunca me contó su historia, decía que no quería que usara su pasado para colgarle muertitos psicoanalíticos. Es lo que es, me insistía. No busques más. Tampoco admitió si la violaron. Si todas decimos que nos violaron, entonces ya no violaron a nadie, ¿me entiendes? No, le dije, no entiendo. A todos nos han robado algo y todos estamos robando, siguió, ¿me entiendes? ¡Que no, que no te entiendo! Pues allá tú, me dijo cortante. Y sé que me parezco a ella porque soy igual: allá yo con mi verdad”.

El abuso del trabajo ilegal es otro de los temas que aborda, cómo los inmigrantes “sin papeles” que trabajan como riders o como limpiadoras por una miseria ponen en riesgo su salud por ir con la bicicleta entre el tráfico o por los productos químicos que utilizan en su trabajo. Explica cómo las limpiadoras “las primas” intentaron organizarse, haciendo un guiño al colectivo de “las kellys” (de “las que limpian”), que logró cierta relevancia y visibilidad en España pero que lleva más de un año inactivo.

El título de la novela no se explica hasta el final del libro, cuando la narradora confiesa que se metía las cenizas de su hermano incinerado en la boca porque ese gesto le daba paz. El sabor de la ceniza de lo que fue su hermano en el paladar le proporciona cierto solaz. El título posee cierto lirismo, en el que lo macabro cobra sentido y resulta hermoso. Ceniza en la boca sigue una trayectoria vital, la de la narradora, pero funciona como una novela coral, porque es de alguna forma el relato de todos los personajes que la pueblan. La narradora sirve como hilo conductor de todas las historias de la gente que la rodea: su hermano Diego, sí, pero también su madre, sus abuelos, sus tíos y tías, la señora Laura a la que cuidó durante ocho meses y que a su vez fue víctima de una nieta ambiciosa y sin escrúpulos, las primas que es como se autodenominan en la novela las mujeres latinas que trabajan como empleadas de limpieza, porque sin papeles, sin tener la documentación en regla, solo las contratan “porque es prima tuya y me la recomiendas tú”. Son historias que se entrecruzan con maestría, pero a Navarro le falta profundizar más en cada una de ellas, pues solo se esbozan cuatro detalles de las vidas de estos personajes tan fuertes y que aportarían riqueza y fuerza a la novela.

La trama no sigue una línea cronológica, sino que salta hacia adelante y hacia atrás en el tiempo, formando ese círculo perfecto que empieza y acaba con la misma frase. Una novela redonda a la que solo encuentro un defecto: su brevedad. Un relato de 192 páginas que te sabe a poco, se queda corto. Te quedas con ganas de saber más de cada uno de los personajes. Entre todos, la novela habría tenido más profundidad, aún más fuerza, a pesar de que ninguno es realmente el protagonista, ni siquiera la narradora. Y es que los auténticos protagonistas de esta historia son el abuso hacia las mujeres, la discriminación y la violencia.

  • Azul Alondra Coronado Durán noviembre 30, 2022 at 8:07 am / Responder

    Este texto es un gran ejemplar de cómo invitar a leer un libro y de acercarte a una autora y su obra. Además de una bien lograda descripción a través de un recorrido por la cronología y los personajes de esta historia, lo que más causa un deseo por sumergirme en este libro es la el conjunto de temas que me parecen relevantes como la migración, el racismo, el abuso hacia la mujer y la violencia. Definitivamente voy a leer este libro.

  • sandra morales diciembre 2, 2022 at 12:04 am / Responder

    Una reseña bastante buena y completa; cumple con el objetivo de generar interés sobre la obra ya que desde el primer párrafo despertó mis ganas por seguir leyendo y averiguar de qué más trata.
    El comentario refleja que fue leída con atención y a detalle porque hace una breve mención sobre los temas abordados por la narradora, así como una interpretación de estos.
    Me gustó lo concreto de la reseña ya que fue fácil digerir las palabras e ir imaginando lo mientras leía.

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